VOLUMEN: VII NÚMERO: 17-18

Las transgresiones de los demás como elicitadoras de la emoción de vergüenza en niños españoles y holandeses

 

Lidón Villanueva1, Tjeert Olthof2, Hedy Stegge2, y Josje Bakker2

 

1Universitat Jaume I de Castellón;

2Vrije Universiteit Amsterdam

 

La emoción de vergüenza implica una evaluación negativa del yo por parte del propio yo. El punto de vista (por lo demás muy común en los estudios sobre este tema), que proclama al yo como origen de la vergüenza, no contempla la posibilidad de que las personas puedan sentirse avergonzadas por las acciones negativas de otras personas. Sin embargo, la experiencia diaria nos dice que, ocasionalmente, las personas también podemos sentirnos avergonzadas por las acciones de los demás, independientemente de que el actor principal sienta esa emoción de vergüenza o no, e incluso aunque no seamos directamente responsables de la acción realizada. El término "vergüenza ajena", también llamada vergüenza empática o vicaria, recoge esta idea (Iglesias, 1996). Cuanto más evidente la relación o identificación con los demás, más esperable la aparición de la vergüenza ajena. Por esta razón, sería lógico pensar que las personas presentarán una mayor tendencia a experimentar vergüenza cuando son familiares o amigos los que realizan una acción que implica una evaluación negativa.

En este punto, el análisis de la emoción de vergüenza puede ligarse a lo que se ha denominado la "identidad extendida" (Semin y Papadopoulou, 1990). Este concepto surge de la tradición vygotskiana, en concreto de los conceptos de funcionamiento interpsicológico y de zona de desarrollo próxima. Inicialmente se refiere a la identidad extendida de la madre, la cual define su identidad en situaciones sociales en función no sólo de sus propias acciones, sino también en función de las de su hijo. Esto ha hecho que en numerosos estudios la interacción madre-hijo haya sido considerada como una única unidad social de observación.

Más allá de la relación particular madre-hijo, el concepto de identidad extendida se refiere al hecho de que la identidad individual puede estar implicada (y por tanto, comprometida) no sólo por nuestras acciones individuales, sino también por aquellas acciones que los otros significativos llevan a cabo (Bennett, Yuill, Banerjee y Thompson, 1998), Es decir, que los niños que adquieren este tipo de identidad (no antes de los 8 años, según Bennett y Cormack, 1996), pueden sentir vergüenza ante las acciones reprobables que realicen su hermano, su madre, etc. Bennett et al. (1998) encontraron precisamente estos resultados: los niños de 8 años experimentaban vergüenza, no solo cuando ellos mismos cometían una falta pública, sino también cuando esta falta la cometían su madre, hermano o mejor amigo.

Si esta identidad extendida se crea a partir de las relaciones sociales más significativas que encontramos a nuestro alrededor, y la naturaleza de esta red social (y sus influencias) parece variar dependiendo del contexto sociocultural en el que nos hallamos (Lewis, Freeman, Kyriakidou, Maridaki-Kassotaki y Berridge, 1996), sería lógico pensar que esta identidad extendida pudiera estar mediada por factores de tipo cultural.

En concreto, la relación más evidente la podemos encontrar en la ya tradicional distinción entre culturas colectivistas y culturas individualistas (Markus y Kitayama, 1991). Estos autores plantearon que puede hablarse de diferencias culturales entre dos tipos de comprensión de la identidad: la individualidad y la colectividad. Por un lado, existe un punto de vista independiente de la identidad, representado por los países de América y Europa del Oeste, que durante mucho tiempo se alzó como el único y mayoritario. Desde esta perspectiva, el yo individual, con su unicidad y su autonomía constituye lo más importante. Por otro lado, el punto de vista interdependiente de la identidad, común en Japón, Sur de Europa, Latinoamérica, etc., considera al yo como parte de la entidad social que lo incluye, y en ella se define. Tal como lo explican los autores, se trataría del "yo-en relación a otros específicos en contextos concretos" (p. 227, Markus y Kitayama, 1991).

A partir de estos planteamientos culturales, han surgido numerosos trabajos que tienen como base esta construcción cultural del yo. En coherencia con esta distinción, existen una serie de rasgos que podemos encontrar asociados. Por ejemplo, Fischer, Manstead y Rodríguez Mosquera (1999), encontraron que los valores relacionados con el honor (como por ejemplo, el reconocimiento social, la familia, el respeto por las tradiciones, etc.), eran más importantes para la muestra española que para la muestra holandesa. Para los sujetos holandeses, en cambio, eran más importantes los valores relacionados con la individualidad (libertad, responsabilidad, auto-disciplina, etc.). Estas diferencias en la percepción de la identidad se traducían en diferencias en la percepción de las emociones de vergüenza y culpa (Rodríguez Mosquera, Manstead y Fischer, 2002). Los sujetos españoles asociaban la vergüenza con los juicios de los demás, sobre todo respecto al honor familiar, mientras que los sujetos holandeses lo hacían con la pérdida de la autoestima.

En definitiva, parece existir un resultado común a los diferentes estudios (Cole, Bruschi y Tamang, 2002; Fontaine, Poortinga, Setiadi y Markam, 2002; Triandis, Bontempo, Villareal, Asai y Lucca, 1988), el que la emoción de vergüenza es más valorada y considerada en las culturas colectivistas, en especial porque implica considerar el yo en relación a los otros. En cambio, en las culturas individualistas se valora la vergüenza como dañina, al afectar a la autoestima individual. Por lo tanto, ya que las culturas difieren en los términos en los que el "yo" se construye, independiente o interdependiente respecto a los demás, también sería esperable que las distintas culturas conllevaran diferencias a la hora de valorar la emoción de vergüenza por un acto propio, o la emoción de vergüenza elicitada por el acto de otra persona.

En resumen, y teniendo en cuenta la justificación teórica anterior, nos planteamos llevar a cabo un estudio de comparación entre muestra infantil española y holandesa en relación a la emoción de vergüenza, elicitada en torno a transgresiones ajenas y propias. Las predicciones serían las siguientes:

- Se espera que los sujetos españoles se encuentren más preocupados por las acciones negativas de los otros significativos, ligándose este hecho a la aparición de la emoción de vergüenza. Cuanto más cercana la relación con el otro (familia, amigo, etc.), mayor intensidad de la emoción de vergüenza.

- Se espera que los sujetos holandeses otorguen una mayor importancia a la identidad individual frente a la extendida, con lo cual, las transgresiones ajenas no se vinculen necesariamente a la emoción de vergüenza, y si lo hacen, sea en menor medida que los sujetos españoles.

 

Método

Muestra

La muestra elegida fueron 35 chicos españoles y 42 chicos holandeses, de 12-13 años de edad. Los sujetos holandeses (21 chicos y 21 chicas) presentaban una media de edad de 12 años y 5 meses, mientras que los sujetos españoles (15 chicos y 20 chicas) poseían una media de edad de 12 años y 6 meses. En ambos casos, los sujetos provenían de institutos públicos de educación secundaria, situados en zonas de clase media de las ciudades de Amsterdam y Castellón, respectivamente. Todos los participantes españoles y holandeses habían nacido y se habían criado en España o en Holanda. Asimismo, sólo se incluyó en la muestra final de 77 sujetos a aquellos cuyos padres eran ambos españoles o ambos holandeses.

 

Procedimiento

De forma colectiva en la clase, se les administró a los participantes en el estudio un cuestionario con ocho situaciones diferentes, que podía dividirse en dos partes: A y B (A = observación de una transgresión ajena, y B = transgresión propia con espectadores). En la primera de estas partes (A), aparecían cuatro escenarios en los cuales un protagonista cometía una transgresión o un error en un lugar público, y era observado por el sujeto participante. Un ejemplo de una de las situaciones sería el siguiente:

Mientras vas caminando por la calle, observas que hay mucha gente alrededor de la puerta de una tienda. Cuando te acercas, ves cómo un guardia de seguridad se lleva a alguien hacia el interior de la tienda. La gente que se encuentra a tu alrededor te dice que esa persona ha robado algo de la tienda. Decides irte, pero de repente, reconoces a esa persona.

 

Imagínate que es tu compañero de clase; ¿cuánta vergüenza te daría lo que hizo?

Imagínate que es tu hermano o hermana; ¿cuánta vergüenza te daría lo que hizo?

Imagínate que es tu primo;¿cuánta vergüenza te daría lo que hizo?

Imagínate que es tu mejor amigo; ¿cuánta vergüenza te daría lo que hizo?

Imagínate que eres tú mismo; ¿cuánta vergüenza te daría lo que hizo?

 

Marcando con un círculo una escala de 7 puntos, que oscilaba desde 0 (Nada) hasta 6 (Mucho), los sujetos debían estimar el grado de vergüenza se sentirían si la persona que ha robado resulta ser alguno de los casos comentados previamente: un compañero de clase, su hermano/hermana, su primo, y su mejor amigo. Por último, los sujetos también estimaban el grado de vergüenza en el caso de que ellos mismos fueran la persona que roba. Las cuatro situaciones/transgresiones que aparecían eran: el robo en una tienda, ser sorprendido copiando en un examen, destrucción de mobiliario urbano, y cometer un gran error en un partido que otorga la victoria al otro equipo.

En la segunda parte de este cuestionario (parte B), aparecían cuatro situaciones más, pero esta vez es el propio participante el que se imagina cometiendo la transgresión, y siendo observado por distintos espectadores. Un ejemplo de una de estas situaciones podría ser el siguiente:

Alguien te ha contado una historia de forma confidencial. El/ella ha dicho bien claro que nadie más debe saberlo. Sin embargo, no puedes resistir la tentación, y en el patio, mientras estás en los servicios, se lo cuentas a alguna gente. Justamente después de terminar tu historia, se abre una de las puertas de los servicios y sale el amigo/la amiga que te había pedido que no fueras con el cuento. Lo ha oído todo y se enfada mucho. Dice en presencia de todo el mundo que habías prometido no contárselo a nadie.

 

¿Cuánto te avergüenzas por lo que has hecho?

Imagínate que está presente un compañero de clase; ¿cuánto se avergonzaría él/ella de lo que hiciste?

Imagínate que está presente un hermano/a, ¿cuánto se avergonzaría él/ella?

Imagínate que está presente un primo; ¿cuánto se avergonzaría él/ella?

Imagínate que está presente un mejor amigo; ¿cuánto se avergonzaría él/ella?

 

De nuevo en una escala del 0-6, los sujetos debían estimar el grado de vergüenza que sentirían ellos mismos por llevar a cabo una transgresión, así como el que sentirían los demás (compañero de clase, hermano/hermana, primo, y mejor amigo) si descubrieran que era él/ella el perpetrador de la transgresión. En este caso, las situaciones/transgresiones se referían a ser sorprendido en una pelea, ser encontrado haciendo novillos, no ir adecuadamente vestido para una situación social, y ser descubierto revelando un secreto.

En el diseño del cuestionario se cuidó especialmente, a través de las diferentes reuniones del equipo investigador (formado por miembros holandeses y españoles), que las situaciones descritas pudieran ser aplicables en ambas culturas. Asimismo, en todas ellas se asegura y se explicita la existencia de un publico que contempla la acción a reprobar.

 

Resultados

Con el objetivo de comprobar las hipótesis planteadas, se llevaron a cabo los siguientes análisis estadísticos. En primer lugar, se analizan los efectos de interacción entre variables a través de análisis de varianza de dos factores, y en segundo lugar, se realizan comparaciones múltiples por parejas, para identificar específicamente aquellos pares de medias que difieren entre sí. Tanto unos análisis como otros se llevaron a cabo por separado para las dos partes del cuestionario: A (observación de una transgresión ajena) y B (transgresión propia con espectadores).

En la primera de estas partes, se analiza la transgresión de un sujeto (amigo, hermano, etc.), observada por el sujeto participante en este estudio. Un análisis de varianza 2 (País) x 5 (Perpetrator) de las medias de la intensidad de la vergüenza a través de los distintos escenarios nos ofrece un efecto principal significativo del Perpetrador, F (4, 69) = 187.14, p < .001, así como una interacción significativa País x Perpetrador F (4, 69) = 4.22, p < .001 (ver figura 1), mostrando que la influencia de quien sea la persona transgresora sobre la intensidad de la vergüenza se encontraba modulada por la nacionalidad del sujeto.

 

Figura 1. Interacción País x Perpetrador sobre las estimaciones infantiles de vergüenza debido a las transgresiones de los demás

Tras proceder a los análisis de comparaciones múltiples por parejas, se encontraron los siguientes resultados. Los sujetos holandeses y españoles diferían en especial en la comparación de medias de “amigo-hermano”. Mientras los sujetos españoles presentaban mayores puntuaciones de vergüenza cuando la transgresión la cometía un hermano frente a un amigo (p = 0.000), para los sujetos holandeses no existían diferencias entre ambos personajes (p = 0.92).

En el caso de que el sujeto participante fuera el que cometió la transgresión, y los otros significativos los que la observan (parte B del cuestionario), se obtuvieron los siguientes resultados. El análisis de varianza 2 (País) x 5 (Persona) de las medias de la intensidad de la vergüenza a través de los cuatro escenarios ofrece un efecto principal significativo de la Persona F (4, 68) = 59.44, p < .001, así como una interacción significativa País x Persona, F (4, 68) = 4.38, p < .01 (ver figura 2), mostrando de nuevo que la influencia de quien sea la persona que observa una transgresión del sujeto participante, sobre la intensidad de la vergüenza se encontraba modulada por la nacionalidad del sujeto.

 


Figura 2. Interacción País x Persona sobre las estimaciones infantiles de la vergüenza que otras personas sentirían a causa de las trangresiones del sujeto participante.

 Los análisis de comparaciones múltiples por pares mostraron diferencias de nuevo entre sujetos holandeses y españoles en la comparación de medias de los personajes de “amigo-hermano”, y de ambos con la figura de “primo”. Para los sujetos holandeses, las puntuaciones de vergüenza de un amigo ante la transgresión observada eran mucho más altas que la misma transgresión observada por un primo (p = 0.04), mientras que los sujetos españoles no diferenciaban entre ambos personajes (p = 1.0). Sin embargo, para los sujetos españoles la vergüenza experimentada por un hermano era mucho más intensa que la experimentada por un amigo (p = 0.03), o por un primo (p = 0.000). Para los sujetos holandeses la figura del hermano no se diferenciaba significativamente de la de amigo o primo (p = 1.0, en ambos casos).

 

Conclusiones 

Puede decirse que las predicciones realizadas se han cumplido, aunque con matizaciones. En el caso de las dos nacionalidades estudiadas (española y holandesa), los niños reconocían sentir vergüenza debido a las transgresiones de los demás, dependiendo la intensidad de esta emoción de la naturaleza de la relación con el perpetrador. Cuanto más cercana la relación con el otro (familia, amigo, compañero, etc.), mayor intensidad de la emoción de vergüenza. Las diferencias culturales provenían principalmente de lo que se consideraba en cada cultura una relación cercana o no cercana. 

En el caso de que el sujeto contemplara una transgresión realizada por alguien significativo, el principal resultado era el siguiente: los niños holandeses informaban de un mayor sentimiento de vergüenza cuando las transgresiones las realizaba su mejor amigo, mientras que en los niños españoles este sentimiento era mayor cuando las mismas transgresiones las realizaba su hermano.  

En el caso de que el sujeto realizara una transgresión observada por alguien significativo, también aparecían diferencias culturales. Los niños holandeses informaban sobre un mayor sentimiento de vergüenza del amigo que contemplaba la transgresión, mientras que los niños españoles informaban de una emoción de vergüenza más intensa del hermano, y en menor medida, del primo.

Por lo tanto, la cercanía “afectiva” de las relaciones establecidas en cada cultura o interdependencia de ellas era muy diferente. En el caso de los niños holandeses, la relación con un amigo se encontraba en un nivel superior muy vinculado a la propia identidad, en comparación con las relaciones familiares (hermano, primo). Por el contrario, en el caso de los niños españoles eran las relaciones familiares (el hermano y el primo) las que se vinculaban estrechamente a la evaluación negativa del propio yo.

Estos resultados resultan coherentes con las características asociadas a las culturas colectivistas e individualistas. En primer lugar, como defienden Triandis et al. (1988) las relaciones verticales (asimétricas), como por ejemplo padre-hijo, resultan mucho más importantes en las culturas colectivistas, mientras que en las individualistas son las relaciones simétricas (horizontales), como la pareja o amigos, las que resultan fundamentales. En esta última cultura, la socialización infantil está basada principalmente en el fomento de la separación emocional de los padres, en la independencia y en la privacidad para el niño. Mientras que en las culturas colectivistas, existe una mayor guía parental y una mayor intromisión en la vida privada del niño. Por ejemplo, Fung y Chen (2001) encontraron que la socialización cotidiana de la emoción de vergüenza que recibían los niños taiwaneses ante episodios reales de transgresión coincidía con estas pautas. En estas ocasiones de discusión y reprobación, los miembros familiares se encontraban siempre acompañando al niño, y dispuestos para compartir su transgresión y su vergüenza.

En segundo lugar, los resultados encontrados apoyan la importancia de conceptos como el honor familiar en el caso de la muestra española, sociedad incluida dentro de las denominadas “culturas de honor” (Cohen y Nisbett, 1994). El honor y la reputación familiar se vinculan estrechamente al yo individual, que aparece como interdependiente. En la misma línea que nuestros resultados, Rodríguez Mosquera et al., (2002) encontraron que los sujetos españoles, frente a los sujetos holandeses, informaban sobre un mayor sentimiento de vergüenza en la situación de honor familiar, en la cual el yo es acusado de “traer la vergüenza a la familia”. En el sentido inverso, es decir, cuando son las acciones de los familiares las que comprometen al sujeto individual (madre o hermana eran presentadas como poseedoras de una mala reputación), también aparecían diferencias significativas: de nuevo, los sujetos españoles informaban de un mayor sentimiento de vergüenza que los sujetos holandeses. Estos resultados encontrados en adultos pueden por tanto, extenderse también a sujetos preadolescentes de 12-13 años.

En definitiva, puede decirse que la tendencia infantil a experimentar vergüenza, no sólo ante la propia conducta sino también ante la conducta de los demás, apoya el hecho de considerar tanto al yo individual como a los otros significativos como origen o provocador de la emoción de vergüenza. Conceptos como la identidad extendida o la vergüenza ajena encuentran su apoyo en estos resultados. Asimismo, las diferencias encontradas entre niños holandeses y niños españoles apoyan el hecho de que las distintas culturas difieren en la importancia que los diferentes tipos de relaciones socio-familiares tienen en la evaluación del yo.

 

Bibliografía

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