VOLUMEN: XI
NÚMERO: 31
El procesamiento emocional en el estilo de personalidad fóbica. Implicaciones para la psicopatología
Introducción
A lo largo de la última década el estudio de los procesos emocionales ha experimentado enormes y crecientes avances dentro de la comunidad científica (Gross, 1998; Silva, 2005; Thompson, 1994). En este orden de cosas la neurociencia afectiva relacionada con las bases neurales de la emoción (Dalgleish, 2004) ha adquirido un importante papel en el estudio de los procesos emocionales y su correspondiente sustrato neuroanatómico. En especial los procesos de regulación emocional (Banks, Eddy, Angstadt, Nathan y Phan, 2007; Davidson, Jackson y Kalin, 2000; Gross, 1998; Silva, 2005) y las diferencias asimétricas de la actividad tónica de la corteza prefrontal (Sutton y Davidson, 1997) se han perfilado como una forma científicamente medible para comprender los aspectos cualitativos de la respuesta afectiva humana.
Hoy por hoy y especialmente dentro del campo de la psicología y la psicoterapia se hace sumamente necesario desarrollar modelos integradores que consideren tanto variables biológicas como variables psicológicas para tener una aproximación con un grado mayor de profundidad sobre los fenómenos de la personalidad y la conducta.
El propósito de este trabajo es demostrar a nivel teórico la relación existente entre el procesamiento emocional de los sujetos que tienen como estilo de personalidad una organización fóbica y las consecuencias que tienen dichas estrategias de procesamiento emocional para la emergencia de algún tipo de psicopatología estableciendo una relación con los procesos de Teoría de la Mente.
La organización del significado personal y su relación con la psicopatología
El enfoque Posracionalista creado por Vittorio Guidano se inserta en el marco de la revolución epistemológica que removió los cimientos de la ciencia oficial desde los inicios del siglo veinte (Zagmutt, 2006).
Sin duda con la emergencia del modelo procesal sistémico posracionalista enmarcado dentro de la corriente epistemológica constructivista, la psicoterapia ha experimentado un nuevo rumbo respecto a las conceptualizaciones noseográficas clásicas que han intentado esclarecer el problema de la emergencia de las psicopatologías.
En Guidano ya no hablamos de psicopatologías o alteraciones psiquiátricas cuyos cuadros clínicos se caracterizan por un sentido de estabilidad y permanencia respecto de los síntomas, los cuales son considerados como producto de una funcionalidad cerebral anormal por un lado; o por la no correspondencia con aspectos y fenómenos de una realidad que es independiente al sujeto que la experimenta en un espacio determinado en su historia evolutiva. Tal como señalara Alfredo Ruíz (1992) “ya no es posible seguir sustentando el considerar que las representaciones de cada ser humano, corresponden necesariamente a un orden externo, válido para todo el mundo; ya no es posible concebir una terapia en términos de persuasión”. Por tanto lo interesante del modelo de Guidano es que el concepto de la psicopatología ahora es enfocado desde el sentido de continuidad y permanencia de la coherencia interna del individuo a lo largo de su historia evolutiva a través de la coordinación recíproca entre el dominio emocional y su reconfiguración en una narración de sí mismo (Arciero y Guidano, en prensa).
La psicopatología del significado personal es evolutiva y procesal porque se focaliza en los procesos de evolución de la coherencia interna de los significados (Guidano, 1999). Por tanto a diferencia de los modelos clásicos en psicoterapia, este enfoque propone que la psicopatología surge de la discrepancia que hay entre el fluir de la experiencia inmediata y la imagen conciente que la persona posea de sí misma (Guidano, 1999) debido a la imposibilidad de articular la variedad de la experiencia, identificándola como propia (Arciero y Guidano, en prensa). En otras palabras cuando el sentido de estabilidad, coherencia y continuidad del significado personal se ve alterado por un determinado evento en la experiencia inmediata que no logra ser asimilado por el sujeto entonces se produce un desbalance en el sentido del sí mismo pudiendo generarse algún tipo de psicopatología.
La organización del significado personal fóbico como estilo de personalidad
Desde un punto de vista evolutivo, los fóbicos son niños que presentan los patrones de apego coercitivo (Guidano, 1994, 1999). Para los niños con este estilo de significado personal el mundo se vivencia y experimenta como peligroso producto de una inhibición indirecta de la conducta exploratoria autónoma del niño (Guidano, 1994). Pero este peligro no surge desde las percepciones que el niño se forma del mundo, sino como señalara Guidano: “la familia vive la experiencia de peligro en la cotidianidad”, donde toda separación temporal de una figura protectora se percibe como un peligro inminente (Guidano, 1994). Por tanto este tipo de niños crece pensando que todo lo que le rodea es peligroso y dañino para él, pues esa fue la información que pudo percibir en su entorno familiar que paradójicamente es su única fuente válida de protección.
En la adultez los fóbicos perciben una vulnerabilidad en el sentido de sí mismo e interpretan los estados emocionales como impedimentos para actuar (Arciero, Gaetano, Maselli y Gentili, 2004); cabe recordar que los fóbicos ejercen el control a través de la acción. Por tanto es típico en este estilo de personalidad la sensación de controlar la propia debilidad (Arciero et al, 2004) donde el control de la respuesta y expresión de los estados afectivos se torna para el fóbico una tarea fundamental para regularse y poder actuar en un mundo que se percibe como peligroso ya que como es bien sabido, la expresión de la emoción es fundamentalmente comunicativa y sirve para regular la interacción social (Greenberg, Rice y Elliot, 1996). Con respecto a esto, Guidano plantea que el fóbico posee una dificultad para interpretar los eventos en información afectiva, produciéndose un conflicto en la lectura sensorial de las emociones al no poder conectarlas con ninguna intención ni de los demás ni de él mismo, lo que se traduce en un incremento de las somatizaciones internas derivadas de la experiencia afectiva contingente y por otro lado la información y expresión emocional representa para el fóbico una autopercepción de debilidad (Guidano, 1999) porque para él ser emocional significa ser débil.
Son precisamente estas características autorregulatorias de la organización fóbica: El déficit en la lectura de las emociones y el control de la expresividad afectiva; las que se abordarán en este trabajo especificando las implicancias y consecuencias psicopatológicas para los sujetos con este estilo de personalidad analizándolas respectivamente a través de la hipótesis de la acentuación somática propuesta por Silva y Gempp (2004) y los procesos de regulación emocional derivados principalmente desde los estudios de la neurociencia afectiva.
La hipótesis de la acentuación somática
Jaime Silva y René Gempp (2004) parten de la hipótesis de que los individuos con menor capacidad para diferenciar sus emociones deberían presentar mayores índices de psicopatología que los sujetos que diferencien mejor. Específicamente los autores sostienen que la asociación entre indiferenciación emocional y psicopatología se reflejará con mayor intensidad en los síntomas de naturaleza somática que en aquellos puramente psicológicos. Es decir que la dificultad para reconocer y diferenciar estados emocionales internos produce un efecto de acentuación de la esfera somática del estado afectivo en la conciencia del individuo (Silva, 2005).
Utilizando diversas medidas e instrumentos para evaluar y analizar estas hipótesis (la Escala de Alexitimia de Toronto Abreviada TAS-20; Inventario de Síntomas de Derogatis SCL-90-R y la escala de Somatización) Los autores concluyeron que la diferenciación emocional ha mostrado ser una importante variable para la regulación emocional. Específicamente los resultados mostraron que la diferenciación emocional efectivamente está asociada a la psicopatología (Silva y Gempp, 2004), es decir que el grado en que los sujetos logran diferenciar sus estados emocionales internos es un predictor para el desarrollo de algún tipo de psicopatología. En el mismo sentido, las personas que diferencian pobremente sus estados afectivos internos reportan mayor incidencia de síntomas físicos con respecto a su contraparte de acuerdo a los resultados obtenidos en este estudio. Por tanto el grado de diferenciación de la propia experiencia afectiva interna se relaciona con las variaciones en las expresiones somáticas de tales estados emocionales en la conciencia del sujeto.
Los procesos de regulación emocional y su localización cerebral
Las expresiones de estados emocionales se han asociado a diferentes niveles de activación cerebral. Blair, Morris, Frith, Perrett y Dolan (1999) mostraron que un incremento en la intensidad de la expresión facial de tristeza se asocia con una mayor actividad en la amígdala izquierda y el lóbulo temporal derecho; en cambio el incremento en la expresión facial de la rabia se asoció con un aumento en la actividad del córtex orbitofrontal y el córtex cingulado anterior. Además se han identificado conexiones amígdalo-frontales involucradas durante los procesos de regulación emocional. Así Banks y colaboradores (2007) a través de estudios de laboratorio han demostrado que la actividad en la amígdala izquierda covaría con actividad en el córtex prefrontal dorsolateral, dorsomedial, el córtex orbitofrontal, entre otras estructuras durante la reevaluación.,por lo que la actividad cortical prefrontal y la amígdala son una instancia anatómica importante en el proceso de regulación emocional.
La regulación emocional y sus consecuencias para la respuesta afectiva humana.
La investigación sobre el desarrollo de la emoción y sus características funcionales como regulatorias de la conducta ha crecido dramáticamente a través de los pasados diez años (Thompson, 1994), por lo cual la investigación psicológica ha comenzado a centrarse explícitamente sobre la regulación emocional (Gross, 1998).
La regulación emocional se ha definido como toda estrategia o procesos dirigidos a amplificar, suprimir o mantener un estado emocional en curso (Davidson, Putnam y Larson, 2000; Silva, 2005). Además estos procesos pueden ser automáticos o controlados, concientes o inconcientes y pueden tener efectos en uno o más puntos en los procesos de generación de la emoción (Gross, 1998).
Los procesos de regulación emocional tienen un rol fundamental en la expresión de los afectos y en las respuestas conductuales respectivas. Se plantea por ejemplo, a partir de evidencias empíricas que el impulso hacia la violencia y la agresión se produce como consecuencia de una regulación emocional defectuosa (Davidson et al, 2000) quedando explícitamente de manifiesto, la importancia de estos procesos regulatorios en la expresividad conductual de los estados afectivos.
Los teóricos de la emoción y su complejidad regulatoria han estudiado básicamente dos formas de regulación emocional: la reevaluación y la supresión. La reevaluación se refiere a la reinterpretación cognitiva de estímulos evocados para reducir el afecto negativo; la supresión se refiere a la inhibición voluntaria de la reacción a estímulos emocionales (Banks et al, 2007). Concretamente los sujetos que utilizan estrategias de regulación basadas en la reevaluación interpretan los estímulos emocionales desagradables con menor intensidad afectiva que aquellos individuos que utilizan la supresión como estrategia de regulación emocional.
Se ha demostrado que estas dos formas de regulación emocional tienen diferentes consecuencias tanto en aspectos fisiológicos, cognitivos y la respuesta afectiva entre otros factores. Los sujetos que utilizan la supresión como estrategia de regulación muestran una actividad del sistema simpático intensificada en índices cardiacos y conductancia de la piel; por el contrario los sujetos que utilizan la reevaluación muestran una actividad fisiológica menos intensificada en los mismos índices. Además la supresión involucra un alto esfuerzo cognitivo durante el proceso emocional, producto del automonitoreo y la autocorrección de sus estados afectivos (Gross, 1998; Gross y Levenson, 1993; en Silva, 2005).
Hasta ahora se ha delineado una revisión de las evidencias actuales respecto de la regulación emocional y la hipótesis de la acentuación somática de Silva y Gempp (2004). Podemos entonces formular un modelo integral para comprender las consecuencias psicobiológicas de la respuesta afectiva y sus variantes de indiferenciación y autocontrol emocional presentes en la organización del significado personal fóbico.
Consecuencias psicobiológicas derivadas de la indiferenciación afectiva en el estilo de significado personal fóbico
Congruente con las formulaciones de Silva y Gempp (2004) sobre las consecuencias de una diferenciación emocional deficiente sobre la experiencia afectiva, podemos señalar especulativamente que el paciente fóbico experimenta en sus dimensiones de conciencia una acentuación de la esfera somática derivada del déficit en la lectura sensorial de las emociones (Guidano, 1999) en la interacción afectiva con los otros. Específicamente, los sujetos con organización fóbica se caracterizan por experimentar con mayor intensidad subjetiva los componentes somáticos y/o corporales de la experiencia emocional debido a una dificultad para interpretar las señales emotivas como estados afectivos internos siendo más propensos (en congruencia con la hipótesis de acentuación somática) a desarrollar o presentar en determinado momento de su ciclo evolutivo algún tipo de psicopatología de la esfera somática. Por tanto no es raro encontrar en estos pacientes problemas relacionados con alteraciones psicosomáticas derivadas de una diferenciación pobre de su propia experiencia emocional tal como lo predice la teoría procesal sistémica posracionalista.
Consecuencias psicobiológicas derivadas del control emocional como estrategia de regulación en la organización fóbica.
Como se ha señalado anteriormente, la habilidad para regular adecuadamente los estados afectivos es un predictor para un funcionamiento más adaptativo en los individuos. Además queda claro que existen notables diferencias entre los dos tipos de estrategias de regulación emocional en aspectos de recursos cognitivos disponibles, intensidad subjetiva de la respuesta emocional y la actividad simpática derivada del procesamiento de estímulos con carga afectiva.
En este sentido encontramos que el paciente fóbico utiliza como estrategia casi exclusiva la supresión emocional como mecanismo de regulación, por lo cual no es trivial especular que este tipo de pacientes experimenta en su esfera afectiva un mayor desgaste cognitivo (fundamentalmente producto del automonitoreo) a la hora de controlar su expresividad emocional, lo que puede traducirse en una dificultad para analizar, interpretar y resolver adaptativamente aquellas situaciones que involucran una alta carga de afectos negativos.
En este estilo de personalidad las emociones desagradables se experimentan con un mayor grado de intensidad subjetiva que su contraparte, por tanto es muy probable que los fóbicos se encuentren con grandes dificultades al momento de regularse en presencia de situaciones demandantes y con un alto nivel de estrés.
También no es raro que este tipo de pacientes experimente una actividad simpática más intensa que otros sujetos al momento de controlar su expresividad afectiva. Esto queda confirmado de acuerdo a los resultados de la indiferenciaciòn afectiva para las respuestas fisiológicas derivadas de una regulación emocional deficiente.
Hacia un modelo integrador y sus implicancias para la psicopatología
Otro factor importante que ha demostrado tener delación con la psicopatología es aquel que se refiere la función reflexiva o a la llamada “teoría de la mente” (ToM). La capacidad de los seres humanos para predecir y explicar el comportamiento de otras personas (Bird, Castelli, Malik, Frith, Husain, 2004), además de nuestra habilidad para entender los estados mentales, creencias, deseos e intenciones de los otros, y para apreciar la forma en que difieren de las nuestras (Siegal y Varley, 2002) constituyen lo que se conoce como Teoría de la Mente, la cual permite poder anticipar, predecir y controlar el propio comportamiento y el de los demás.
También (desde un sustrato neuroanatómico) se ha postulado que la Teoría de la Mente está relacionada con actividad en los lóbulos frontales. A través de estudios de reconocimiento visual en pacientes con lesiones frontales y no-frontales Stuss, Gallup y Alexander (2001) encontraron que efectivamente en pacientes con lesiones en los lóbulos frontales se encontraba afectada la habilidad para inferir estados mentales en los otros, por lo cual podemos señalar que la actividad frontal se relaciona con los niveles de Teoría de la Mente que puede presentar un individuo.
Se ha sugerido que una Teoría de la Mente o “función reflexiva” deficiente es un predictor importante de considerar con respecto a la vulnerabilidad a la emergencia de algún tipo de psicopatología.
Es por esto que se propone un esquema especulativo para dar cuenta de la relación que existe entre las variantes control e indiferenciaciòn de la respuesta afectiva en la organización del significado personal fóbico y la Teoría de la Mente con el propósito de delinear las esferas psicopatológicas en que pueden derivarse.
1.1 Los fóbicos del grupo control emocional con mayor Teoría de la Mente
Los sujetos que pertenecen a esta categoría se caracterizan por un rígido control de la expresividad emocional por lo que se encuentran más propensos a experimentar con un grado mayor de intensidad subjetiva los componentes afectivos desagradables en determinadas situaciones sociales. Pero al tener una mayor función reflexiva son capaces de diferenciar con mayor claridad los factores (intrínsecos y/o extrínsecos) que participan en la generación de tales estados internos pudiendo atribuir el control y el malestar experimentado consecuentemente a algún objeto que es susceptible de ser identificado en un determinado contexto. Por tanto el fóbico de este grupo es capaz de manejar de una forma más adaptativa y con un menor desgaste subjetivo aquellas situaciones que demandan un grado considerable de estrés siendo por lo tanto menos vulnerable a desarrollar algún grado de psicopatología de la esfera ansiosa.
1.2 Los fóbicos del grupo control emocional con menor Teoría de la Mente
Los sujetos que pertenecen a esta categoría se caracterizan también por un rígido control de la expresividad emocional con las mismas consecuencias que el primer grupo en los índices de la experiencia subjetiva de las emociones desagradables; pero como poseen una menor función reflexiva son más vulnerables a las situaciones estresantes que impliquen alguna probabilidad de perdida del control.
Específicamente estos sujetos presentan una dificultad para atribuir el control de sus estados afectivos internos y sus respectivas consecuencias a alguna variable externa identificable que le permita comprender su propia experiencia emocional siendo en consecuencia más propensos a desarrollar algún tipo de psicopatología de la esfera ansiosa ya que en concreto no son capaces de atribuir una intencionalidad definida e independiente a las conductas de los demás, por lo cual el control de la expresividad emocional y sus respectivas consecuencias solo son valoradas, definidas y atribuidas en términos personales.
Los fóbicos del grupo indiferenciaciòn afectiva con una mayor Teoría de la Mente
Podemos conceptualizar a este grupo como aquel que se caracteriza por presentar dificultades en el reconocimiento y diferenciación de sus estados emocionales internos ante determinadas situaciones y/o eventos. Por lo cual no es raro que este tipo de
pacientes presente un grado aumentado de índices de actividad somática derivada de un procesamiento deficiente de los matices emocionales cuyo resultado se deriva de una dificultad para interpretar las señales emotivas en curso como estados afectivos internos. Pero como poseen una mayor función reflexiva, este tipo de pacientes puede delimitar el malestar corporal subjetivo a alguna variable en particular que funciona como medio auto-explicativo para el malestar que se experimenta en un momento determinado. Específicamente estos pacientes pueden identificar con mayor certeza en sus niveles de conciencia la experiencia somática en curso (aunque no sean asimiladas como estados afectivos), así como de las variables que pueden dar origen a tal estado, por lo cual son menos susceptibles a desarrollar algún tipo de psicopatología asociada a la esfera somática.
Los fóbicos del grupo indiferenciaciòn afectiva con una menor Teoría de la Mente
Podemos conceptualizar a este grupo de pacientes como aquel que también se caracteriza por presentar dificultades en el reconocimiento y diferenciación de sus estados emocionales internos ante determinadas situaciones y/o eventos experimentando las mismas consecuencias que el grupo anterior en los índices de actividad somática; pero como poseen una menor función reflexiva este tipo de pacientes presentan dificultades para: interpretar las señales emocionales como estados afectivos internos y para atribuir las manifestaciones corporales consecuentes a alguna variable identificable. Por lo tanto este grupo es más propenso a desarrollar algún tipo de psicopatología de la esfera somática ya que en concreto presentan dificultades para poder desarrollar una auto-explicación de la experiencia somática en curso no pudiéndola atribuir a ninguna causa determinada, sino por el contrario, este tipo de pacientes solo puede atribuir e identificar su experiencia corporal como una disposición personal.
Comentarios finales
Como ya se ha mencionado, hoy en día se hace sumamente necesario desarrollar modelos integradores en psicología y en psicoterapia con el objetivo de emprender una visión más acabada de los fenómenos del funcionamiento psicológico de los individuos
y sus implicancias para la emergencia de psicopatologías.
En este sentido los aportes derivados desde la neurociencia afectiva, sumados a los paradigmas netamente psicológicos nos pueden ofrecer fundamentos científicamente validados para una mayor comprensión y abordaje en lo que respecta a la psicoterapia.
Con respecto a esto, el otorgar un sustento científico y actualizado (p.e. desde la neurociencia afectiva) a los planteamientos que nos ofrecen los modelos de orientaciones en psicoterapia se ha tornado un desafío esencial para la psicología de hoy.
La psicoterapia para que sea efectiva debe necesariamente desarrollar modelos con un fundamento sólido y con base en líneas de investigación científicamente validadas. En este sentido los procesos de regulación emocional y su respectivo substrato neuroanatómico han adquirido un rol fundamental en la comprensión de la respuesta afectiva humana y sus respectivas implicancias para la psicopatología y la psicoterapia, ya que son estrategias perfectamente entrenables (Silva y Slachevsky, 2005). Es por eso que estas conceptualizaciónes debiesen considerarse al momento de desarrollar modelos integrativos en psicología.
Referencias
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