VOLUMEN: XIII  NÚMERO: 34

 

Una propuesta explicativa integradora de la conducta homosexual

 

 José Moral de la Rubia

 

Introducción: Planteamiento del problema

 

Este artículo de tipo ensayo hace una propuesta explicativa de la conducta homosexual desde un enfoque integrador biopsicosocial. Se habla de la conducta homosexual como un fenómeno natural de la sexualidad sin connotar anormalidad o psicopatología. La naturalidad se entiende como un producto de la naturaleza, presente en casi todas las especies de vertebrados frente a un producto meramente socio-cultural. No obstante, la propuesta es integradora, lo natural no es excluyente, ya que considera como esenciales tanto los determinantes psicológicos como socio-culturales. La metodología del artículo es argumentativa, tomando hallazgos empíricos y teorías de la sexología (estadísticas sobre prevalencia de la conducta homosexual), biología (perspectiva evolutiva y teoría de la plasticidad sexual), etología (perspectiva funcional o adaptativa de la conducta homosexual), psicología (experiencias e identidad) e historia y antropología cultural. La propuesta tiene una pretensión de modelo conjetural que sirva de heurístico científico, por lo que se fomenta su puesta a prueba y falsación.

 

Hoy en día, en ciencias sociales y en la filosofía, dentro del campo de estudio de la orientación sexual, se ha impuesto la perspectiva de género, el modelo gay y teoría queer, los cuales tienen unas bases epistemológicas constructivistas y un claro componente ideológico de aceptación de la diversidad, reivindicación y lucha política activa. Estas posturas teóricas en un principio pueden calificar la presente propuesta como un reproceso, un intento de normalización, universalizar y esencializar la otredad. No obstante, en la medida que se acentúa lo empírico y la integración de diversos saberes y no los aspectos ideológicos, da un claro giro al discurso. Sólo las teorías con vocación positivista, al ser probadas y modificadas con las refutaciones, darán base científica a argumentos meramente políticos que con un cambio de tendencia quedan desacreditados. Esto es, puede dar solidez a una postura más racional ante el hecho social de la homosexualidad que evite su criminalización y patologización. La mayor irracionalidad surge ante lo que se desconoce y teme y las argumentaciones ideológicas no son realmente conocimiento, sino justificaciones de deseos.

 

¿Qué es la sexualidad?

 

La sexualidad surge como un medio de transmisión de los genes con ventajas para la adaptación al entorno frente a la reproducción asexual (mitosis y esporas), por la mayor diversidad de genotipos que genera, lo que se expresa en fenotipos más variados con ventajas diferenciales ante distintos entornos cambiantes. Los órganos reproductivos y el dimorfismo sexual surgen en las plantas. Este dimorfismo y el impulso a la reproducción dieron la base para la competencia sexual, la cual se convirtió en un mecanismo de mejora de las especies en términos de adaptación. Aparte de la competencia sexual otro mecanismo muy importante para la supervivencia de muchas especies es la conducta de solidaridad entre los progenitores para la crianza y los lazos de grupos familiares y sociales (Cronin, 1991).

 

La conducta sexual humana, como la de los mamíferos superiores, especialmente de los primates y antropoides, se caracteriza por una gran plasticidad, incluyendo masturbación, conducta reproductiva, conducta homosexual y conductas parafílicas (Kinnish, Strassberg y Turner, 2005). La función de la sexualidad a nivel de especie es la reproducción y mejora adaptativa; de ahí que unas estructuras cerebrales y anatómicas específicas han evolucionado en las especies animales para garantizarla, generándose las sensaciones de excitación, deseo, placer y orgasmo. El núcleo acumbens, haz prosoencefálico medial, núcleo tegmental-ventral, septum pellucium, amígdalas, núcleo de la cama, estría terminalis, áreas de hipotálamo (área preóptica y núcleo ventro-medial), hipófisis, gónadas y cápsulas suprarrenales son estructuras cerebrales subcorticales y endocrinas implicadas en el deseo y placer sexuales, las cuales son muy sensibles y plásticas ante la acción de las hormonas esteroides durante el embarazo y del nacimiento a la adolescencia. En las especies con vidas colectivas, como la humana, la finalidad de la sexualidad a nivel de grupo es la preservación del mismo, garantizando su dominio en el entorno y equilibrio con los recursos disponibles (Claramonte, 2006). Desde las estructuras cerebrales que regulan la sexualidad, su finalidad para el individuo es preservar el equilibrio pulsional interno, proporcionar placer y convertirse en un recurso adaptativo dentro del grupo.

 

La mayoría de las sociedades humanas han reforzado la conducta reproductiva, los lazos estables entre los progenitores y grupos familiares y han castigo las conductas no reproductivas y desintegradoras de estos lazos. La religión, así como los códigos civiles y penales han garantizados tales objetivos (Crompton, 2003).

 

¿Qué es la homosexualidad?

 

La conducta homosexual consiste en relaciones sexuales con miembros del mismo sexo. Puede ser encubierta (fantasías, deseos y pensamientos) o manifiesta (conducta públicamente observable, como cortejo, caricias, besos, frotamiento, felación, coito, cunnilingus,…).

 

La homosexualidad se puede definir como la atracción preferencial a relacionarse afectiva y eróticamente con personas del propio sexo. Para clasificar de forma estricta a una persona como homosexual se requiere que presente deseo preferencial hacia personas del mismo sexo, haya tenido conductas homosexuales manifiestas (en ausencia o con dominio claro sobre la conducta heterosexual) y se identifique como homosexual. La orientación homosexual exclusiva en los mamíferos superiores es poco usual, pero conductas homosexuales se dan con frecuencia en todas las especies de mamíferos, dependiendo de ciertos determinantes situacionales (Kirkpatrick, 2000; Muscarella, 2000). Incluso, dentro de la especie humana, la orientación homosexual exclusiva es poco frecuente, cuando las conductas homosexuales no lo son, especialmente en los varones. La homosexualidad exclusiva usualmente es inferior al 3% en hombres y 2% en mujeres en estudios poblacionales (Black, Gates, Sanders y Taylor, 2000).

 

La conducta homosexual, a lo largo de la historia y en muy diversas sociedades, ha estado penalizada, siendo calificada de delito sexual e incluso pudiendo ser acreedora de pena de muerte, como ocurría en varios países europeos hacia finales de la edad media y hasta el apogeo de la ilustración y la revolución francesa (Crompton, 2003). Cuanto más dura es castigada la conducta homosexual es menos frecuente y está más oculta, pero nunca desaparece.

 

En Europa, en la sociedad científica que surge de la ilustración, la condena moral y penal de la homosexualidad es sustituida por otra médica. La homosexualidad es catalogada como una parafilia que debe ser tratada; pero, al igual que con las condenas penales, se ha resistido a todo tipo de tratamiento, ya sea médico o psicológico. En 1886, el reconocido sexólogo Richard von Krafft-Ebing enlistó la homosexualidad junto con 200 tipos de prácticas sexuales parafílicas en su manual Psychopathia Sexualis. Krafft-Ebing proponía que la homosexualidad era causada por una inversión del deseo sexual, congénita en unos casos y adquirida en otros, y debía ser tratada. Este punto de vista ha sido prevalente entre psiquiatras y psicólogos hasta la década de 1970, cuando el Asociación Psiquiátrica Americana decidió eliminar la homosexualidad de su Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales; desde entonces ya no se considera objeto de tratamiento correctivo.

 

Al estudiar la conducta sexual en las especies animales y revisar la conducta homosexual en su condena y persecución a lo largo de la historia humana, cabe preguntar ¿se está combatiendo un patrón natural con unas funciones que, de forma espontánea, se manifestaría en una frecuencia no deseable para los criterios ético-sociales?

 

¿Qué determina la conducta homosexual?

 

Desde los estudios de corte biológico

 

La extensa investigación biológica de la orientación sexual humana, centrada en la homosexualidad exclusiva masculina (se publica al menos el doble de estudios en hombres que en mujeres), señala que una adecuada masculinización de las estructuras cerebrales sexualmente dimórficas predispone a condicionar deseo heterosexual en el hombre, aunque se haya hecho una reasignación temprana de sexo (casos de extrofia cloacal o ablación de pene accidental en la circuncisión de un bebé masculino); la ausencia de acción de los andrógenos conlleva una feminización cerebral y la tendencia a condicionar deseo heterosexual en la mujer o en un hombre con fenotipo femenino (síndrome de insensibilidad a los andrógenos completo); una androgenización parcial da problemas de orientación sexual en ambos sexos (hiperplasia adrenal congénita en las mujeres y síndrome de insensibilidad a los andrógenos parcial en los hombres) (García-Falgueras et al., 2005). La línea de investigación biológica muestra un indicador neuroanatómico: la feminización del núcleo intersticial 3 del hipotálamo anterior en hombres (LeVay, 1992; García-Falgueras y Swaab, 2008); remarca que existen determinantes genéticos (incluso teniendo más peso en la mujer) junto con determinantes ambientales (Bailey, Dunne y Martin, 2000; Kirk, Bailey, Dunne y Martin, 2000); asimismo, propone dos tipos etiológicos de homosexualidad en hombres, uno relacionado con un gen en la ubicación Xq28 (Turner, 2004) y otro con el orden de sucesión fraterna masculina (Cantor, Blanchard, Paterson, y Bogaert, 2002). La línea de transmisión de la orientación homosexual en hombres más demostrada es la materna. Los hombres homosexuales tienen más tíos y primos homosexuales por línea materna que por línea paterna, lo que sugiere un gen ligado al cromosoma X. A pesar de la controversia, con unos estudios positivos y otros negativos para el gen en la ubicación Xq28, la mayoría de los autores están de acuerdo que éste sería un tipo etiológico de homosexualidad que vendría a explicar sólo el 5% de la conducta homosexual en los hombres (Turner, 2004). Al igual que el patrón de orden de nacimiento fraterno (al menos un hermano mayor varón) sería un tipo etiológico de la conducta homosexual, aunque éste último explica hasta el 14% de la homosexualidad masculina. El efecto del orden de nacimiento fraterno no se presenta en mujeres, es exclusivo de los hombres. Se atribuye a una reacción inmunológica en la madre (antígeno menor de histocompatibilidad ligado al cromosoma Y), aunque esta reacción inmunológica todavía no está demostrada (Cantor et al., 2002). Además, la zoología nos aclara que la conducta homosexual no es exclusiva del ser humano, sino que aparece en casi todas las especies de vertebrados y se incrementa según se asciende en el árbol taxonómico hacia los mamíferos. La etología nos aclara los contextos o situaciones en los cuales la conducta homosexual se manifiesta, tomando en consideración la máxima que en biología nada toma sentido si no es bajo la luz de la evolución y la adaptación a ambientes cambiantes y dinámicos. Si la conducta homosexual está presente en las especies de vertebrados menos evolucionadas, y ha aumentado en frecuencia, incluso en exclusividad, en las especies más evolucionadas, como simios, antropoides y homínidos; entonces debe tener una función adaptativa (Kirkpatrick, 2000; Muscarella, 2000).

 

Ciertos genes del feto, reacciones inmunológicas o patologías orgánicas de la madre, consumo de drogas durante el embarazo o genes de la madre pueden afectar a la acción de las hormonas sexuales, predisponiendo una orientación homosexual, la cual se expresará dependiendo de variables contextuales y vivenciales. No obstante, se conjetura que el patrón natural de conducta homosexual no se reduce sólo a estas condiciones de alteraciones de andrógenos en el desarrollo temprano. Finalmente, estaría ligado a los genes que regulan el deseo sexual, los cuales predisponen a condicionar deseo heterosexual, a través de la acción de las hormonas en el desarrollo fetal y durante los primeros años de vida, pero es un deseo bastante plástico e influenciable por determinantes ambientales, las experiencias personales y la construcción de la identidad sexual; es decir, la conducta homosexual estaría inscrita en la estructura genética-estructural-hormonal general que regula la sexualidad, debido a la plasticidad de la misma (Diamond, 2003; Kinnish et al., 2005). La mayor flexibilidad de la orientación sexual da lugar a una mayor adaptabilidad a los entornos.

 

El patrón natural de deseo y conducta homosexuales se activaría, con un carácter temporal, ante ciertas variables ambientales que han determinado su importancia evolutiva. Una situación sería la presión o densidad poblacional, resultando un regulador poblacional. En muchas especies, como las ardillas, los monos arañas y macacos, las hembras se implican en cópulas homosexuales cuando ellas están en un ambiente nuevo y sufren estrés, lo cual sirve como un mecanismo para evitar la sobrepoblación y sufrir embarazos cuando las condiciones ambientales no son óptimas (Mitchell, 1979), además estas relaciones sirven para reducir el estrés. En las ardillas y perros de la pradera, cuando hay exceso de población, aparecen individuos con conducta homosexual exclusiva que permanecen en el grupo familiar y ayudan a la supervivencia de las crías de sus parientes heterosexuales a través de una conducta altruista (Kirsch y Rodman, 1982).

 

La conducta homosexual es un reductor de estrés. Las relaciones homosexuales sostenidas macho-macho o hembra-hembra en primates, como los macacos japoneses, gorilas de montaña y gibones resultan en un descenso del estrés y la tensión y en un mejor cuidado de los individuos implicados, lo cual se traduce en una mejor salud para el individuo y aumenta sus oportunidades de reproducción posteriormente. Este estrés naturalmente puede ser motivado por el exceso de población, la presencia de un número excesivo de machos dominantes o depredadores, así como la inmadurez y exclusión del grupo grande (Yamagiwa, 1992).

 

Otra situación sería la jerarquía social. La conducta homosexual se puede convertir en un modo de sometimiento y estrategia de supervivencia y de vinculación. La conducta homosexual macho-macho en primates, así como en los borregos de montaña, es frecuentemente vista en el contexto de rango de dominancia, alta tensión social o estrés en una situación de competencia sexual. De ahí que ciertas variables de familia, crianza y contexto de poder tomen importancia (Small, 1993).

 

Desde la consideración del patrón natural, la conducta homosexual puede ser un medio de expresión de la sexualidad cuando no está disponible el otro sexo. De ahí que en los sujetos con más impulso sexual sea más probable la presencia de conductas homosexuales cuando están en ambientes deprivados de otro sexo por largos periodos de tiempo, tengan o no antecedentes. En los mamíferos se observa conductas homosexuales con mucha frecuencia en animales jóvenes entre sus primeras experiencias sexuales, cuando el acceso a las hembras, por la competencia sexual, todavía les está negado en función de sus capacidades, pero cuando ya han alcanzado la madurez sexual (Denniston, 1980). Precisamente, Alcock (1993) postula que la evolución biológica de la homosexualidad es el resultado de un impulso intenso a tener sexo. Se le denomina teoría del efecto colateral. La hipersexualidad que consecuentemente ha evolucionado en machos les causa un impulso a mantener el número máximo de cópulas con el rango más amplio de parejas. Un reconocimiento sexual imperfecto cuando están sexualmente muy excitados les conduce a montar tanto a las hembras como a los machos, especialmente en los machos más jóvenes. Denniston (1980) señala que la homosexualidad animal es un nombre erróneo y en realidad se refiere a la bisexualidad o ambisexualidad. El mayor impulso sexual en el macho se demuestra por la conducta de masturbación que es mucho más frecuente que en hembras en todas las especies de mamíferos, así como las interacciones coitales heterosexuales y la conducta homosexual. Por tanto, la mayor prevalencia de la conducta homosexual en hombres no sería tanto un gen específico, sino un mayor impulso sexual, determinado por la organización genética de su sexualidad.

 

Frente a la propuesta de la hipersexualidad y su consecuencia natural de Denniston (1980) y Alcock (1993), está la hipótesis de la función adaptativa en la perspectiva etológica y evolutiva de la homosexualidad. Miller (2000) ha sugerido que la conducta homosexual en machos es una consecuencia de una feminización cerebral en grado variable asociada a determinados rasgos de personalidad, como mayor empatía, que hace a estos machos atractivos para las hembras y los convierten en mejores padres. La conducta homosexual sería consecuencia de un polimorfismo genético que cambia el desarrollo cerebral del macho, y su conducta, hacia rasgos femeninos. Aunque algún grado de feminización contribuye al éxito reproductivo, demasiada tendría un efecto inverso. Debido a las variaciones genéticas más usuales, un porcentaje pequeño de machos estarían feminizados en exceso y mostrarían una conducta exclusivamente homosexual. En esta línea, Rahman y Wilson (2003) proponen que variaciones en genotipos crearon homínidos masculinos con rasgos conductuales femeninos y bisexualidad en sus preferencias sexuales. Estas características contribuyeron a la afiliación con individuos de su mismo sexo; asimismo, a que las hembras se viesen atraídas por ellos, debido a la asociación de estos rasgos con una menor agresión e infanticidio y al incremento en las conductas de cuidado paternal Al tener una orientación bisexual, estos machos no rechazan a las hembras. Con el tiempo, las hembras eligieron con más frecuencia rasgos femeninos en los machos, lo cual condujo a la evolución de alelos asociados con intereses exclusivamente homosexuales. La contribución de los rasgos femeninos a la paternidad y la alta viabilidad de las crías hacen que la homosexualidad exclusiva no tenga finalmente efectos deletéreos y el polimorfismo balanceado sea mantenido en la población. Los autores argumentan que, aunque algunos trabajos en animales y humanos señalan un exceso de testosterona en el desarrollo fetal, la conducta homosexual sería resultado de una feminización de ciertas estructuras cerebrales, debido a deficiencia de receptores o ligandos para la testosterona en esas áreas. Así, el cerebro podría estar feminizado cuando el cociente entre el dedo índice y anular es más pequeño que en machos heterosexuales y el tamaño de los genitales y el impulso sexual son mayores, indicando una masculinización somática excesiva. Kirkpatrick (2000) y Muscarella (2000) coinciden en señalar que la evolución de la conducta homosexual humana procede de la selección de individuos con conductas altruistas y que mostraban menos rasgos de agresividad entre miembros de su mismo sexo, así estos individuos contribuían a un reparto más equitativo de recursos y a disminuir los enfrentamientos violentos. Mucarella (2000) argumenta que probablemente los homínidos más jóvenes, al igual que varias especies de simios y antropoides, eran marginados en los grupos sociales al alcanzar cierto grado de madurez. La capacidad para entablar relaciones homosexuales aumentaba su probabilidad de supervivencia en esta etapa, además de permitir el acceso a alianzas para ascender en la escala social. Este ascenso proporcionaba posteriormente la oportunidad de ganar competitivamente hembras y reproducirse. Así, la orientación sexual flexible o bisexual era ventajosa. Ciertos genes predispondrían, por grados variables de penetrancia, a la conducta homosexual. La dominancia de la conducta homosexual sería variable, dependiendo de las experiencias personales, condiciones ecológicas, así como procesos psicológicos y sociales. Actualmente, las propuestas de Kirkpatrick (2000) y Muscarella (2000) se consideran conjeturas sugerentes, pero no suficientemente demostradas.

 

Hathaway y McKinley, en 1940, intentaron crear una escala psicométrica para diagnosticar homosexualidad con base en rasgos conductuales afeminados. Así, crearon la escala 5 del Inventario Minnesota Multifásico de la Personalidad (MMPI). No obstante, el producto final fue una escala de rol de género y no de orientación sexual, por su capacidad muy limitada para discriminar a hombres y mujeres heterosexuales de hombres homosexuales y mujeres lesbianas. Esta escala unidimensional en sus puntuaciones altas refleja un desempeño del rol de género muy femenino y en sus puntuaciones bajas muy masculino. En la revisión del instrumento en 1989, la escala 5 sigue siendo de rol de género, con dos modalidades para hombres y mujeres. A pesar de no lograrse una escala de orientación sexual o homosexualidad latente, los hombres homosexuales promedian significativamente más alto que los heterosexuales en esta escala (Hershberger y Segal, 2004).

 

La propuesta de este artículo considera que los patrones naturales son diversos y compatibles con ambas concepciones (impulso sexual muy fuerte y efecto de las selección de rasgos femeninos asociados con bisexualidad), además se acentúa la función de regulador poblacional menos trabajada. El patrón natural de la homosexualidad tiene un carácter temporal. No obstante, en humanos la integración de estas experiencias y la construcción de una identidad dentro de unos significados y expectativas sociales pueden dar lugar a una orientación homosexual más consistente o exclusiva. De ahí que la conducta homosexual exclusiva sea más frecuente en humanos que otras especies de mamíferos superiores y dentro de la especie humana en hombres que en mujeres. Su inscripción anatómico-cerebral se conjetura que está en la arquitectura de la plasticidad sexual de todo individuo sano, sin requerirse la masculinización parcial de estructuras cerebrales o acción de genes específicos. No obstante, las anomalías por exceso o déficit de andrógenos o receptores androgénicos durante el embarazo y primeros años de vida, ya sea por supuestas causas genéticas, enfermedades o efectos tóxicos, facilita la expresión del patrón natural de la homosexualidad, al estar el individuo predispuesto al mismo.

 

Desde los estudios de corte psicosocial

 

Las experiencias tempranas homosexuales, entre ellas abuso sexual (Moral, 2008; Tomeo, Templer, Anderson y Kotler, 2001), aspectos de mal ajuste al rol de género, dificultad de acceso y relaciones frustrantes con el otro sexo (Bem, 2000) son otros de los determinantes del deseo y conductas homosexuales. Tomeo et al. (2001) encontraron que 46% de los homosexuales habían sufrido abuso sexual siendo menores de edad. Moral (2008), en una muestra de 395 estudiantes universitarios de 18 a 28 años de edad, halló que el abuso sexual infantil se asociaba con haber mantenido voluntariamente, al menos una vez, relaciones homosexuales (coeficiente φ=.250, p=.000). La asociación era más fuerte en hombres con un 50% de los casos (4 de 8) que en mujeres con un 10% (3 de 30) (χ2(1, N=395)=4.326, p=.038).

 

Bem (2000) propone que las variables biológicas influyen en el temperamento durante la infancia, las cuales afectan al grado de conformidad del niño con su género. Un niño que muestra rasgos y conductas de disconformidad (afeminados) se siente diferente de sus pares. Los sentimientos persistentes del individuo de ser diferente producirán una activación fisiológica correspondiente que será erótica o sexual cuando los factores madurativos, cognitivos y situacionales se unan para proporcionar el momento crítico de definición sexual. Esta disconformidad puede facilitar la aparición de fantasías homosexuales. La intrusión de las mismas durante la masturbación y su aceptación por el individuo reforzará el deseo homosexual. Este deseo puede finalmente verse reflejado en conductas homosexuales abiertas. Si son más gratificantes que las heterosexuales inclinarán la orientación sexual del individuo hacia personas del mismo sexo y éste terminará por adoptar una identidad homosexual. Así, el autor está defiendo un polimorfismo genético con influencias ambientales para su expresión, al igual que Kirkpatrick (2000) y Muscarella (2000). En el modelo de Bem los rasgos de personalidad implican un problema de ajuste al rol de género que pueden conducir hacia un deseo y conductas homosexuales manifiestas. En los modelos de Kirkpatrick (2000) y Muscarella (2000) los rasgos de personalidad implican afeminamiento y bisexualidad con ventajas adaptativas, reproductivas y de crianza, por lo que fueron seleccionados y han ido aumentando en el genotipo de los mamíferos superiores más avanzados; en algunos sujetos se presenta homosexualidad exclusiva, pero lo más usual es la bisexualidad, con conducta homosexual temporal o pasajera, dependiendo de variables situacionales.

 

Entre todos los determinantes señalados las experiencias gratificantes y su disponibilidad son los que tiene más peso, especialmente cuando la sociedad acepta la homosexualidad y se incrementa su presencia, en comparación con periodos de rechazo y persecución (Moral, 2008). Debe señalarse que el número alto de parejas sexuales distintas entre los hombres homosexuales y bisexuales es muy frecuente, lo cual hace que el acceso al sexo homosexual sea mucho más fácil que el heterosexual. En un estudio realizado en Estados Unidos de América, antes del inicio de la epidemia del VIH/SIDA, en 1978, Bell y Weinberg reportaban que el 75% de los hombres caucasianos que se identificaban como homosexuales habían tenido 100 ó más parejas sexuales a lo largo de su vida (15% de 100 a 249, 17% de 250 a 499 y 15% de 500 a 999 y 28% 1000 o más). Estos porcentajes han bajado con el inicio de las campañas de prevención del VIH/SIDA por el ONUSIDA y las autoridades de salud de los diversos países. En México se atribuye hasta el 60% de los contagios de VIH/SIDA a hombres que tienen sexo con hombres. Los factores de riesgo son la baja frecuencia de uso del preservativo y el número alto de distintas parejas sexuales (ONUSIDA, 2008) y se destaca al grupo de migrantes ilegales como grupo de riesgo por estas prácticas (Bronfman, Uribe, Halperin y Herrera, 2001; ONUSIDA, 2008). De ahí que en la medida que se tolera más la presencia de la conducta homosexual, ésta se fomenta a sí misma, especialmente entre los hombres, donde el impulso y la libertad sexuales están más definidos (Alcock, 1993).

 

El modelo de conducta homosexual de uno de los padres parece tener muy poco peso en el desarrollo de la homosexualidad en el hijo, especialmente si el vínculo es afectivo y siempre que no exista abuso sexual. En la medida que la homosexualidad está proscrita los padres no son abiertos con sus hijos y por el contrario intenta inculpar en él un rechazo hacia la misma. De ahí que los estudios no destacan esta variable como clara, incluso en hijos adoptados por homosexuales. Se señala que el lazo afectivo y el respeto por los hijos, es decir, la ausencia de seducción o abuso sexual, determinan una gran libertad de orientación sexual en los hijos criados por padres homosexuales, quienes en conjunto no difieren de la población general (Johnson y O´Connor, 2002).

 

Entre de los estereotipos homofóbicos está la idea de que los hombres homosexuales son incapaces de entablar relaciones románticas estables y que tiende a ser pedófilos. No obstante, esa imagen no es apoyada por los datos. Los homosexuales sí tienen fantasías y expectativas románticas y el ser homosexual no es un factor de riesgo para abusar sexualmente de menores, aun considerando la alta prevalencia de abuso sexual dentro de este grupo y que la mayoría de los varones menores de edad que han sido víctima de abuso sexual reportan que su agresor fue un hombre (Silverthorne y Quinsey, 2000). Existe un subtipo de pedófilos homosexuales, pero su frecuencia dentro del grupo de pedófilos es baja y equivalente a la frecuencia de la homosexualidad en población general; de ahí se demuestra que el ser homosexual no es un factor de riesgo para la pedofilia (Mandeville-Norden y Beech, 2009).

 

El hecho de que la orientación homosexual exclusiva aparezca en el ser humano con mucha más frecuencia que en otras especies puede explicarse por el efecto de ciertos mecanismos psicológicos asociados a la autoconciencia más desarrollada en nuestra especie (Dubé, 2000; Diamond, 2003). La consonancia cognitiva y elaboración de una identidad positiva, dentro de unos significados y estereotipos sociales, determinan la aceptación por el propio sujeto de su deseo y conducta. Debe señalarse que las identidades son múltiples.

 

Finalmente, son las experiencias sexuales, tanto directas como vicarias y fantaseadas, y el modo en que la persona las integre, lo que determina una conducta homosexual pasajera o exclusiva, así como su carácter patológico (paranoide o neurótico) o integrado (Moral, 2008). Los determinantes genéticos y neurohormonales evolutivos sólo son facilitadores de este proceso, pero no causas necesarias.

 

Schindhelm y Hospers (2004), en un estudio en Alemania con 961 hombres que se definen como homosexuales, encontró que el 68% de los encuestados habían tenido su primera experiencia homosexual antes de adoptar tal identidad. Dubé (2000) señala que la identidad homosexual en los hombres se adquiere, en el 58% de los casos, por una secuencia de contactos sexuales con personas del mismo sexo. Diamond (2003) remarca que las mujeres muestran mayor variabilidad que los hombres en la edad que deciden de forma consciente su primer contacto homosexual y su disidencia sexual. A su vez, las mujeres ponen menos énfasis en los determinantes de experiencia sexual en su orientación lésbica o bisexual y es más probable que señalen que es una opción personal frente a los hombres que indican que es algo dado y fijo. En un seguimiento de 5 años, Diamond encontró que un cuarto de las mujeres renunciaba a su identidad lésbica o bisexual. Dentro de este grupo con cambio, la mitad se definía como heterosexual y la otra mitad evitaba etiquetas de identidad. Kinnish et al. (2005) critican la hipótesis manejada por muchos estudios de que la orientación sexual se fija a muy temprana edad. Proponen que la orientación sexual es flexible e indican que esta flexibilidad en la identidad sexual es mayor en la mujer que en el hombre.

 

Hsueh-Hao (2009) señalaba que la diferencia sociodemográfica más importante que surge en las muestras poblacionales es el lugar de residencia. En la muestra nacional de Estados Unidos de América hay una gran variabilidad entre ciudades. La ciudad donde la persona pasó su pubertad y adolescencia era un claro determinante de orientación homosexual. Lo cual apoya la hipótesis de una identidad sexual socialmente construida e internalizada en el proceso de experiencias personales y maduración.

 

Desde los estudios socio-culturales

 

Como elementos inhibidores de la conducta homosexual aparece su condena penal, la prohibición religiosa y la presión social, especialmente ante el chisme y la segregación. De ahí que, en las sociedades donde los valores son muy represivos y condenatorios de la homosexualidad, como la cultura latina, ésta esté oculta y reducida a su mínima manifestación. El chisme, que normalmente tiene un contenido sexual, se enfoca hacia el control y castigo de la homosexualidad en el hombre y la promiscuidad e infidelidad en la mujer. Lo cual es consonante con unos objetivos sociales reproductivos y de garantía de la transmisión de genes a la crianza y herederos (Vázquez y Chávez, 2008). Por el contrario, en sociedades permisivas, los porcentajes de conducta homosexual aumentan.

 

La teoría aquí presentada hipotetiza que la presión demográfica funcionará como un determinante de la expresión de la conducta homosexual manifiesta. La presente propuesta afirma que la aceptación de la homosexualidad y la presión demográfica no son independientes. Esto explica porque en las sociedades industrializadas se ha cambiado de actitud ante la homosexualidad, frente a la posición tradicional de las sociedades agrarias, donde la procreación era un deber social para su supervivencia y dominio. Incluso, como señala Crompton (2003), la sociedad del clasicismo griego, helenista y de la Roma imperial de los dos primeros siglos eran tolerante hacia la conducta bisexual y homosexual en el esclavo, pero no hacia la conducta exclusivamente homosexual en el hombre libre.

 

Las actitudes hacia la homosexualidad en el tiempo presente en los países occidentales son bastante permisivas. Las mujeres aceptan la homosexualidad más que los hombres (Moral, 2008); asimismo, las personas con estudios universitarios que las personas con baja escolaridad y las habitantes de ciudades cosmopolitas que los habitantes de ciudades pequeñas y pueblos (Moral y Ortega, 2009). Verweij et al. (2008) estudiaron el origen de las actitudes homofóbicas. Para examinar las influencias genéticas y ambientales en la varianza de las actitudes homofóbicas, estudiaron una muestra de 4,688 gemelos quienes completaron un cuestionario de conducta y actitudes sexuales, donde se incluía una escala de actitud hacia la homosexualidad. Los resultados mostraban que los hombres tenían una actitud de mayor rechazo hacia la homosexualidad que las mujeres; a su vez, los hombres heterosexuales eran más homofóbicos que los hombres que tienen sexo con hombres. La edad no tuvo un efecto significativo en la actitud. El modelo genético indicaba que el 46% de la varianza de las puntuaciones en la escala de actitud hacia la homosexualidad era explicado por factores de ambiente no compartido, 36% por factores genéticos y 18% por factores de ambiente compartido con el hermano gemelo. Al corregir las puntuaciones con base en hallazgos previos, la estimación del ambiente compartido podía ser enteramente explicada por los factores genéticos, tomando más peso que el ambiente específico al individuo. Los autores concluyen que las actitudes hacia la homosexualidad son sustancialmente heredadas y que las influencias ambientales son pequeñas. Estos datos concuerdan con los resultados del estudio de Kirk et al. (2000), quienes emplearon una muestra de 4,901 gemelos australianos de 18 a 52 años de edad. En esta muestra el factor genético tenía tanto peso como los dos ambientales (compartido e individual) en la determinación de las actitudes hacia la homosexualidad.

 

Probablemente lo que se herede sea una rigidez actitudinal, lo cual debe ser contrastado en relación con las demás actitudes en temas donde se tiende a adoptar posturas más radicales (xenofobia, aborto, religión, …). No obstante, la expresión de este rasgo cognitivo heredado va a estar influenciado por variables contextuales. Si el entorno castiga las actitudes homofóbicas radicales y lo adecuado socialmente es manifestar aceptación o neutralidad, entonces las puntuaciones en pruebas de auto-informe dentro de la población se moverán hacia el polo de aceptación. A su vez, los sujetos más rígidos se podrían convertir en defensores radicales e intransigentes de la aceptación de la homosexualidad. Conjeturo que lo heredado no es la condena, sino la rigidez en la posición.

 

Aunque las mujeres reportan una actitud más permisiva hacia la homosexualidad (la aceptación y compasión es un rasgo femenino), la menor libertad sexual, la religión y los preceptos familiares internalizados, junto con una control sobre su deseo sexual mucho más eficaz que lo tiene el hombre, conllevan que la conducta homosexual manifiesta sea mínima. No obstante, el reconocimiento del deseo y las fantasías lésbicas o bisexuales son equivalentes al de los hombres, es decir, a nivel de conducta encubierta poseen mayor libertad. También estos inhibidores sociales pueden motivar que para que la conducta lésbica sea manifiesta se requiera una determinación biológica más fuerte.

 

¿Con qué frecuencia se da la conducta homosexual?

 

Laumann, Gagnon, Michael y Michaels (1994) analizaron la Encuesta de vida social y de salud nacional de 1992, integrada por 3,432 hombres y mujeres. Los autores distinguían entre conducta, deseo e identidad. Reportaban una tasa de incidencia de la conducta homosexual del 9% en hombres y 4% en mujeres. El deseo homosexual era equivalente entre ambos sexos (7.7% en hombres y 7.5% en mujeres). El 4.7% de estos hombres reportaban deseos homosexuales y tener sexo con otros hombres y el 3.5% de las mujeres informaban de deseos lésbicos y tener sexo con otras mujeres, pero sólo el 2.8% de los hombres se identificaba como homosexuales y el 1.4% de las mujeres como lesbianas.

 

Black et al. (2000) analizaron de forma conjunta la Encuesta Social General (GSS) y la Encuesta Nacional de Salud y Vida Social (NHSLS) de Estados Unidos de 1989-1996. Hallaron que las estimaciones son más altas en la NHSLS. Al combinarlas obtenían que, desde la adolescencia, 4.71% de los hombres habían tenido sexo con hombres y 3.6% de las mujeres habían tenido sexo con mujeres. La conducta homosexual exclusiva en los últimos 5 años era del 2.6% en los hombres y 1.5% en las mujeres. Más que las diferencias entre sexos, destacaban las diferencias por ciudades, siendo Los Ángeles y Nueva York las ciudades con más incidencia.

 

Turner, Villarroel, Chromy, Eggleston y Rogers (2005) analizaron las estimaciones de la Encuesta Social General (GSS) en Estados Unidos de América durante la últimas dos décadas. Esta encuesta incluía preguntas sobre conducta homosexual desde la adolescencia, en los últimos 5 años y en los últimos 12 meses. Hallaron tasas crecientes, especialmente de la conducta homosexual desde los 18 años, alcanzando un valor máximo de 12% en hombres y 6% en mujeres. Los promedios de 2000 a 2004 ubican la prevalencia para el hombre en 8% y para la mujer en 5%. La diferencia entre sexos era significativa, al igual que la de cohorte, pero destacan las diferencias geográficas entre ciudades.

 

Sell, Wells y Wypij (1995) encontraron que 8.7, 7.9 y 8.5% de los hombres y 11.1, 8.6 y 11.7% de las mujeres en Estados Unidos, Reino Unido y Francia, respectivamente, reportaban atracción homosexual, pero no conducta homosexual, desde los 15 años. El 20.8, 16.3 y 18.5% de los hombres y 17.8, 18.6 y 18.5% de las mujeres en Estados Unidos, Reino Unido y Francia reportaban ya sea conducta homosexual o atracción homosexual desde los 15 años. Así, los porcentajes de conducta manifiesta homosexual eran de 12.1, 8.4 y 10% en los hombres y 6.7, 10 y 6.8% en las mujeres en cada país respectivamente. Los investigadores concluían que la conducta y atracción homosexuales como dos dimensiones diferentes pero que se solapan.

 

Moral (2008), en una muestra de 395 estudiantes de psicología del noreste de México (327 mujeres y 68 hombres), con una encuesta de sexualidad de preguntas cerradas y abiertas, halló que el 21% de los encuestados reconocía haber tenido, al menos, una fantasía o sueño con contenido explícito homosexual, sin diferencia entre sexos (LR(3, N=395)= .625, p=.891). El 14% de los participantes había tenido sólo una vez una fantasía o sueño con contenido explícito homosexual, 6% varias veces, 2% unas pocas veces y 79% nunca. Sin embargo, sólo el 4% de los encuestados había tenido relaciones sexuales con personas de su mismo sexo, habiendo diferencia significativa entre hombres y mujeres (LR(1, N=395)=7.463, p=.006), el 10.4% de los hombres frente a 2.4% de las mujeres. El 24% de los hombres que había tenido sexo con hombres también había mantenido relaciones sexuales con coito vaginal; y el 50% de las mujeres que había tenido sexo con mujeres también había practicado el coito vaginal con hombres. En este estudio no se preguntó por identidad homosexual y en las relaciones sin coito vaginal no se preguntaba por el sexo de las personas con las cuales se practicó. A pesar de ello, parece que la orientación homosexual exclusiva era poco frecuente, especialmente en mujeres.

 

Izazola-Licea, Gortmaker, Tolbert, De Gruttola y Mann (2000) realizaron un estudio cuyo objetivo era estimar la presencia de conducta homosexual en varones de la Ciudad de México. Se trabajó con una muestra probabilística de 8,068 hombres adultos dentro del marco de la Encuesta Nacional de Salud Mexicana. La tasa de respuesta fue del 59%. Las diferencias demográficas entre respondientes y no respondientes a la encuesta no indicaron sesgos significativos. El 2.5% (95% CI: 1.7 - 2.4%) de los hombres encuestados reconocieron haber tenido sexo con hombres a lo largo de su vida. El 2.1 (95% IC: 1.7 - 2.4%) reportaba que junto con relaciones heterosexuales y el 0.4% (95% IC: 0.3 - 0.6%) de forma exclusiva. Entre aquellos con conducta homosexual no exclusiva, el 70% informaba haber tenido sexo exclusivamente con mujeres en el último año, 13% con ambos sexos, 10% estuvieron inactivos y 7% tuvieron sexo exclusivamente con hombres. El 0.1% de los hombres casados tuvieron conductas homosexuales en el último año. Los autores concluyen que la conducta homosexual exclusiva presenta muy baja frecuencia en la población capitalina, siendo más prevalente la conducta bisexual, aunque ésta parece ser transitoria, sobre todo en hombres casados.

 

Las diferencias en los porcentajes estimados deben ser atribuidas a cuestiones metodológicas. La exploración de la conducta homosexual, culturalmente estigmatizada, es muy delicada. Los sujetos sólo se atreven a ser sinceros si tienen verdadera confianza en la confidencialidad de sus respuestas y la certeza de que nadie de su entorno va a tener acceso a esa información. De ahí que las encuestas anónimas levantadas en ambientes privados de investigación logren estimaciones más altas que las realizadas en el ambiente doméstico (visita, llamada o envío postal domiciliario). También afecta el contexto de las preguntas. Si es una encuesta sólo de sexualidad facilita la sinceridad, pero si es una encuesta de salud, donde se hable de VIH, dificulta el sincerarse por miedo a ser tachado de irresponsable. Se carecen de estudios de meta-análisis sobre la estimación del deseo, fantasías, intención, conducta manifiesta e identificación homosexual en hombres y mujeres. Desde la revisión de los estudios más sólidos, parece que, en los países occidentales, el 6-12% de los hombres y el 3-6% de las mujeres han tenido relaciones sexuales con personas del mismo sexo desde la adolescencia, identificándose como homosexuales el 2-3% de los hombres y como lesbianas el 1-2% de las mujeres. La identidad homosexual parece más estable en el hombre. El deseo y las fantasías están presentes en un 16-22% de hombres y mujeres, sin diferencia clara entre sexos, aunque tienden a ser mayor el porcentaje femenino. Así, la conducta homosexual femenina está más inhibida, por factores culturales y por una mayor capacidad de control (menor impulso sexual).

 

Conclusiones: La propuesta explicativa integradora

 

La conducta homosexual es una conducta natural, al presentarse en casi todos los seres vertebrados. Parece una conducta evolutivamente seleccionada, al observarse su incremento en frecuencia y exclusividad en las especies de mamíferos más evolucionadas, en concreto en antropoides y seres humanos. Como conducta evolutivamente seleccionada tiene funciones adaptativas en relación con el control poblacional, descarga pulsional, búsqueda de apoyo, establecimiento de vínculos con personas del mismo sexo, reducción de estrés y la supervivencia en situaciones de sometimiento. Ciertas dinámicas familiares que refuerzan la identidad con otro género, las primeras experiencias sexuales, la dificultad de acceso y las malas experiencias con el sexo contrario, dificultades en el desempeño de rol de género, fomentan la orientación homosexual, siendo estos factores los que tienen mayor peso en el incremento de la conducta homosexual cuando es tolerada. Al tener el hombre homosexual gran número de encuentros sexuales con diversas parejas (rasgo de la sexualidad masculina), y en la medida que la homosexualidad es aceptada, tolerándose más su manifestación abierta, aumenta más entre hombres, al haber más oportunidades para los contactos y primeras experiencias homosexuales. También esto justifica el gran temor que las sociedades han tenido a los homosexuales como socavo a sus políticas de incremento poblacional como garantía de un ejército fuerte, incluyendo la Roma imperial. Es la presión demográfica el gran determinante de la aceptación de la conducta homosexual y actúa en su incremento. La orientación homosexual exclusiva en la especie humana debe atribuirse a mecanismos de autoconciencia, significados sociales y elaboración de una identidad. Qué exista un gen de la homosexualidad está en controversia científica y en todo caso explica un porcentaje bajo de casos con clara línea de transmisión materna (5%). Qué exista un polimorfismo con rasgos de afeminamiento y bisexualidad también es una conjetura no probada, aunque plausible en un porcentaje más grande de casos. No obstante, sí está demostrado que el factor genético está presente como un determinante de la conducta homosexual, seguramente mediado por los efectos de los andrógenos fetales en la masculinización cerebral.

 

Se postula que el aspecto genético del patrón natural de la conducta homosexual se halla en la plasticidad de la organización sexual humana compartida por otras especies de mamíferos. Los estudios neurohormonales con claridad indican que la plasticidad sexual no es total y que la adecuada masculinización de las estructuras sexualmente dimórficas en el cerebro predisponen a condicionar deseo y orientación heterosexuales en el hombre, aunque se haya hecho una reasignación temprana de sexo (casos de extrofia cloacal o ablación de pene accidental en la circuncisión de un bebé masculino). La ausencia de la acción de los andrógenos conlleva una feminización cerebral y la tendencia a condicionar deseo heterosexual en la mujer o en un hombre con fenotipo femenino (síndrome de insensibilidad a los andrógenos completo). Una androgenización parcial da problemas de orientación sexual en ambos sexos (hiperplasia adrenal congénita en las mujeres y síndrome de insensibilidad a los andrógenos parcial en los hombres). De ahí que el factor genético facilitador de la conducta homosexual, todavía no identificado en los estudios moleculares, y el factor del orden de nacimiento fraterno, debe actuar a través de los andrógenos fetales, determinando niveles anormales de hormonas sexuales o de sensibilidad regional a las mismas. Esos supuestos genes y eventos hormonales en el desarrollo temprano facilitan que el patrón natural de la homosexualidad se manifieste, pero igualmente el patrón se puede presentar si están ausentes. La plasticidad sexual y las situaciones ambientales lo posibilitan. La religión y las actitudes sociales represivas, los significados y representaciones sociales negativos son los grandes inhibidores del patrón natural de la homosexualidad. En las mujeres, con una sexualidad socialmente muy limitada, es donde se puede apreciar de forma más clara estos factores inhibidores, especialmente en su conducta manifiesta.

 

Se remarca que el patrón natural de la conducta homosexual es temporal, esto es, se alterna con conducta heterosexual en otros contextos y probablemente la conducta heterosexual domine sobre la homosexual a lo largo de la vida de la mayoría de los sujetos. Las dinámicas sociales, los significados construidos, las expectativas y la integración personal determinarán que sea un patrón temporal o permanente, que sea exclusivo o alternado. Al afirmarse que parece ser una conducta evolutivamente seleccionada, se está implicando que ciertos genes constituyen un fondo de determinación. Lo que estos genes determinan es la plasticidad y adaptabilidad de la conducta a los contextos, con clara tendencia a la heterosexualidad dominante en la mayoría de la población y con tendencia a la homosexualidad dominante en un porcentaje muy pequeño.

 

Desde estas premisas se pueden derivar implicaciones empíricas que se pueden poner a prueba. Cuatro ejemplos serían los siguientes:

 

(1)    Los cambios ideológicos y creencias en las religiones, en función de la presión demográfica, mostrarán cierta regularidad. A mayor presión demográfica, consecuencia de un crecimiento económico y social, se desarrollarán ideologías más liberales hacia la sexualidad y se reducirán las convicciones en las creencias religiosas y seguimiento de sus preceptos sexuales.

(2)    En los inmigrantes ilegales que acceden a sociedades donde hay mayor aceptación de la homosexualidad, por sus condiciones sociales y laborales, se espera la aparición de estas conductas, incluso en personas sin antecedentes de conductas homosexuales.

(3)    En situaciones de alto estrés, donde los lazos afectivos entre personas del mismo sexo aumentan la probabilidad de supervivencia o éxito, se darán más enlaces homosexuales.

(4)    En situaciones de alto autoritarismo y abuso de poder, en instituciones donde está presente sólo un sexo, se darán más conductas homosexuales de sometimiento-sumisión.

 

Al calcular un modelo estructural se logrará estimar la ponderación de la interrelación de la religión, actitudes sociales, presión demográfica (u otras variables situacionales) y conducta homosexual. También es importante contemplar en el análisis de datos los aspectos de deseo, fantasía, intención, conducta manifiesta e identidad sexual. Una variable crítica que se debe contemplar es el aumento del nivel de escolaridad, la cual podría falsar esta propuesta de la presión demográfica y el patrón natural de la homosexualidad, al explicar el mayor porcentaje de varianza y dejar sin peso a los demás factores.

 

Desde este modelo integrador biopsicosocial, se pronostica que la conducta homosexual en México se incrementará en las próximas décadas, sobre todo en grandes ciudades, como en la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, alcanzando un porcentaje mínimo de 4% y máximo de 10% en los hombres, correspondiendo a su mitad (2-5%) en las mujeres. Cuando según las estimaciones más recientes es menor al 3% en hombres y 1% en mujeres (Izazola-Licea et al., 2000). Las actitudes cambiarán con una mayor aceptación y menor homofobia en toda la población. La clave está en la presión demográfica, la pérdida de los inhibidores religiosos y culturales y la influencia del entorno cultural. Todos ellos aspectos interactuantes y dinámicos que fácilmente pueden cambiar.

 

¿Por qué se pronostica un incremento y una duplicación de porcentajes? Porque la población sigue en aumento y en las grandes ciudades ya se empieza a sentir los problemas de la presión demográfica en relación con los recursos y oportunidades de empleo y vivienda. Además, en la última década ha habido indicios claros de cambios hacia un estancamiento demográfico. Ha descendido la natalidad, se ha atrasado la edad de matrimonio y de emancipación de los jóvenes, se ha incorporado más la mujer al mercado laboral y han aumentado los divorcios. Asimismo, están cambiando los inhibidores socio-culturales. Ha disminuido la fe y seguimiento en la religión dominante (católica) y las actitudes hacia la sexualidad tienden a ser más liberales. Los porcentajes que se pronostican están basados en el promedio de las estadísticas de los países desarrollados occidental, sobre todo en la de Laumann et al. (1994) realizada en Estados Unidos de América. A pesar de los avances en equidad de género, se pronostica que la diferencia en la conducta homosexual manifiesta será de al menos el doble en hombres que en mujeres, tal como se aprecia en todos los países. Lo cultural tienen un peso inhibitorio más fuerte en la mujer, de forma muy clara en la cultura latina, y la evolución natural ha desarrollado un impulso sexual más fuerte en el hombre. El pronóstico de cambio se evidenciará en las grandes ciudades que tienen más conexiones con el exterior; en las comunidades rurales, sobre todo en aquellas con un porcentaje alto de población indígena, los cambios serán mucho menores.

 

La gran dificultad para comprobar estas hipótesis es la estimación de la prevalencia de conducta homosexual. En el estudio de Moral (2008), realizado en la ciudad de Monterrey, las estimaciones de la prevalencia de la conducta homosexual manifiesta coinciden con las pronosticadas que están por encima de las estimaciones de la muestra poblacional con hombres de la Ciudad de México. El primer estudio se realizó en el contexto de una encuesta de sexualidad anónima y se motivaba a los participantes a ser sinceros como una contribución a la ciencia. El segundo estudio se realizó en el contexto de una encuesta de salud y por medio de entrevista en el hogar del participante. Seguramente los datos del primer estudio tienen mayor confiabilidad, aunque finalmente debe considerarse que se trata de poblaciones distintas.

 

Esta propuesta teórica asume como supuestos: la existencia de una realidad independiente del observador que actúa como determinante, un determinismo natural, un orden filogenético de evolución, la evolución ligada a la adaptación a un ambiente dinámico, un sistema de regulación cognitivo que integra la información personal en una unidad de autoconciencia y una plasticidad sexual. A nivel de valores se asume neutralidad, pues es la sociedad la que va cambiando de actitudes según las necesidades poblacionales y el incremento de la homosexualidad masculina. Lo que sí se deriva es la falta de justificación de patologizar y criminalizar la conducta homosexual, cuando es una tendencia natural dentro de la plasticidad sexual con funciones adaptativas, de ahí con sentido evolutivo. Incluso el miedo a la homosexualidad, contemplándola como un peligro para la familia y la soberanía nacional, no estaría justificado, pues el patrón es esencialmente temporal (bisexual) y probablemente los hombres con más tendencia a las conductas homosexuales sean más aptos para la crianza y las conductas altruistas, al presentar rasgos cognitivos y motivacionales afeminados. La presión demográfica y el estrés pueden motivar a que aumenten los casos de orientación homosexual exclusiva, pero a favor de la sociedad. De esta propuesta también se deriva que nadie está exento, a lo largo de su vida, de tener conductas homosexuales voluntarias, a pesar de una identidad heterosexual bien establecida, dependiendo de las circunstancias.

 

La investigación sobre la orientación sexual está todavía llena de prejuicios. Sigue pesando la normalidad de una sexualidad reproductiva. Así, los investigadores han de ser críticos a los determinantes socio-históricos de sus discursos y prácticas científicas para poder construir modelos más creativos y con mejor ajuste a la realidad. La pandemia del VIH/DIDA ofrece claros ejemplos de prejuicios e usos ideológicos de la información. Por ejemplo, el señalamiento de los homosexuales y bisexuales como responsables de la diseminación del VIH/SIDA se convierte en un argumento homofóbico; en vez de señalarse simplemente el peligro del sexo no protegido con un número grande de parejas distintas.

 

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