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Recensión de:
"El cerebro emocional"
LeDoux, J. El cerebro emocional. Barcelona: Ariel-Planeta, 1999
(The emotional brain. Nueva York: Simon & Schuster, 1996)

por:

Beatriz Ortiz Soria
Universidad de Murcia

     Que la Psicología de la Emoción suscita paulatinamente mayor interés entre los investigadores, es tan cierto como que recientemente todo lo que tiene que ver con las emociones atrae al público general. Avispados –los editores- multiplican los libros de divulgación que descansan bajo el neón de los grandes almacenes.

Cuesta trabajo entender cómo del más que mediocre libro de Goleman se vendieron cientos de miles de ejemplares; imagino la sonrisa malévola de Mayer y Salovey... cuando alguien les interpelara sobre la “inteligencia emocional”. Otros libros correrán peor suerte mercantilista, están escritos por autores respetados, a medio camino entre la divulgación y el texto científico. Entre estos últimos se sitúa el libro que ocupa esta recensión, así como el magnífico trabajo de Antonio Damasio (Descartes´ error. Emotion, reason, and the human brain. Nueva York: Grosset/Putman Boook; traducción española en Barcelona: Crítica Grijalbo Mondadori, 1996).

Joseph LeDoux, profesor del Centro de Neurología de la Universidad de Nueva York,  presenta en esta obra una visión general sobre los mecanismos cerebrales de las emociones, a la que él mismo ha contribuido decisivamente. Recordemos que LeDoux, junto a un numeroso grupo de investigadores, logró, en el contexto del estudio del miedo aprendido, demostrar la existencia de vías que transmiten la información sensorial desde el tálamo a la amígdala, sin intervención primaria de los sistemas corticales, lo que se puede interpretar como una evidencia de que existe un procesamiento emocional precognitivo. De hecho, este autor propuso el concepto de sistema de evaluación amigdalino, por cuanto a la amígdala se le atribuyen funciones de valoración primaria sobre estímulos emocionalmente relevantes para el organismo.

Si bien tradicionalmente la Psicología de la Emoción ha estado centrada fundamentalmente en el estudio de las emociones como procesos psicológicos independientes de los mecanismos cerebrales -hace escasamente 20 años muy pocos neurólogos situaban la emoción como su principal objeto de estudio-,  conforme se avanza en la lectura del texto se vislumbra con mayor solidez la acertada integración que LeDoux realiza de las que hasta hace pocas décadas aparecían como dimensiones separadas.

En la primera parte del libro LeDoux presenta la dimensión funcional y biológica de las emociones, acentuando su decisiva influencia en la conducta humana. Como tales funciones biológicas son fundamentalmente producto de la evolución, permiten al organismo sobrevivir en entornos hostiles, por lo que se han conservado prácticamente intactas a través de la historia evolutiva; por tanto, para analizar los mecanismos cerebrales subyacentes a determinadas respuestas emocionales -el autor presenta como ejemplo paradigmático el análisis de la conducta del miedo basada en la respuesta de defensa- los resultados obtenidos en la investigación de laboratorio con animales pueden ser generalizables al ser humano. Finalmente, en esta primera parte, que constituye toda una declaración de intenciones, el autor revisa la tradicional dicotomía cognición-emoción discutiendo la tendencia cognitivista a concebir la mente sin las emociones, cuestionando su naturaleza antagónica, y analizando el peso que esta perspectiva ha tenido sobre algunos planteamientos teóricos en Psicología de la Emoción.

La segunda parte constituye propiamente el análisis de los mecanismos implicados en el proceso emocional. En este bloque se desarrollan las bases neurológicas del procesamiento emocional, introduciéndose aquí otro de los aspectos fundamentales de la concepción del autor: el inconsciente emocional; es decir, la mayor parte de la actividad emocional del cerebro se produce de manera no volitiva. Los sentimientos sólo se producen cuando esos mecanismos se ponen en funcionamiento en un animal que tiene la capacidad de tener consciencia de sí mismo y de sus relaciones con el ambiente. Concluye este bloque proponiendo como referencia el análisis del mecanismo cerebral del miedo, cuya base neuronal, basada en la respuesta de defensa, señala como similar en el hombre y en el resto de los animales.

Por último el autor presta atención a la formación de recuerdos emocionales y realiza una breve revisión de diversos trastornos de ansiedad, proponiendo teorías explicativas de cada trastorno basadas en los estudios sobre el condicionamiento del miedo.

El texto concluye con, a nuestro juicio, la cuestión clave a resolver: ¿cuál es el tránsito entre lo que el autor ha denominado emoción y el sentimiento o experiencia consciente?, es decir, ¿de qué forma la activación de un mecanismo emocional cerebral da lugar a la experiencia emocional subjetiva?. Así, aclarar la secuencia estímulo-sentimiento es uno de los objetivos fundamentales de la investigación sobre las emociones. LeDoux, continuando con el ejemplo del mecanismo del miedo, base de su argumentación, propone en este último punto cuáles serían los requisitos imprescindibles para que se produzca el sentimiento del miedo, subrayando un aspecto fundamental: la facultad para tener sentimientos está directamente relacionada con la capacidad para tener conocimiento consciente del yo y de su relación con el entorno. En suma, para LeDoux el análisis de la experiencia emocional no es un problema sobre la emoción, sino sobre la forma en que ocurren las experiencias conscientes.

No obstante, el autor no se detiene en el análisis de la experiencia subjetiva de la emoción, ni en sus diferencias interindividuales, aspecto de estudio relevante en el ámbito de la Psicología de la Emoción, y que sin duda contribuiría a enriquecer el conocimiento sobre este proceso.

A nuestro juicio, considerar que los sentimientos conscientes por los que conocemos y apreciamos nuestras emociones son “desvíos” en su estudio científico, sólo contribuye a ignorar toda la complejidad y multidimensionalidad del fenómeno emocional y por tanto, a reducir de forma importante nuestra capacidad explicativa. Si bien como indica el autor, resulta fundamental la comprensión del mecanismo del procesamiento del significado emocional de los estímulos, no parece adecuado obviar el análisis de los resultados de ese procesamiento.

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