VOLUMEN: XIII  NÚMERO: 34

 

 

COMPETENCIA EMOCIONAL Y HABILIDADES SOCIALES EN ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS.

 

Núria Pérez Escoda

Gemma Filella Guiu

Anna Soldevila Benet

 

Introducción

 

Ya en el año 1997, Villanueva, Clemente y Adrián presentaban un monográfico titulado Desarrollo emocional y competencia social en esta misma publicación R.E.M.E. en el que afirmaban: “…. todas las interacciones sociales poseen un tono emocional y todas las emociones experimentadas surgen por la interacción del sujeto con su entorno”. Esta afirmación emerge a partir de la incorporación en los años setenta del componente emocional como elemento fundamental de la competencia social. Desde entonces, se han explicado las dificultades en las relaciones interpersonales como resultado de un déficit en habilidades sociales -carencia o pobre repertorio- o bien como consecuencia de un elevado nivel de ansiedad condicionada o de cogniciones o emociones interfirientes tales como ideas o creencias irracionales, prejuicios, etc.

 

El marco teórico que relaciona las competencias emocionales y las habilidades sociales es muy extenso, sin embargo los límites son difíciles de establecer ya que algunos trabajos vinculan claramente ambos constructos (Bar-On, 2000; Goleman, 1996, 2006).

 

Este estudio, realizado durante el proceso de validación del Cuestionario de Desarrollo emocional (QDE-A) (Pérez Escoda, Bisquerra, Filella y Soldevila, en prensa) supone una contribución más que aporta evidencias de la relación que existe entre competencias emocionales y habilidades sociales.

 

Entre los diversos procedimientos de evaluación de las habilidades sociales, las medidas de autoinforme figuran como principal recurso. Los primeros cuestionarios fueron elaborados en los años setenta y en la década de los 80. Entre los numerosos instrumentos construidos, validados y tipificados en lengua castellana, y dirigidos a la población adulta podemos destacar la Escala Multidimensional de Expresión Social-Parte Motora (EMES-M) y la Escala Multidimensional de Expresión Social-Parte Cognitiva (EMES-C), la Escala de Habilidades Sociales (EHS) y otras adaptaciones como el Test de Autoafirmaciones en la interacción Social (SISST) y la Técnica de evaluación de la solución de problemas interpersonales (IPSAT), entre otros.

 

En el estudio de las habilidades sociales es importante tener en cuenta que la cultura en la que está inmerso cada individuo. Este factor es determinante para valorar cuando una conducta se considera apropiada o no (Monjas, 1999). Por este motivo, el instrumento elegido para nuestro estudio es el EHS de Gismero. Se trata de un cuestionario elaborado recientemente y con una muestra de estudiantes universitarios de características muy similares a la de nuestro estudio.

 

En relación a la evaluación de las  habilidades emocionales debemos destacar que no existe consenso unánime en la comunidad científica sobre cuál es la mejor medida disponible y el mejor procedimiento para su análisis (Extremera y Fernández-Berrocal, 2007). De ahí que actualmente se esté investigando en el diseño de distintas estrategias, métodos, instrumentos, actividades, etc. para medir y evaluar las competencias socioemocionales que parten de distintos modelos teóricos. Entre los científicos uno de los debates más polémicos se centra en determinar si la inteligencia emocional debe considerarse un rasgo o una habilidad.

 

En el marco de esta polémicas han surgido diversos instrumentos para evaluar la IE. La gran mayoría son cuestionarios de autoinforme como el Trait Meta-Mood Scale (TMMS) de Peter Salovey; el Spanish Modified Version of the Trait Meta-Mood Scale (TMMS -24) de Pablo Fernández-Berrocal; el Schutte Self Reparot Inventory (SSRI) de Nicola Schutte; el Modified Schutte EI Escale (EIS) de Elisabeth Austin y; el Wong and Law Emotional Inteligence Scale (WLEIS) de Chi-Sum Wong, entre los más conocidos. Todos ellos miden la percepción de la persona sobre sus propias capacidades emocionales intra e interpersonales. La mayoría de estos instrumentos contemplan fundamentalmente la medida de la conciencia emocional y la regulación emocional.

 

Otros instrumentos como el Workgroup Intelligence Profile (WEIP) de Petern Jordan; el Sweinburne University Emotional Intelligence Test (Worplace SUEIT) de Ben Palmer; el Tapia Emotional Intelligence Inventory (TEII) de Martha Tapia; el Bar-On Emotional Quotient Inventory (EQ-i) de Reuven Bar-ON; el Emotional Competence Inventory (ECI) de Reuven Bar-ON y; el Trait Emotional Intelligence Questionnarie( TEIQue) de Petrides, se utilizan mediante el método de 360º que utiliza la objetividad intersubjetiva para la determinación del nivel de competencias socioemocionales de una persona. Se trata de comparar los informes de observadores externos sobre las habilidades emocionales del sujeto.

 

Finalmente otros autores consideran necesaria la inclusión de tareas de ejecución emocional que revelen la habilidad potencial del individuo para poner en práctica su conocimiento afectivo y las estrategias y destrezas emocionales más eficaces. Entre los instrumentos más relevantes contamos con el Multifactor Emotional Intelligence Scale (MEIS) de Jonh Mayer y el Mayer, Salovey, Caruso, el Emotional Accuracy Research Scale (EISC) de Mayer y Geher, el Emotional Intelligence Performance Test (FNEIPT) de Freudenthaler i Neubauer y el  Emotional Intelligence test (MSCEIT) de Mayer, Salovey y Caruso.

 

En la literatura científica encontramos claras evidencias que relacionan los constructos de Inteligencia emocional (IE) y Habilidades sociales (HS). Actualmente se está en condiciones de afirmar que existe un consenso en que ambas competencias correlacionan positivamente tanto en adolescentes como en adultos. (Barchard y Hakstian, 2004, Extremera y Fernández-Berrocal, 2004, Gil-Olarte, Palomera y Brackett, 2006, Lopes, Salovey y Straus, 2003, Lopes, Brackett, Nezlek, Shutz, Sellin y Salovey, 2004, Mestre, Guil, Lopes y Salovey, 2006, Zavala, Valadez, Vargas, 2008, entre otros.). Así una mejor gestión intrapersonal aporta una mayor calidad en las relaciones sociales. Paralelamente, un mejor reconocimiento y comprensión de las emociones de los demás –empatia- y una mayor sensibilidad interpersonal propician una relación más amistosa y menos agresiva. Desde esta orientación se han aplicado con éxito, programas de entrenamiento en habilidades sociales con el propósito de reducir la ansiedad (Iruarrizaga, Gómez-Segura, Criado, Zuazo, Sastre, 1997).

 

Fernández González y Barraca (2005: 340) afirman: ”resulta muy interesante comprobar cómo la claridad respecto a las emociones es el aspecto más correlacionado con factores de adaptación y que, en particular, aparece como el mejor predictor de no sufrir depresión, tener una buenas relaciones, confianza en uno mismo y un buen a juste clínico. Estos resultado suponen el aval más claro a la relación entre adaptación e IE”. Gilar, Miñano, Castejón (2008), llegan a al misma conclusión refiriéndose a estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria. Destacaríamos las aportaciones que indican que la habilidad para usar, entender y regular emociones apropiadamente se asocia con la calidad de sus relaciones con sus iguales y a los procesos de regulación con un carácter adaptativo a nivel de la interacción social (Bukowski, Rubin & Parker, 2001; Calkins, Gill, Jonson & Smith, 1999; Dodge & Garber, 1991; Eisenberg, 2000; Kopp, 1989; McDowell, O’Neil y Parke, 2000).

 

A partir de esta revisión de los instrumentos de evaluación de la IE y tras observar que contemplan en menor medida la competencia socioemocional se ha apostado por utilizar un nuevo instrumento denominado Cuestionario de Desarrollo Emocional para Adultos (QDE-A). Este cuestionario, incorpora la evaluación de las cinco dimensiones de la Educación Emocional defendidas desde el Grupo de Investigación en Orientación Psicopedagógica (GROP): conciencia emocional, regulación emocional, autonomía emocional, competencias sociales y competencias para la vida y el bienestar, tal como resume el siguiente cuadro (Bisquerra, 2000, 2002, 2003, Bisquerra y Pérez, 2007).

 

 

Cuadro.1. Dimensiones de la competencia emocional

 

 

Método

 

Participantes

 

La muestra está formada por 621 estudiantes de las titulaciones de Educación Social, Magisterio (Educación Infantil y Educación Primaria), Pedagogía y/o Psicopedagogía de las Universidad de Barcelona y de la Universidad de Lleida en los cursos 2007-08 y 2008-09. El 86,5% fueron mujeres y sus edades estaban comprendidas entre los 18 y los 46 años (siendo la media de 22.1 años y la desviación típica de 3.4).

 

                                                                                          

Instrumentos

 

El Cuestionario de desarrollo emocional de adultos (QDE-A) (Pérez-Escoda, Bisquerra, Filella, y Soldevila, en prensa).

 

Consta de 48 ítems distribuidos en cinco dimensiones: conciencia emocional (7 elementos), regulación emocional (13), inteligencia interpersonal (12 elementos), autonomía personal (7 elementos), y competencias para la vida y el bienestar (9 elementos). Se puntúa según una escala tipo Likert de once puntos. La consistencia interna de la escala calculada mediante el coeficiente alfa de Cronbach es destacable  (α= 0.92). Se han calculado también los valores para cada una de las subescalas o dimensiones de acuerdo con el modelo teórico, situándose en todos los casos entre 0’70 y 0’80.

 

La Escala de habilidades sociales (EHS) (Gismero, 2000).

 

Evalúa la aserción y las habilidades sociales en adolescentes y adultos. Este cuestionario está compuesto por 33 elementos y posee un índice confiabilidad Alfa de Cronbach (α=0.92). Explora la conducta habitual del sujeto en situaciones concretas y valora hasta qué punto las habilidades sociales modulan a esas actitudes. El cuestionario mide 6 factores: Factor 1: autoexpresión de opiniones, sentimientos en situaciones sociales; Factor 2: defensa de los propios derechos como consumidor; Factor 3: expresión de enfado o disconformidad; Factor 4: decir no y cortar interacciones; Factor 5: hacer peticiones y Factor 6: iniciar interacciones positivas con el sexo opuesto.

 

 

Resultados

 

Se observa una correlación significativa (**p < 0,01) entre cada una de las cinco dimensiones de la competencia emocional (conciencia emocional, regulación emocional, autonomía emocional, competencias sociales y competencias para la vida y el bienestar) medidas con el Cuestionario de Desarrollo Emocional para Adultos (QDE-A) y el total de las habilidades sociales medidas con la Escala de habilidades sociales (EHS).

 

Destaca la correlación (r=0,608), entre la dimensión competencia social del QDE-A y el total del EHS, en consecuencia podemos decir que dicha dimensión del QDE-A evalúa correctamente la aserción y las habilidades sociales en adolescentes y adultos.

 

Las dimensiones autonomía emocional y competencias de vida y bienestar también mantienen una correlación considerable con el total del EHS. Ello nos permite afirmar que aquellas personas que poseen un mayor grado de confianza y seguridad en si mismas se muestran más capaces de iniciar y mantener relaciones sociales positivas que las que destacan por su inseguridad o dependencia afectiva de los demás. Así mismo, el bienestar personal y social medido por la dimensión competencias de vida y bienestar está claramente influenciado por la capacidad de resolución de conflictos, la toma de decisiones responsables, la consideración de aspectos éticos, la identificación de la necesidad de apoyo y el ejercicio de una ciudadanía activa.

 

Al analizar las correlaciones de la dimensión competencia social del QDE-A con cada uno de los factores evaluados con el EHS, observamos que todas ellas son significativas, y especialmente altas las establecidas con :

 

n  el factor 1 (r=0,637) que identifica la autoexpresión en situaciones sociales, la capacidad de expresarse de forma espontánea y sin ansiedad, en distintos tipos de situaciones sociales.

n  El factor VI (r=0,460) relacionado con la habilidad para iniciar interacciones con el sexo opuesto y de poder hacer espontáneamente un cumplido, un halago, hablar con alguien que resulta atractivo.

 

 

 Tabla 1: Estadísticos descriptivos

 

Tabla 2: correlación de Pearson entre los resultados del QDE-A i del EHS

 

Por otro lado corroboramos los resultados de otras investigaciones como las de Vorbach y Foster (2003) y Zavala (2008: 334) cuando afirman ”es comprensible que las puntuaciones de hombres y mujeres que se encuentran en los niveles superiores de IE tiendan a aproximarse” observando en nuestro estudio la ausencia de diferencias significativas entre hombres y mujeres.

 

Conclusiones

 

Los resultados obtenidos a partir del análisis estadístico corroboran el marco teórico sobre el tema. Así pues, nuestro trabajo consolida los resultados obtenidos en otras investigaciones realizadas con muestras diferentes.

 

Se puede concluir que una persona competente a nivel emocional muy probablemente también lo es a nivel social ya que las habilidades sociales aparecen fuertemente relacionadas con la competencia emocional.

 

El coeficiente de correlación entre ambas escalas indicó correlaciones positivas considerables y una dispersión moderada. Los resultados contribuyen a comprobar la validez convergente del Cuestionario de Desarrollo Emocional para Adultos QDE-A, concretamente de la dimensión competencia social, al demostrar que mide constructos similares a los medidos por la Escala de Habilidades Sociales de Gismero.

 

Como limitación de este estudio es preciso tener en cuenta que ambos constructos fueron evaluados con instrumentos de autoinforme y seria conveniente complementarlo con observaciones comportamentales o con estrategias de recogida de información a partir de padres, amigos, compañeros, etc., e incluso con instrumentos de habilidades emocionales como el MESCEIT de Salovey, Mayer y Caruso.

 

También es preciso abrir una puerta a la investigación sobre emociones, competencias sociales y valores. Las emociones motivan las habilidades sociales pero son los valores los que las deberían guiar.

 

Finalmente podemos señalar, a l’igual que Cantero, Pérez y Pérez (2008), que no es en vano la importancia que hoy en día se reconoce a la inteligencia interpersonal en la formación universitaria, siendo una de las competencias transversales más valoradas en el proyecto Tuning (González y Wagenaar, 2003). Asimismo, contamos con numerosos estudios que demuestran que las competencias emocionales se relacionan con niveles óptimos de desempeño en ámbito personal, educativo, profesional y en el afrontamiento exitosos de los retos en la vida diaria. Por ello debemos reconocer e impulsar la necesidad de incorporar el desarrollo de las competencias socio-emocionales en el contexto de la enseñanza superior universitaria, pues no podemos alardear de que los estudiantes las tengan sobradamente a partir de los resultados obtenidos. El EEES nos brinda una buena oportunidad para introducir dichas competencias en el currículum de las diferentes carreras universitarias de grado. En este sentido, los resultados de nuestro trabajo ponen de nuevo en evidencia la importancia de la educación emocional y el trabajo de las habilidades sociales en el ámbito académico.

 

 

Bibliografía

 

Austin, ElJ., Saklofscke, D.Hl y McKenny, D. (2004). Measurement of emotional intelligence- testing and cross-validating a modified version of Schutte et al’s (1998). Personality and Individual Differences, 36, 555-562.

Barchard, K. A. y Hakstian, A. (2004). The nature and measurement of emotional Intelligence abilities: Basic dimensions and their relations with other cognitive ability ans personality variables. Educational and Psychological Measurement, 64, (3), 437-462.

Bar-On, R. (1997). Bar-On Emotional Quotient Inventory (EQ-I): Techical manual. Toronto, Canadá: Multi-Health Systems.

Bar-On, Reuven y Parker, James D. A. (Ed). (2000). The handbook of emotional intelligence: Theory, development, assessment, and application at home, school, and in the workplace. (pp. 363-388). San Francisco, CA, US: Jossey-Bass.

Bisquerra, R. (2000). Educación emocional y bienestar. Barcelona: Praxis.

Bisquerra, R. (2002). La competencia emocional, en M. Álvarez y R. Bisquerra, Manual de orientación y tutoría  Barcelona: Praxis, 144/69-144/83.

Bisquerra, R. (2003). Educación emocional y competencias básicas para la vida. Revista de Investigación Educativa (RIE), 21, 1, 7-43.

Bisquerra, R. y Pérez, N. (2007). Las competencias emocionales. Educación XXL. 10. 61-82

Boyatzis, R.E. y Burckle, M. (1999). Psychometric properties of the ECI: Technical Note. Boston: The Hay/McBer Group.

Bukowski, W. M.; Rubin, K. H. & Parker, J. G. (2001).  International encyclopedia of the social & behavioral sciences. Elsevier Science.

Calkins, S., Gill, K., Jonson, M., & Smith, C. (1999). Emotional reactivity and emotional regulation strategies as predictors of social behavior with peers during toddlerhood. Social Development, 8, 3, 310-334.

Cantero, Mª P., Pérez Pérez, N.  y Pérez Sánchez A. M. (2008) Diferencias en el perfil de competencias personales y socioemocionales en estudiantes universitarios de ciencias y educación. SUMMA Psicológica UST,  5, 1, 33 – 44.

Quijano, S., Cornejo, J.M. Y Diaz, F. (1989). "Asertividad y Conflicto en la organizacion: El HSP-1" Revista de Psicologia del Trabajo y de las Organizaciones, 163-179.

Dodge, K. & Garber, J. (1991). Domains of emotion regulation. En: Garber, J.; Dodge, K. (eds.) The development of emotion regulation and dysregulation. Nueva York: Cambridge University Press.

Eisenberg, N. (2000). Emotion, regulation, and moral development. Annual Review of Psychology, 51, 93-120.

Extremera, N. y Fernández-Berrocal, P. (2004). Inteligencia emocional, calidad de las relaciones interpersonales y empatía en estudiantes universitarios. Clínica y Salud, 15 (2), 117-137.

Extremera. N. y Fernández-Berrocal, P. (2007). Una guía práctica de los instrumentos actuales de evaluación de la inteligencia emociona. En J. M. Mestre y Fernández-Berrocal, P. (Coords). Manual de Inteligencia Emocional. Madrid: Psicología Pirámide.

Fernández-Berrocal, P.; Extremera, N. y Ramos, N. (2004). Validity and reliability of the Spanish Modified Versio of the Trait Meta-Mood Scale. Psychological Reports, 94, 751-755.

Fernández González, A. y Barraca, J. (2005). Inteligencia emocional, empatía y competencia social: Una investigación empírica con estudiantes de bachillerato. En J. Romay, R. García y J. E. Real, (Eds). Psicología social y problemas sociales, 5, 335-342.

Gilar, R., Miñano, P. y Castejón, J.L. (2008). Inteligencia emocional y empatía: Su influencia en la competencia social en ESO. SUMMA Psicológica, 5, (1), 21-32.

Gil-Olarte, P., Palomera, R. y Brackett, N. A. (2006). Relating emocional intelligence to social competence and academic achievement in high school students. Psicothema, 18, 118-123.

Gismero, E. (2000). EHS.Escala de Habilidades Sociales. TEA Ediciones.

Goleman, D. (1996). Inteligencia Emocional. Barcelona: Kairos

Goleman, D.(2006) Inteligncia Social. La nueva ciencia de las relaciones humanas. Barcelona: Kairos.

González, J y Wagenaar, R. (2003) .Tuning Educational Structures in Europe. Final report - Phase One. Bilbao: Universidad de Deusto.

Iruarrizaga, I., Gómez-Segura, J., Criado, T., Zuazo, M. y Sastre, E. (1997). Reducción de la ansiedad a través del entrenamiento en habilidades sociales. REME, 2, (1).

Jordan, P.J., Ashkanasy, N.M., Härtel, C.E.J.  y Hooper, G.S. (2002). Workgroup emocional intelligence: Scale development and relationship to team process effectiveness and goal focus. Human Resource Management Review, 12, 195-214

Kopp, C. (1989) Regulation of distress and negative emotions: a developmental view. Developmental Psychology, 25, 343-354.

Lopes, P.N., Salovey, P., Straus, R. (2003). Emotional intelligence, personality and the perceived quality of social relationships. Personality and individual differences, 35, (3), 641-658.

Lopes, P.N., Brackett, M.A., Nezlek, J.B., Schütz, A., Sellin, I. & Salovey, P. (2004). Emotional intelligence and social interaction. Personality and Social Psychology Bulletin, 30, 1018-1034.

Mayer, J.D.; Caruso, D.R. y Salovey, P. (1999). Emotional intelligence meets tradicional standars for an intelligence. Intelligence, 27, 267-298.

Mayer, J.Dl, Salovey, P. y Caruso, D. (2001). Techical Manual for the MSCEIR v.2.0. Toronto. Canadá: MHS Publishers.

McDowell, D.; O’Neil, R. & Parke, R (2000). Display rule application in a disappointing situation and children’s emotional reactivity: relations with social competence. Merrill-Palmer Quarterly, 46, 306-324.

Mestre, J. M., Guil, R., Lopes, P. N. y Salovey, P. (2006). Emotional intelligence and social and academic adaptation to schoool. Psicothema, 18, 112-117.

Monjas, I. (1994). Evaluación de la competencia social y las habilidades sociales en la edad escolar. En M. A. Verdugo et al. (Eds). Evaluación curricular. Madrid:Siglo XXI.

Palmer, B.R. y Stough, C. (2001). Swinburne University Emotinal Intelligence Test: Interim technical manual. Melbourne: Organisational Psychology Research Unit, Swinburne Universtity of Techology (unpublished).

Pérez-Escoda, N., Bisquerra, R. Filella, G. y  Soldevila, A. (en prensa). Construcción de Cuestionario de Desarrollo Emocional de Adultos (QDE-A). REOP, 21, 1

Petrides, K.V. y Furnham, A. (2003). Trait emotional intelligence: Behavioural validation in two studies of emotion recognition and reactivity to mood induction. European Journal of Personality, 17, 39-57.

Salovey, P., Mayer, J.D, Goldman, S.L., Turvey, C. y Palfai, T.P. (1995). Emotional attention, clarity, and repair: exploring emotional intelligence using the Trait Meta-Mood Scale. En J. W. Pennebakeer (Ed.), Emotion, Disclosurre and Health (pp. 125-151). Whashington: American Psicological Association.

 

Shutte, N.S., Malouff, J.Ml, Hall, L.E., Haggerty, D., Cooper, J.T., Golden, C. y Dornheim, L. (1998). Development and validation of a measure of emotional intelligence. Personality and Individual Differences, 25, 187-177.

Trianes, M. V. (1996). Educación y competencia social. Un programa en el aula. Málaga: Aljibe

 

Wong, C.S. y Law, K.S. (2002). The effects of leader and follower emotional intelligence on performance and attitude: An exploraty study. The leadership Quarterly, 13, 243-274.

 

Villanueva, L., Clemente, R. y Adrián, J. (1997). Desarrollo emocional y competencia social. REME, 7, 17-18

 

Vorbach, A. m. y foser, S. F. (2003). The relationship between emotional competence and social competence in early adolescence. Poster presented at the biennal meeting of the Society for Research in Child Development. San Diego.

 

Zavala, M. A., Valadez, M. D. y Vargas, M. C. (2008). Inteligencia emocional y habilidades sociales en adolescentes con alta aceptación social. Revista Electrónica de Investigación Psicoeducativa, 6, (2), 319-338.

 

 

 

 

 


[Indice]