VOLUMEN: XIII  NÚMERO: 34

 

Estudio de la toma de decisiones en una variante de la Iowa Gambling Task.

 

Gordillo, F.

Salvador, J.

Arana J. M.

Mestas, L.

Meilán, J. J. G.

Carro, J.

Pérez E.

 

 

 

La concepción tradicional racional de la toma de decisiones, en la línea del pensamiento de Platón, Descartes y Kant, asume que para optimizar nuestras decisiones debemos dejar de lado las emociones. El pensamiento racional no debe verse afectado por la pasión. Lo que es bueno o malo se infiere del “provecho subjetivo esperado”. Pero, según Damasio, antes de generarse un análisis racional de costes/beneficios, cuando el resultado negativo asociado a una determinada opción de respuesta aparece en la mente, experimentamos un sentimiento desagradable que ayudaría a reducir el número de opciones sobre las que decidir. Este concepto fue denominado marcador somático y quedó definido como un caso especial de sentimientos generados a partir de emociones secundarias que han sido conectados mediante aprendizaje a resultados futuros predecibles de determinados supuestos (Damasio, 1994).

 

Tomar decisiones requiere de un procesamiento emocional adecuado que marque las opciones somáticamente y permita disminuir la incertidumbre. La función de la emoción como guía de la conducta parte de la teoría de los marcadores somáticos de Antonio Damasio (1994), y ha sido respaldada por la tarea de apuestas: Iowa Gambling Task, que ha permitido estudiar el papel que juega la emoción en la toma de decisiones y su relación con las lesiones prefrontales (Bechara et al., 1994) .

 

La corteza prefrontal tiene un papel relevante en diferentes funciones cognitivas como la planificación y el razonamiento, siendo su maduración significativa en etapas tempranas de la vida (Tsujimoto, 2008). En concreto, la región ventromedial ha sido relacionada con el proceso de toma de decisiones gracias a trabajos que han utilizado animales y lesionados prefrontales (Damasio, 1996; Fellows & Farah, 2007).

 

El análisis conductual de sujetos con daños en esta región durante las primeras etapas de la vida (Anderson, Bechara, Damasio, Tranel & Damasio, 1999; Eslinger, Flaherty-Craig & Benton, 2004) evidenció una clara dificultad para la puesta en práctica de reglas sociales complejas que requerían de un análisis de las consecuencias a largo y medio plazo. Damasio (1994) lo explica como la incapacidad de activar estados somáticos asociados a las recompensas y castigos que previamente habían estado vinculados a situaciones sociales específicas. Sin embargo, en sujetos que sufrieron una lesión en etapas adultas de la vida y que por lo tanto habían tenido tiempo de asimilar las reglas sociales, se observó que al situarles frente a estímulos que requerían de una respuesta adecuada y normalizada de planificación respondían en la misma medida que lo hacía el grupo control, pero presentaban déficit en los juicios morales personales, no así en los impersonales, ni en los no morales (Ciaramelli, Muccioli, Làdavas & di Pellegrino, 2007; Prehn et al., 2008; Saver & Damasio, 1991). Parece ser que este tipo de pacientes mantienen intactos sus conocimientos sociales pero no son capaces de llevarlos a la práctica con acierto.

 

Para poner a prueba este supuesto se diseñó la tarea de apuestas: “Iowa Gambling Task” (IGT) (Bechara et al., 1994). En esta prueba el sujeto debe elegir entre cuatro montones de cartas etiquetadas como A, B, C y D. El “jugador” inicia el experimento con 2.000 $ simulados y se le indica que la finalidad del juego es incrementar en lo máximo esta cantidad e intentar perder lo menos posible. El juego consiste en dar la vuelta a las cartas, una cada vez, de cualquiera de los montones. Siempre que levante una carta recibirá una cantidad de dinero y en algunas deberá pagar cierta cantidad también. Los montones A y B (malos) tienen beneficios altos junto a penalizaciones elevadas, por lo que su elección continuada genera pérdidas a largo plazo. Los montones C y D (buenos) tienen recompensas menores pero también lo son las penalizaciones asignadas, por lo que su elección continuada genera beneficios a largo plazo.

 

Estudios posteriores utilizando la IGT (Bechara, Damasio, Tranel & Damasio, 1997; Bechara, Tranel, Damasio & Damasio, 1996) parecían confirmar que la falta de actividad electrodermal anticipatoria era un reflejo de la insensibilidad mostrada por estos sujetos a las consecuencias futuras, lo que les incapacitaría para activar las señales somáticas que distinguían entre las buenas y las malas opciones.

           

La teoría de los marcadores somáticos (TMS) asume que una marca somática emerge y antecede a una conducta de elección, avisando y acotando las posibles elecciones con base a la relación de contingencias establecida por el estímulo en anteriores presentaciones. Presuponer que la actividad electrodermal anticipatoria es una manifestación de la vía somática inconsciente que guía la conducta de elección, conlleva la necesidad de demostrar que se produce dicha actividad electrodermal antes de la elección de un estímulo catalogado como bueno ó malo y que además, antecede al conocimiento del sujeto sobre el programa de pérdidas y ganancias asociado a cada estímulo. La dificultad de este supuesto estriba en que los datos fisiológicos que podrían avalar la existencia de una marca somática tienen un valor correlacional y no causal sobre la conducta de elección resultante. Si no podemos solucionar estos problemas en la interpretación de la actividad electrodermal, tampoco podremos invalidar la posibilidad de que ésta provenga del conocimiento que el sujeto adquiere, durante la prueba, de las contingencias asociadas a cada estímulo (“penetrabilidad cognitiva”) (ver revisión, Dunn,  Dalgleish & Lawrence, 2006).

 

Los primeros trabajos de Bechara con la IGT (Bechara, Damasio, Damasio & Lee, 1999; Bechara, Tranel & Damasio, 2000; Bechara et al., 1996) mostraron que los sujetos normales comenzaban a generar una respuesta electrodermal anticipatoria antes de elegir una de las cartas de los montones catalogados como malos, pero los sujetos con lesiones en la región ventromedial aun generando una respuesta fisiológica tras cada recompensa o penalización, eran incapaces de generar una respuesta electrodermal anticipatoria. De esta forma parecía posible establecer una relación entre la ausencia de la actividad electrodermal y la insensibilidad a las consecuencias futuras que manifestaban los lesionados prefrontales. El trabajo de Turnbull, Berry & Bowman (2003) apoya la idea de que los marcadores somáticos son necesarios para la correcta realización de la tarea de apuestas, pues al pedir a los sujetos que evaluaran la actuación de otros en una tarea similar a la IGT, no se consiguió el efecto de aprendizaje esperado, por lo que parecía evidente que la información somática directa y no sólo la actuación cognitiva se hacía necesaria para la correcta realización de la prueba.

 

En un trabajo posterior Evans, Bowman & Turnbull (2005) comprobaron, mediante un cuestionario con escala tipo Likert, que los sujetos adquirían desde los primeros reactivos de la tarea el conocimiento sobre las propiedades buenas o malas de los montones de cartas y que además éste correlacionaba significativamente con la peor o mejor realización de la IGT. A este respecto Maia & McClellan, (2004) sometieron al test original de Bechara et al. (1994) a un cuestionario minucioso, superando así en fiabilidad a las preguntas abiertas del original. En este trabajo se concluye que los sujetos empiezan a realizar elecciones beneficiosas cuando tienen conciencia de los beneficios y perjuicios asociados a dichas opciones, lo que implica una clara influencia sobre las preferencias haciendo innecesaria la actuación de una vía somática inconsciente. Los autores dejan claro que el hecho de que los resultados encontrados en la IGT puedan ser explicados sin recurrir a una vía somática inconsciente no invalida la posibilidad de que ésta se produzca, pero sí evidencia dificultades en la metodología del test para respaldar dicha hipótesis. 

 

De acuerdo a los artículos analizados parece claro que la penetrabilidad cognitiva manifiesta en la IGT debe ser corregida para sustentar los supuestos que proponen una vía somática inconsciente que orienta la conducta de elección, pues si bien a nivel consciente también tiene cabida dentro de la TMS, la demostración que deje lugar a pocas dudas pasa por asegurarnos de que los sujetos, durante la ejecución de la IGT, desconozcan la valoración de los montones de cartas en el momento en que la conducta de elección se orienta hacia los más beneficiosos.

 

El objetivo principal de este trabajo es el de estudiar la toma de decisiones a través de unas modificaciones en la tarea de apuestas IGT (Bechara et al., 1994), con la intención de atenuar la penetrabilidad cognitiva encontrada en la tarea original (e.g., Maia & McClellan, 2004).

 

En la variable número y tipo de elecciones esperamos que los sujetos elijan significativamente mayor número de opciones buenas respecto a las malas a partir del segundo bloque de ensayos. Basamos esta hipótesis en los resultados obtenidos por Bechara et al. (1997) en la IGT. Bajo el supuesto de que aquellas opciones que consideramos más beneficiosas nos llevan menos tiempo a la hora de elegirlas, esperamos que el tiempo empleado en decidir sea significativamente mayor para la opciones malas y menor para las buenas conforme se progresa en la tarea. También prevemos que la valoración de las opciones buenas como más beneficiosas que la malas sea significativa en un periodo tardío de la aplicación (3º ó 4º bloque). Este resultado se justificaría gracias a las modificaciones realizadas en la tarea para conseguir retrasar el conocimiento de los sujetos sobre lo beneficioso o perjudicial de cada opción (penetrabilidad cognitiva). Por último, esperamos que la preferencia de los sujetos por las opciones buenas sea significativa con anterioridad a la significación en la valoración de dichas opciones como beneficiosas, resultado que sería congruente con los supuestos de la TMS (Damasio, 1994), por cuanto el sujeto empieza a elegir con mayor frecuencia estas opciones antes de valorarlas conscientemente como beneficiosas.

 

 

MÉTODO

 

Sujetos

 

La muestra estaba compuesta por 14 sujetos (10 mujeres y 4 hombres) de entre 22 y 33 años (M= 27.28, DT= 3.22). Todos eran estudiantes que cursaban un postgrado en psicología en la ciudad de México.

 

Materiales y procedimiento

 

La prueba fue elaborada con el programa E-Prime. Los sujetos debían elegir entre 4 montones de cartas (1, 2, 3 y 4) que se les presentaban de 2 en 2 durante 4 bloques de 30 ensayos cada uno.

 

Los sujetos pasaron por 3 fases: en la primera debían leer las siguientes instrucciones:

“Usted va a participar en un juego en el que debe tratar de ganar la mayor cantidad de dinero y perder lo mínimo. Deberá elegir entre cuatro opciones que se le presentarán de dos en dos. Todas las opciones dan dinero, pero de vez en cuando, junto a la ganancia, también tendrá una pérdida. Usted iniciará el juego con 2.000 $ figurados. Tanto las ganancias como las pérdidas de sus elecciones se sumarán a esta cantidad. No sabrá cuánto dinero tiene acumulado, sólo sabrá la cantidad que gana y pierde tras cada elección. Deberá pasar por cuatro fases de 30 elecciones cada una. Su objetivo será no perder el dinero con el que inicia el juego: 2.000 $, e incrementarlo lo máximo posible. Cuando usted agote este dinero, el juego se detendrá y se le informará de que está en "BANCARROTA". Debe saber que hay algunas opciones mejores que otras y que son éstas las que le permitirán mantener su dinero durante todo el juego. Usted superará la prueba si consigue terminar los 4 bloques de ensayos; es decir, si consigue no perder todo el dinero. La mayoría de la población supera el bloque 3.”

 

En la segunda fase realizaron una serie de ensayos para tener la certeza de que habían comprendido correctamente las instrucciones y por último, en la tercera fase pasaron por los 4 bloques de 30 elecciones de manera consecutiva. Tras cada bloque se les pidió que ordenaran las opciones de la mejor a la peor según su opinión.

 

Las pérdidas y las ganancias asignadas a cada montón de cartas son las mismas que las utilizadas por Bechara (Bechara et al., 1997): 1=A; 2=B; 3=C; 4=D. Siendo las opciones 1 y 2 (A y B) etiquetadas como malas porque su elección continuada daba pérdidas a largo plazo, mientras que las opciones 3 y 4 (C y D) son etiquetadas como buenas porque daban ganancias a largo plazo.

 

Estudiaremos el proceso de toma de decisiones a través de las siguientes variables:

 

Número y tipo de elecciones: analizaremos el número de elecciones que el sujeto hace de cada opción por bloques. Compararemos las medias del número de elecciones buenas (3+4) frente a las malas (1+2).

 

Valoración de las opciones: analizamos el orden de preferencia (de mejor a peor) que el sujeto realiza tras cada bloque. Asignaremos la puntuación de 4 a la opción que sitúe como la mejor y gradualmente 3, 2 y 1 al resto de las opciones atendiendo a su lugar en la gradación. Sumamos las puntuaciones obtenidas por las opciones buenas y las malas y comparamos las medias por bloques para saber en qué momento los sujetos consideran unas opciones mejores que otras de manera significativa.

 

Tiempo de respuesta: analizamos el tiempo que el sujeto tarda en elegir una opción. La mayor latencia en la respuesta frente a la elección de determinadas opciones supondría, a nuestro parecer, un correlato cognitivo de la percepción del riesgo asociado a dichas opciones.

 

 

RESULTADOS

 

Número y tipo de elecciones. Aplicamos la prueba de Wilcoxon para muestras relacionadas y comprobamos que en el 1º bloque de ensayos no hubo diferencias significativas entre el número de elecciones buenas y malas (z= 0.483, N-empates= 4, p= ns) En el 2º bloque la diferencia ya fue significativa (z= 2.089, N-empates= 14, p= .037); diferencia que se hace más evidente en el 3º bloque (z= 2.497, N-empates= 11, p= .013) y en el 4º (z= 2.611, N-empates= 12, p= .009). Por lo tanto, los sujetos tienden a preferir las opciones etiquetadas como buenas de manera significativa a partir del 2º bloque (véase figura 1).

 

 

 Figura 1: Número y tipo de elecciones por bloques de 30 ensayos

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Valoración de las opciones. Aplicamos la prueba de Wilcoxon para muestras relacionadas y comprobamos que en el primer bloque no hubo diferencias significativas entre elecciones buenas y malas (z= 1.155, N-empates= 8, p= ns). En el 2º bloque la diferencia tampoco fue significativa (z= 1.833, N-empates= 8, p= ns), ni en el 3º (z= 1.656, N-empates= 5, p= ns) pero sí en el 4º (z= 3.110, N-empates= 11, p= .002). Por lo tanto, las opciones etiquetadas buenas no se valoran significativamente como más beneficiosas que las etiquetadas malas hasta el 4º bloque (véase figura 2).

 

         

 

 Figura 2:Valoración de las opciones por bloques de 30 ensayos

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Tiempo de respuesta. Aplicamos la prueba de Wilcoxon para muestras relacionadas y no encontramos diferencias significativas entre las opciones buenas y malas en ninguno de los bloques de ensayos [1º Bloque (z= 0.094, N-empates= 14, p= ns), 2º Bloque (z= 0.471, N-empates= 14, p= ns), 3º Bloque (z= 1.036, N-empates= 14, p= ns) y 4º Bloque (z= 1.538, N-empates= 14, p= ns)].

 

También aplicamos dos ANOVAS unifactoriales de medidas repetidas, uno para el tiempo empleado en decidir cuando las opciones elegidas eran buenas y otro cuando eran malas. Pretendemos comprobar si el tiempo que tardan los sujetos en tomar una decisión varía conforme progresan en la prueba. Encontramos efectos principales cuando las opciones elegidas eran buenas (F(1,13)= 10.996, p= .006) pero no cuando eran malas (F(1,13)= 1.199, p= ns).

 

En los contrastes por pares se muestran diferencias significativas para las opciones buenas entre el 1º bloque (5917.786 ms) y el 4º (4185.071 ms) (ajuste Bonferroni, p<.05). Por lo tanto, se comprueba que los tiempos empleados en elegir las opciones buenas no disminuyen de manera significativa hasta el 4º bloque (véase figura 3).

 

 Figura 3:Tiempos de respuesta por bloques de 30 ensayos

 

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DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

 

 

El resultado principal de este estudio preliminar confirma la hipótesis de partida en el mismo sentido que los trabajos que utilizaron la IGT para medir el proceso de toma de decisiones (véase revisión, Dunn et al., 2006); es decir, los sujetos tienden a elegir conforme progresan en el juego mayor número de opciones buenas que malas. En el trabajo de Bechara et al. (1997) esto sucede en un periodo muy temprano del juego, lo que evidencia la facilidad con la que los sujetos son capaces de discriminar unas opciones frente a otras por los premios y penalizaciones asignadas a cada una. En nuestro trabajo se presentan las opciones por pares y no se informa al sujeto del montante total del dinero acumulado tras cada elección, de esta forma se dificulta la discriminación de las opciones obteniéndose diferencias significativas en el número de elecciones buenas (16.57) frente a la malas (13.43) en el 2º bloque de ensayos (30-60 ensayos). En el trabajo de Bechara et al. (1997) se observa que los sujetos empiezan a manifestar cierta intuición acerca de los perjuicios o beneficios que suponen elegir determinadas opciones alrededor del ensayo 50 (“hunch” period”) pero no llegan a saber hasta el ensayo 80 (“conceptual period”) cuáles son las opciones que darán beneficios o pérdidas a largo plazo. Los resultados de nuestro estudio indican que la valoración de las opciones que dan beneficios a largo plazo, como más positivas que las opciones que dan pérdidas a largo plazo, no se produce de manera significativa hasta el 4º bloque (90-120 ensayos). Podemos decir que los sujetos eligen con mayor frecuencia las opciones buenas (2º bloque) antes de valorarlas como beneficiosas (4º bloque), siendo este resultado congruente con el supuesto que asume una guía inconsciente de la conducta de elección anterior al conocimiento consciente de las razones de dicha elección (Damasio, 1994).

 

La TMS establece que los marcadores somáticos guían la conducta incluso de manera inconsciente. Esto se reflejaría en la mayor actividad electrodermal generada momentos antes de la elección de las opciones malas y antes del conocimiento consciente de las características de dichas opciones (Bechara & Damasio, 2005). La utilización del tiempo empleado en decidir qué opción elegir nos permite, a nuestro parecer, establecer un correlato cognitivo de la marca somática, por cuanto al ser definida como un caso especial de sentimientos generados a partir de emociones secundarias (Damasio, 1994), podemos prever que una mayor activación emocional genere una mayor latencia de respuesta en la decisión, y por lo tanto, deberíamos obtener menores tiempos de respuesta para las opciones buenas respecto a las malas porque generan menor activación. Los datos obtenidos confirman en parte este supuesto, ya que se produce una disminución significativa de los tiempos de respuesta para las opciones buenas y no para las malas, a partir del 4º bloque.

 

En conclusión, los resultados obtenidos en las variables dependientes utilizadas (número y tipo de elecciones, tiempo de decisión y valoración de las opciones) permiten su interpretación dentro de los supuestos de la TMS. Por otro lado, las modificaciones realizadas a la tarea original, como son la presentación por pares de los montones de cartas y el tipo de información dada al sujeto tras cada elección, nos permitió atenuar la penetrabilidad cognitiva, hecho que se refleja en la significación obtenida en el último bloque de ensayos para la variable valoración de las opciones, y pone de manifiesto que los sujetos empiezan a elegir las opciones buenas (2º bloque) antes de que dichas opciones sean valoradas como más beneficiosas que las etiquetadas como malas (4º bloque).

 

Las modificaciones implementadas en la tarea de apuestas han dificultado la toma de decisiones involucrando de manera más efectiva a la corteza prefrontal, que está implicada en el correcto funcionamiento de este proceso cognitivo (Bechara & Damasio, 2005; Golberg, 2009). Los problemas de anticipación, planeamiento, automonitoreo, supervisión, evaluación y autorregulación de la conducta, presentes en diversos trastornos y relacionados con esta región cerebral (Salvador & Acle, 2005), se evidenciarán con mayor claridad en una tarea, como la presentada en esta investigación, que requiera de un mayor compromiso en las funciones ejecutivas.

 

Sin embargo, la reducida muestra empleada en este trabajo supone evidentes limitaciones en la generalización e interpretación de los resultados. A pesar de todo, creemos que el presente estudio aporta indicios favorables respecto a la validez de esta variante de la IGT como medida de la toma de decisiones, y genera datos importantes y adecuados para afrontar cambios que nos permitan su adecuación al tratamiento de determinados trastornos que cursan con déficit en este proceso cognitivo (e.g., Salvador et al., en prensa).

 

REFERENCIAS

 

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Bechara, A., & Damasio A. R. (2005). The somatic marker hypothesis: A neural theory of economic decision. Games and Economic Behavior, 52, 336–372.

 

Bechara, A., Damasio, A. R., Damasio, H., & Anderson, S. W. (1994). Insensitivity to future consequences following damage to human prefrontal cortex. Cognition, 50(1-3), 7-15.

 

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Bechara, A., Tranel, D., & Damasio, H. (2000). Characterization of the decision-making deficit of patients with ventromedial prefrontal cortex lesions. Brain, 123(11), 2189-2202.

 

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