VOLUMEN: 4 NÚMERO: 8-9

AMOR, CULTURA Y SEXO

 

Silvia Ubillos
Elena Zubieta
Daría Páez

Jean-Claude Deschamps
Amaia Ezeiza

Aldo Vera
Universidad de Burgos (Spain)
Universidad del País Vasco (Spain)
Universidad del País Vasco (Spain)
Universide Lausanne (Suiza)
Universidad del País Vasco (Spain)
Escuela Pública de Salud de Chile (Chile)

 

Esta investigación fue financiada por la Fundación para la Investigación y la Prevención del SIDA en España (FIPSE): “Conducta sexual de riesgo ante el VIH en la población adulta española” 1140/00.


    El amor es un fenómeno tan complejo que ha dado lugar a muchas definiciones amplias y vagas que se pueden aplicar a otros hechos emocionales intensos como son los duelos o las violaciones. Cada una de estas definiciones se centran en unos u otros rasgos dependiendo de la orientación teórica de su autor. Además, el amor es un proceso dinámico que está en continuo cambio en el transcurso de la relación, por lo que su definición variará en función del estado de la relación. Los datos aportados por diversas investigaciones realizadas desde distintas disciplinas muestran claramente que existe una disminución progresiva de la pasión inicial, y que ello, junto al paulatino crecimiento del compromiso, da lugar a un ciclo con una fase inicial de amor pasional fuertemente asociado al deseo sexual seguido de una fase de amor de compañero que dura alrededor de los dos años en la mayoría de los casos (Fisher, 1992).

 

Tipos de Amor y Estilos de Apego

    Uno de los tipos básicos es el amor sexual o pasional que se caracterizaría por: a) fuertes sentimientos incontrolables de atracción hacia la persona deseada y, de ansiedad y malestar en su ausencia; b) fuerte activación fisiológica y deseo sexual; c) pensamientos obsesivos o rumiación sobre el objeto amado, y d) cierto patrón de conductas como expresar los afectos a la persona deseada, apoyarla física y emocionalmente y aceptación incondicional. En cambio el amor de compañero o romántico no pasional estaría compuesto de: a) pensamientos de necesidad, de cuidar a y de confianza en la pareja; b) sentimiento de bienestar, dificultad de concentración y de "flotar en las nubes" y, enmenor medida reacciones físicas intensas; c) conductas de intimidad, apoyo y tolerancia al otro (Taylor, Peplau y Sears, 1994).

    De todas las tipologías amorosas, será Lee (1973) el primero en intentar validar empíricamente su propuesta. Lee distinguió tres estilos amorosos básicos: Eros, Ludus y Storge. La combinación, en diferentes grados, de los estilos primarios, nos daría otros tres estilos secundarios, independientes de los primeros: Manía, Pragma y Ágape.

    Eros o el amor pasional se caracteriza por una pasión irresistible, con sentimientos intensos, fuerte atracción física y actividad sexual. El amante Eros valora mucho el amor pero no está obsesionado por él ni presiona a su pareja a la intensidad sino que más bien permite que las cosas se desarrollen mutuamente. La característica de este tipo es la autoconfianza y la alta autoestima. Ludus o el amor lúdico, con poca implicación emocional y sin expectativas futuras. Este estilo de amar no tiene un estilo físico preferido sino que más bien le gusta todo tipo de compañero. Aún cuando mucha gente ve este amor como moralmente negativo, Ludus no intenta herir a otras personas, generalmente pone muy claras las reglas del juego antes de comenzar la relación. Storge o amor amistoso, se caracteriza por un compromiso durable que se desarrolla lenta y prudentemente, y que se basa en la intimidad, la amistad y el cariño. La similitud en términos de valores y actitudes es mucho más importante para Storge que la apariencia física o la satisfacción sexual porque la orientación de este amor es más la de buscar un compromiso a largo plazo que un apasionamiento a corto plazo. Manía es el amor obsesivo, con una fuerte dependencia de la pareja, celos intensos, posesividad, desconfianza y ambivalencia. Este amante trata de forzar a la pareja al compromiso sin poder esperar que éste evolucione naturalmente. Pragma se refiere al amor pragmático, amor basado en la búsqueda racional de la pareja ideal. El amante pragmático toma en consideración la edad, el grado de instrucción, el status social, la religión o la facultad de ser un buen padre o una buena madre. A diferencia de Storge, en el que puede crecer un amor sin preocuparse particularmente por las proyecciones a futuro de la pareja o por el bagaje familiar de aquella, el amante pragmático probablemente establecerá condiciones antes de desarrollar una relación. Ágape o el amor altruista, de renuncia absoluta y entrega totalmente desinteresada. Es un amor más bien idealista en el que la sexualidad y la sensualidad no son relevantes.

    A partir de esta tipología de Lee, muchos han intentado medir y cuantificar los diferentes estilos de amor (Lasswell y Lasswell, 1976). Sin embargo es la escala de actitudes ante el amor de Hendrick y Hendrick (1992) la que evalúa esta tipología desde un abordaje individual de las relaciones amorosas. Con esta escala, Hendrick y Hendrick (1993) clasificaron las historias románticas descritas por jóvenes universitarios en estos seis estilos diferentes (Brehm, 1992): eros o amor a primera vista (34%), storge (66%), ludus (2%), manía (2%), pragma (17%) y ágape o pareja que se lo da todo el uno al otro (2%). Más de las tres cuartas partes de las historias descritas correspondían al amor de compañero, seguidas de una tercera parte de ellas que se enmarcan en el amor pasional.

    Desde una perspectiva complementaria, se ha puesto en relación la socialización infantil, en particular los estilos de apego al cuidador postulados por la escuela de Bolwby, y los estilos de relación amorosa. Se ha postulado que el amor romántico se puede conceptualizar como un proceso de apego que tiene una fuerte similitud con el que une a los niños a sus cuidadores. Tanto los niños como los adultos enamorados comparten una serie de reacciones ante las figuras de apego: intensa fascinación con ellas, malestar si hay separación, esfuerzos para mantener la proximidad y compartir actividades. Las relaciones íntimas se basarían en un sistema de apego, hereditario en la especie, que se desarrollaría a partir del sistema de apego infantil, y que al igual que él aseguraría la sobrevida mediante el establecimiento de relaciones interpersonales (Hazan y Shaver, 1987). Los estilos de apego, en la medida que inducen una visión de sí mismo y del mundo social, se asociarán a los estilos de amor. Dado que el apego seguro se asocia a una visión positiva de sí y de los otros, el estilo de apego seguro se asociaría al estilo Eros y Storge (amor erótico y de compañero estable). Dada la imagen negativa de sí mismo y de los otros, el estilo evitante se asociaría a Ludus (amor erótico con poca implicación). El estilo ansioso-ambivalente que implica una imagen negativa de sí y positiva de los otros se asociaría a Manía (amor erótico pasional que teme el abandono y traición del otro). Cierta evidencia confirma esta última aseveración (Hendrick y Hendrick, 1992) así como que las personas que se perciben con un estilo seguro tienden a estar relativamente más de acuerdo con los estilos de amor Eros y Storge, muestran menos problemas de relación personal, informan de ser más seguros, autosuficientes y menos desconfiados en relación con los demás, así como recuerdan a sus padres como más aceptantes, en comparación con sujetos que se perciben como evitantes o ansiosos-ambivalentes. Los sujetos evitantes puntúan bajo en Eros (Yarnoz, 1989; Feeney y Noller, 1990).

    Desde el punto de vista de las diferencias de género, Hendrick y Hendrick (1986) encontraron que los hombres, comparados con las mujeres, conceden más importancia al amor pasional (eros) y al lúdico o de entretenimiento (ludus). Las mujeres, comparadas con los hombres, se inclinan más por el amor amistoso (storge), el lógico (pragma) y el posesivo o manía(Sprecher et al.,1994). El mayor énfasis de los hombres en amor pasional y lúdico, así como el mayor acuerdo de las mujeres con el amor práctico, amistoso y maníaco se han interpretado desde el punto de vista de las funciones que estas formas de amor han tenido para cada sexo en la evolución de la especie, como veremos en detalle.

 

Funciones del Amor y Evolución

    La concepción evolucionista (Lampert, 1997; Buss y Schmitt, 1993; Fisher, 1992) nos proporciona argumentos sobre la funcionalidad biológica del comportamiento amoroso para el individuo como miembro de una especie. Este enfoque ve el amor como una parte natural de la condición humana y, quizás también natural a otras especies. El amor es biológicamente relevante si ayuda a promover la supervivencia de las especies, tema central de la teoría de la evolución. Hace cinco millones de años, la sobrevida o supervivencia de las especies dependía del éxito reproductivo. El deseo sexual y el compromiso, relacionados respectivamente con aspectos previos del éxito reproductivo, fueron reforzados en los primates superiores cuya bioquímica los llevaba a buscar y obtener placer no sólo de la actividad sexual, sino que, también, de la vinculación hembra-macho y padres-descendientes. Los antepasados que actuaban así tenían más probabilidades de transmitir sus genes que los que no estaban motivados a la actividad sexual y/o al establecimiento de vínculos emocionales estables. Como un resultado de este proceso evolutivo, los humanos están genéticamente pre-programados a tener actividad sexual (deseo sexual o amor sexual en los términos de Oatley y Johnson Laird, 1995), a enamorarse (relaciones emocionales estables con una pareja) y a cuidar de los descendientes (amor parental). La perspectiva evolutiva admite que factores ambientales actuales, influencias sociales y aspectos no genéticos del organismo determinen la actividad sexual. Aunque, la influencia histórica o los diez mil años de civilización establecida como en la que vivimos actualmente, ha actuado sólo durante un 5% de la existencia de la especie o sobre 400 de las 100.000 generaciones de la humanidad (Archer, 1996).

    Esta teoría sociobiológica nos permite explicar las diferencias de sexo en la conducta sexual y el amor, a partir de dos procesos centrales que tienen que ver con la inversión parental diferencial y con la selección sexual.

    La selección sexual consiste en dos procesos diferentes: a) La selección intrasexual se refiere a la presión que los miembros de un sexo ejercen sobre el otro a través de la competición. En una especie en que los machos compiten por las hembras a través de su capacidad cazadora y su fuerza, los ejemplares más fuertes y con mejor capacidad para la caza tienen más probabilidades de dominar la competición y sobrevivir. b) La selección epigámica es la otra parte de la selección sexual. Si un sexo selecciona a sus parejas delotro sexo en base a ciertos atributos como la fuerza física y la agresividad, estos atributos deben ser más característicos de un sexo que del otro (Kenrick., 1994; Hinde, 1990).

    Se define la inversión parental como el gasto de tiempo, energía y riesgo del progenitor en el descendiente que aumenta las probabilidades de sobrevida de éste (y por ende el éxito reproductivo) a costa de la capacidad del padre de invertir en otro descendiente. Mientras la inversión parental típica puede haber sido muy variable a lo largo de nuestra historia evolutiva, la inversión parental mínima posible de las hembras, debido a los nueve meses de gestación y los posteriores de lactancia, ha sido mucho mayor que la de los machos en nuestra especie. Una mujer puede tener un máximo de 25 niños y la media de hijos en sociedades simples de cazadores-recolectores es de cinco (Fisher,1992). Los machos ancestrales se pueden haber beneficiado reproductivamente de copular con cualquier hembra fértil, si el riesgo era bajo. Por tanto, es razonable hipotetizar que la selección natural favoreció a los machos que tenían bajos umbrales de activación sexual y que eran reactivos ante nuevas hembras sexualmente atractivas. Por otro lado, nuestros ancestros femeninos tenían poco que ganar reproductivamente y mucho que perder si copulaban de forma aleatoria con nuevos machos. Es improbable que la selección haya favorecido a las hembras que eran sexualmente atraídas ante una gran variedad de machos o únicamente por su presencia (Kenrick, 1994; Hinde, 1990; Archer, 1988).

    En el caso de la especie humana, ya que las mujeres deben ser fértiles ellas serán mejores objetos sexuales cuando tengan aspecto juvenil y maternal. Por ejemplo, cuanto más estrecha sea la cintura respecto a la cadera, más la preferirán los hombres y la valorarán como más atractiva, sana, y reproductivamente valiosa. También se puede suponer que las mujeres serían más selectivas en la selección de sus parejas, ya que tienen una inversión parental mayor en sus descendientes que los hombres y pueden producir pocos chicos en un lapso de tiempo limitado. Por tanto, las mujeres van a buscar hombres que se apeguen con recursos para protegerlas a ellas y sus hijos. En particular, eligiendo posibles parejas sexuales pondrán más atención a losatributos de status, dominación y agresividad, y seleccionarán a los que posean una mayor capacidad para obtener recursos (Kenrick et al., 1994).

    Las predicciones de la teoría sociobiológica con respecto a las diferencias de género en los comportamientos son comunes con las teorías de roles que enfatizan que las mujeres son asignadas y socializadas en roles pasivos, de menor status y de comunión, mientras que los hombres lo son en roles activos, de mayor status y agénticos: las mujeres deberían aprobar menos las relaciones casuales y deberían tener un número menor de parejas diferentes. Los sociobiólogos argumentan que aunque los hombres pueden ser algo más permisivos que las mujeres en las relaciones extramaritales, los hombres desaprueban de forma especial que las mujeres mantengan este tipo de relaciones, ya que deben garantizar con la máxima certitud la paternidad. Según la hipótesis evolucionista, el amor lúdico de los hombres y el amor pragmático de las mujeres favorecerían la reproducción de la especie. Las mujeres invierten más en una sola relación y más intensamente por las posibilidades de parentesco y el posterior hecho reproductivo. Los hombres, sin embargo, maximizan sus sucesos reproductivos inicialmente teniendo varias relaciones y son las actitudes lúdicas las que promueven este tipo de comportamiento.

    De acuerdo a estas predicciones, investigaciones transculturales han confirmado, coherentemente con las hipótesis sociobiológicas, que las mujeres prefieren parejas sexuales de mayor edad y los evalúan en base a sus recursos, mientras que los hombres prefieren parejas más jóvenes y físicamente atractivas (Bailey et al., 1994; Kenrick y Keefe, 1992). En este sentido, la investigación transcultural de Buss y cols (1990) confirmó en 37 países distintos que las mujeres tienden a evaluar a sus parejas masculinas a partir de su capacidad económica, su ambición y su laboriosidad, mientras que los atributos evaluados positivamente por los hombres para elegir una pareja femenina son la salud, la belleza y la juventud, y elegirán a aquellas que tengan mayores signos de capacidad reproductiva. Asimismo, en el meta-análisis de Oliver y Hyde (1993) los hombres presentaron actitudes más permisivas hacia las relaciones sexuales, un inicio más temprano de las relaciones sexuales coitales, una mayor frecuencia de coitos, y un mayor número de parejas sexuales que las mujeres. Esta mayor centralidad masculina en la sexualidad se ve refrendada por la investigación antropológica: de las 849 sociedades examinadas en el Atlas etnográfico de Murdock, 708 son poligámicas (un esposo para varias esposas) y sólo 4 son poliándricas (una mujer puede tener dos o más maridos). Además de las cuatro poliándricas, todas son poligámicas, no siendo lo inverso cierto (Kenrick, 1994).

    Desde esta perspectiva, se predice que los hombres tenderán en general a valorar más el amor lúdico, coherentemente con su menor inversión parental y su orientación positiva hacia el sexo casual y la obtención del máximo de parejas posibles. Las mujeres, dado la mayor inversión parental y el esfuerzo necesario para sacar adelante unos pocos descendientes, tenderán a valorar más el amor pragmático y amistoso, así como los criterios de poder social y status para elegir su pareja (Buss, 1990).

    Además, las diferencias entre géneros se reforzarán en las culturas que impongan menos constricciones sociales, ya que estas permiten explorar todo el repertorio conductual y permiten que se manifiesten más fuertemente las diferencias innatas, según la argumentación socio-biológica (Lueptow, Garovich-Szabo y Lueptow, 2001).

 

Carácter Universal del Amor e Influencia cultural

    Desde una perspectiva cultural, algunos autores han postulado la existencia transcultural del amor romántico o pasional. Así, Jankowiak y Fischer (1992), en una revisión de 186 culturas han constatado que en un 88.5% de ellas hay indicadores de amor pasional. Otros autores, en particular construccionistas sociales y relativistas como Averill, postulan que el amor pasional es un fenómeno construido porel discurso social en un momento histórico y culturalmente dados. Así, Hendrick y Hendrick (1992), entre otros, sostienen que éste es exclusivo de la cultura occidental, y surgido hacia el siglo XII. Sin embargo, algunos autores, como Berscheid, destacan que en documentos muy anteriores, como la Biblia, textos hindúes y chinos clásicos, se encuentran descripciones de experiencias de deseo y amor pasional (Oatley y Jenkins, 1996). Cada vez más psicólogos, antropólogos y otros estudiosos creen que el amor es un fenómeno universal (Hatfiel y Rapson, 1993), aunque su significado concreto puede variar notablemente de una cultura a otra en diferentes épocas (Beall y Sternberg, 1995, Hinde, 1997).

 

Factores socio-estructurales y relaciones íntimas

    Otros autores han insistido sobre la influencia de los factores de estructura social en el ámbito de creencias y conductas amorosas. Guttentag y Secord (1983) plantearon que la razón demográfica entre hombres y mujeres es una variable importante para explicar el tipo de amor dominante. Cuando hay más hombres que mujeres en la población, se valora a las escasas mujeres y predomina una visión idealizada de la mujer, la familia y romántica no pasional del amor – probablemente dominaría un estilo más "compañero". Cuando hay un exceso de mujeres, se desvalorizará la familia y el matrimonio. El sexo extra y pre-marital, la soltería y las separaciones serían frecuentes, el amor comprometido no sería dominante y predominaría un estilo de amor lúdico y erótico. Estos autores revisaron datos demográficos de diferentes países y periodos históricos, como la antigua Grecia, la Europa medieval y EEUU durante diferentes siglos. En general confirmaron que cuando los hombres excedían demográficamente a las mujeres existía una idealización de la mujer, el matrimonio y del amor romántico, mientras que cuando había un exceso de mujeres se daba una menor idealización de la mujer, del amor y mayor actividad sexual extra y pre-marital. Eagly y Wood (1999) argumentaron que las diferencias sexuales en los criterios para elegir la pareja íntima deberían suavizarse en sociedades caracterizadas por mayor igualdad de género, ya que las preferencias dadas por el hombre a mujeres más jóvenes, capaces de ser buenas dueñas de casa y atractivas, así como la importancia dada por las mujeres a los criterios de recursos sociales del hombre reflejan las diferencias de status y roles entre hombres y mujeres.

    Reanalizando los criterios de selección de pareja, se confirmó que a mayor igualdad entre los géneros, evaluado por un indicador de la ONU sobre el grado de inserción laboral e institucional de la mujer, así como la paridad salarial con los hombres, existían menos diferencias entre los sexos en la importancia que se asignaba a los recursos económicos y al ser buen amo/a de casa como criterios para elegir a la pareja. Esto se explicaba porque a mayor igualdad social entre hombres y mujeres, menos evaluaban las mujeres como importantes el status económico de la pareja y más lo valoraban los hombres - aunque las asociaciones no eran significativas -. Asimismo, a mayor igualdad social entre sexos, los hombres valoraban menos que la mujer sea una buena ama de casa como criterio de elección de pareja. Sin embargo, la igualdad social no mostraba una asociación significativa con la diferencia entre sexos con respecto al atractivo como criterio para elegir una pareja íntima. La importancia concedida al atractivo físico se asociaba positivamente a la igualdad social, aunque de forma no significativa, tanto para hombres como para mujeres.

    Desde esta perspectiva socio-estructural las diferencias de creencias sobre el amor entre naciones y entre géneros depende de los recursos sociales, demografía y distribución de poder y status entre los roles de género. El desarrollo socio-económico reforzará directamente la importancia del amor pasional, del amor como criterio y pre-requisito para elegir pareja intima y casarse, ya que permite al sujeto valorar aspectos subjetivos más que prácticos. Además, el desarrollo social y económico, asociado a una menor diferencia de status y poder en los roles de genero, provocará que haya más semejanzas en las respuestas de hombres y mujeres sobre el amor. A partir de datos correlacionales, Levine y sus colaboradores concluyeron que el desarrollo económico reforzaría el individualismo (este hecho es confirmado por los análisis longitudinales de Hofstede, 2001, que muestran que el aumento de la riqueza refuerza el individualismo, aunque esto no ocurre a la inversa), la igualdad relativa de oportunidades entre hombres y mujeres (mayor educación y mayor participación laboral femenina e igualdad jurídica), aumentaría la importancia de los sentimientos subjetivos y de las decisiones personales en la formación de parejas, lo que se asociaría a un aumento de los divorcios y una disminución de las tasas de natalidad (mayor control por la mujer de la contracepción y mayor planificación de la descendencia no vivida como obligación – Levine, Sato, Hashimoto y Verma, 1995). La distribución diferencial de recursos y roles explicaría las diferencias entre hombres y mujeres, así como entre naciones (Eagly y Wood, 1999).

 

Factores culturales y relaciones íntimas

    Otros estudios han mostrado la influencia de los valores culturales en las creencias sobre el amor, además de las influencias socio-estructurales. El análisis de las respuestas dadas a los diferentes estilos de amor de Hendrick y Hendrick mediante análisis factorial confirmatorio multimuestra ha confirmado la validez transcultural de esta escala - sin negar que no agota todas las tipologías de creencias existentes en las culturas mundiales - (Neto et al., 2000). Los resultados han corroborado la mayor prevalencia del estilo amoroso pragmático entre los africanos y orientales colectivistas y los países menos desarrollados, así como la mayor importancia del amor de compañero o Storge en dichas culturas (Hendrick y Hendrick, 1986, Dion y Dion, 1988). El análisis de los datos de los 32 países del estudio de Buss et al. (1990) y de dos muestras de Argentina y Chile, encontró que, en general, en todos los países, el amor es una condición más importante para establecer relaciones íntimas que la atracción física o la seguridad económica. Sin embargo, tanto el amor como la atracción física son pre-requisitos menos importantes en culturas colectivistas, de relaciones sociales desiguales o fuertemente jerárquicas y de menor desarrollo social (Ubillos y Barrientos, 2001). Levine et al. (1995) también han encontrado diferencias inter-culturales en la importancia que se le da al amor como pre-requisito para casarse. El amor tendía a ser más importante en los países occidentalizados, más desarrollados e individualistas (Estados Unidos, seguido de Brasil, Inglaterra y Australia) y menos importante en naciones menos desarrolladas y colectivistas de Oriente (India, Pakistán, Tailandia y Filipinas), mientras que los dos países menos colectivistas y económicamente más desarrollados de los países asiáticos, Japón y Hong-Kong, le otorgaban al amor una importancia intermedia. Ambos estudios sugieren que la satisfacción de las necesidades básicas permite desarrollar más necesidades de realización y expresión personal, como el amor romántico, por un lado, y que el individualismo y las relaciones culturales igualitarias aumentan la importancia de los atributos internos y decisiones personales con respecto al matrimonio y a la pareja.

    Estudios realizados en culturas occidentales, han encontrado que a lo largo de los últimos treinta años la relación entre matrimonio y amor ha ido cambiando. Las personas perciben de manera creciente que "estar enamorado" es la base fundamental para permanecer casado. Parece que en el siglo XX, en las sociedades occidentales, el amor romántico se ha convertido en razón fundamental para mantener relaciones matrimoniales a largo plazo (Simpson, Campbell y Berscheid, 1986). Dion y Dion (1993) sugieren que las diferentes orientaciones culturales influyen intensamente en cómo la gente conceptualiza el amor y la intimidad. Las culturas más individualistas, en las que las relaciones íntimas se establecen cara a cara y más o menos simétricamente, valoran más el componente pasional romántico del amor, mientras que en las sociedades colectivistas, las relaciones íntimas se organizan a través de la intervención de la familia extendida, y se valoran más los aspectos pragmáticos y amistosos del amor (Dion y Dion, 1988). Por tanto, el amor romántico es una base más importante para el matrimonio en las culturas individualistas que en las colectivistas. En las primeras, el amor y la decisión individual de dos personas parecen la forma natural de formar una pareja estable. En las segundas, en general, la formación de la pareja es una decisión de las personas mayores, se basa en arreglos que responden a los deseos de las familias y es un deber para los individuos (Triandis, 1995). La mayoría de la humanidad vive en culturas colectivistas y en general los matrimonios en el mundo son arreglados por los familiares o las familias tienen una gran influencia. La mayoría de las novias son adolescentes y en dos tercios de las sociedades se paga una dote por ellas y el matrimonio se concibe como un contrato socio-económico entre las familias. En 1980 en China solo un tercio de los matrimonios estuvo libre de influencia familiar, en 1989 en Corea el 40% de los matrimonios fue arreglado, al igual que en el 72% de mujeres turcas entrevistadas en los 70. El matrimonio convenido por los padres era muy frecuente en indios y pakistaníes emigrantes (Goodwin,1999).

    Desde esta perspectiva socio-cultural y normativa, más que las diferencias de recursos y roles, serían las normas valóricas las que explicarían las diferencias entre géneros y entre naciones. Aún controlando el nivel de desarrollo económico, las culturas cuyos valores enfaticen la autonomía y decisiones individuales (individualistas e igualitarias), así como que valoricen los atributos y sentimientos internos (individualistas), reforzarán la importancia del amor pasional, del amor como criterio y pre-requisito de la elección de parejay matrimonio. Las culturas colectivistas y que enfatizan las diferencias de status, que enfatizan las decisiones familiares y los deberes normativos, darán menos importancia al amor como criterio y pre-requisito de la formación de una pareja estable, así como valorarán más los aspectos prácticos y amistosos del amor. Se puede también suponer que las culturas normativas, que enfatizan la necesidad de obedecer reglas, rechazarán más el amor lúdico y pragmático y enfatizarán criterios como la castidad y status social. Estas culturas intolerantes de la incertidumbre (véase en el método la breve descripción de esta dimensión cultural) que son emocionales, también deberían enfatizar más el estilo de amor Manía – de fuerte activación emocional y posesivo. Las culturas jerárquicas, que enfatizan la legitimidad de las asimetrías de status y la obediencia (de hijos a padres y de esposas ante maridos entre otras) y las culturas masculinas, competitivas y que enfatizan las diferencias de género, también reforzarán las diferencias de respuesta entre hombres y mujeres, en particular reforzando el apoyo de las personas a los criterios tradicionales de género (p.e. las mujeres valoraran más el status social y los hombres la castidad y características femeninas de buena ama de casa). Según una argumentación socio-cultural, las culturas que imponen más constricciones reducirán las diferencias de genero en las respuestas normativas (p.e. habrán menos diferencias entre hombres y mujeres en valoración del amor pragmático, sí este es normativo en las culturas colectivistas).

    En resumen, el fenómeno del amor no sólo presenta una variabilidad inter e intraindividual, sino también cultural e histórica. Por tanto, en base a estos planteamientos teóricos y empíricos, el objetivo fundamental del presente estudio es analizar las diferencias culturales y de género en tres conceptualizaciones del amor, como son los tipos de amor y los estilos de apego asociados a ellos, la consideración del amor como prerequisito para casarse y la valoración de las características que se consideran importantes a la hora de elegir una pareja.

    Tres conjuntos de hipótesis se pueden deducir de los argumentos teóricos y los datos:

  1. Socio-biológicas y evolucionistas del apego: los hombres tenderán en general a valorar más el amor lúdico, y los criterios de elección de pareja como el atractivo físico y la atracción mutua y el amor, coherentemente con su menor inversión parental y su orientación positiva hacia el sexo casual y la obtención del máximo de parejas posibles. Las mujeres, dado la mayor inversión parental y el esfuerzo necesario para sacar adelante unos pocos descendientes, tenderán a valorar más el amor pragmático y amistoso, así como los criterios de poder social y status para elegir su pareja (Buss, 1990). Las mujeres presentarán más apego seguro, evitante y menos ansioso-ambivalente, probablemente por la orientación sexual restrictiva y su mayor orientación hacia relaciones estables. Las diferencias entre géneros en valoración del amor lúdico, pragmático y amistoso, así como en los criterios de status social y atractivo físico para elegir la pareja, se reforzarán en las culturas que impongan menos constricciones sociales, es decir, desarrolladas, individualistas, igualitarias y femeninas o cooperativas. El predominio del apego seguro se asociará a una mayor valoración del estilo de amor amistoso y erótico, el apego evitante a una menor valoración de este último y el apego ansioso a un mayor predominio del estilo maniaco de amor.

  2. Socio-estructural y teoría de los roles: El desarrollo socio-económico reforzará directamente la importancia del amor pasional, del amor como criterio y pre-requisito para elegir pareja intima y casarse, ya que permite al sujeto valorar aspectos subjetivos más que prácticos. Además, el desarrollo económico, asociado a una menor diferencia de roles de género, provocará que haya más semejanzas en las respuestas de hombres y mujeres sobre el amor (Eagly y Wood, 1999).

  3. Socio-cultural y normativa: Aún controlando el nivel de desarrollo económico, las culturas cuyos valores enfaticen la autonomía y decisiones individuales (individualistas e igualitarias), así como los atributos y sentimientos internos (individualistas), reforzarán la importancia del amor pasional, del amor como criterio y pre-requisito de la elección de pareja y matrimonio. Las culturas colectivistas, que enfatizan las decisiones familiares y los deberes normativos, darán menos importancia al amor como criterio y pre-requisito de la formación de una pareja estable, así como valorarán más los aspectos prácticos y amistosos del amor. Las culturas masculinas, competitivas y que enfatizan las diferencias de género, también reforzarán las diferencias de respuesta entre hombres y mujeres, en particular reforzando el apoyo de los hombres a los criterios tradicionales de género (p.e. las mujeres valorarán más el status social y los hombres la castidad y características femeninas de buena ama de casa. Las culturas colectivistas, de alta distancia jerárquica, reducirán las diferencias de género en las respuestas normativas (menos diferencias entre hombres y mujeres en valoración del amor pragmático, amistoso, de la castidad y del status social, criterios supuestamente normativos en estas culturas).

 

MÉTODO

    Para analizar las diferencias culturales y de género en los diferentes tipos de amor se reclutaron muestras de estudiantes superiores de psicología y ciencias de la educación de Argentina (N=162), Angola (N=97), Bélgica (N=105), Brasil (N=240), Cabo Verde (N=112), Espa ña (N=133), Francia (N=267), Mozambique (N=101), Portugal (N=306) y Suiza (N=144). El porcentaje de hombres y mujeres era bastante similar y su media de edad era de 22 años. Además se utilizaron las medias obtenidas en otras muestras que se mencionan más abajo.

    Los cuestionarios se aplicaron en francés, portugués y castellano en nuestras investigaciones.

    Como variables contextuales predictoras se utilizaron las puntuaciones de las diferentes naciones de las que se obtuvo muestras en las dimensiones culturales de Hofstede (2001), a saber, Individualismo-Colectivismo (IDV), Distancia Jerárquica (PDI), Masculinidad- Femineidad (MAS) y Evitación de la incertidumbre (UAI). Estas puntuaciones reflejan la valoración media por una muestra de empleados de una multinacional de objetivos y valores laborales. A mayor puntuación en IDV más se valora la autonomía individual y a menor más se valora la relación estable con el grupo adscrito. A mayor puntuación en Distancia jerárquica más se aceptan las diferencias de status y se enfatiza el respeto y deferencia ante los superiores. A mayor puntuación en Masculinidad Cultural, más se valora la competición y dureza y más se marcan las diferencias de roles entre sexos. A menor puntuación, más se valora la cooperación, la calidad de vida y los roles de género son más similares. A mayor puntuación en UAI más se requieren normas, menos se tolera lo extraño y se es más emocional. Las puntuaciones de Hofstede, pese a sus limitaciones de muestra, de contenido de los valores y de haberse recolectado en los años 70, han mostrado una gran validez convergente con encuestas de valores de los años 90, realizados sobre muestras representativas y apareadas de todo tipo (Hofstede, 2001). El Índice de Desarrollo Humano (IDH) es un indicador de la ONU que combina el ingreso per capita, el nivel educacional y la expectativa de vida en una sola puntuación de desarrollo social – a mayor puntuación, mejor calidad de vida y desarrollo social.

    Para medir las variables dependientes de creencias sobre el amor se utilizaron tres instrumentos.

    El primer instrumento de medida utilizado corresponde a la escala del amor de Hendrick y Hendrick (1986) de 42 items que mide seis dimensiones con siete preguntas. Las sub-escalas son eros (p.e., con mi pareja, nos sentimos atraídos físicamente desde la primera vez que nos vimos), ludus (p.e., me gusta jugar al juego del amor con diferentes parejas), storge (p.e., espero permanecer para siempre junto a mi pareja), pragma (p.e., es preferible amar a alguien que proviene del mismo medio), manía (p.e., cuando mi pareja no me hace caso, me enfermo) y ágape (p.e., prefiero sufrir yo antes de que sufra mi pareja). Se responde a los items en una escala tipo likert de cinco niveles sin número incluido (de 1=muy de acuerdo a 5=muy en desacuerdo). Se aplicó una versión francesa, portuguesa y castellana de esta escala. Además se re-utilizaron las medias de estudiantes de EEUU de los autores de la escala. Las dimensiones presentan coeficientes de fiabilidad satisfactorios en todas las muestras(alrededor de .70) y un análisis factorial confirmatorio permitió contrastar que la escala presentaba dimensiones y pesos de los items en estas dimensiones comparables transculturalmente (Neto et al., 2000). Finalmente, también se utilizaron los datos de muestras de estudiantes rusos (N=401) y japoneses (N=223) de Sprecher, Aron, Hatfield, Cortese, Potatova y Levitskaya (1994). Estos autores aplicaron una versión corta de tres ítemes de la escala de Hendrick y Hendrick, invirtiendo además la puntuación (1=fuertemente desacuerdo y 5=fuertemente de acuerdo). Los alfas de las escalas eran medio bajos, rango entre 0,26 Ludus en Japón hasta 0,61 Eros en Rusia. Se corrigió las medias para darles el mismo sentido y sus puntuaciones se utilizaron en una análisis secundario. La escala de Agape tenía sólo dos ítemes y no se utilizó.

    Junto con la esta escala de amor se aplicó un ítem auto-descriptivo elaborado por Hazan y Shaver (1987) que operacionaliza los tres estilos de apego en una descripción de sí mismo. Se pedía a las personas que se identificaran con una de las tres siguientes descripciones, cada una representativa de un estilo de apego: a) Seguro: "Encuentro relativamente fácil intimar con la gente y depender confortablemente de ellos y ellos de mí. No me preocupo a menudo porque alguien me abandone o porque alguien intime o se me aproxime demasiado". b) Evitante: " A veces me siento inconfortable al intimar con la gente, encuentro díficil confiar en ella así como depender de ella. A menudo mis amigos y novios quieren una relación más íntima que la que yo puedo tener con ellos y sentirme bien o confortable". c) Ansioso-ambivalente: " Encuentro que las personas son reticentes a intimar como yo quisiera con ellas. A menudo me preocupa que mis amistades (novios / as) no me quieren realmente o quieren romper la relación conmigo". Aplicando una escala de 15 ítemes que operacionalizaban de forma más precisa los tres estilos de apego, Mikulincer y Erev (1991) encontraron que había una concordancia del 92% entre la adscripción a un estilo de apego mediante la elección de una de las tres descripciones por la persona y la asignación a cada estilo mediante las puntuaciones de las escalas, confirmando la validez convergente de estas auto-descripciones. Además de los porcentajes de nuestras encuestas, se utilizaron los porcentajes de auto-adscripción diferenciados por sexos de EEUU, Japón y Rusia de Sprecher et al (1994).

    El segundo instrumento utilizado son los rangos de prioridad de los criterios de elección de pareja. Para evaluar las diferencias socio-culturales en los criterios para elegir pareja íntima se utilizaron los rangos de 30 países del estudio de Buss et al. (1990) y las puntuaciones recogidas en Chile (N=127) y Argentina (N=104) por los autores. Se pidió a los participantes que evaluaran la importancia de una serie de 18 atributos para elegir una pareja íntima, en una escala de 4 puntos, puntuando con un 3 si la característica se considera indispensable y con un 0 si es irrelevante o nada importante. Los atributos eran los siguientes: el amor, el atractivo físico, la castidad, tener creencias religiosas similares, una actitud política similar, un buen estatus social, una buena situación económica, un nivel educativo similar, ser educado e inteligente, ser ambicioso o trabajador, ser emocionalmente estable y maduro, ser sociable, ser agradable, ser una persona en la que se puede confiar, ser buen cocinero y ama de casa, ser ordenado, tener deseos de formar una familia y tener buena salud. A partir de las medias de cada muestra se estableció un rango de preferencia (de 1=para el atributo con la media más alta a 18=para el atributo con la media más baja).

    El tercer instrumento utilizado fue una pregunta sobre el amor como requisito necesario para casarse y formar una pareja estable. Con el fin de examinar las diferencias culturales en la opinión sobre el amor como pre-requisito para casarse se utilizaron los datos de los 11 países de la investigación original de Levine et al (1995) y se recogieron respuestas de 10 países: Argentina, Angola, Bélgica, Cabo Verde, Chile, España, Francia, Mozambique, Portugal, Suiza – véase más arriba-.

    Esta tercera concepción del amor se analizó a través de la pregunta utilizada en una investigación previa por Levine: "En su opinión, si una persona (mujer u hombre)tiene todas las otras cualidades que usted desea, se casaría usted con esta persona si no estuviera enamorada de ella. Las alternativas de respuesta eran: Sí, No o Indeciso. En un análisis secundario también se integraron los datos para Rusia de Sprecher et al,1994. Estos autores utilizaron la misma pregunta, aunque dicotomizaron la respuesta (Sí y No), por lo que los análisis se hicieron sin y con sus datos.

 

RESULTADOS

Tipos de amor y factores socio-culturales.

    Para examinar las diferencias culturales y de género en esta primera aproximación al concepto del amor, se correlacionaron las medias de cada nación otorgadas a los diferentes tipos de amor con los indicadores de valores culturales de Hofstede y con el índice de desarrollo humano. Además, regresiones múltiples con todos los predictores (método enter) y con los predictores más significativos (método stepwise) permitirán discernir cuales son los factores socio-culturales que tienen una influencia especifica, controlandolas otras dimensiones culturales y el desarrollo social. Inicialmente se compararán las medias entre sí mismas mediante t-test apareados, que nos permiten también contrastar la asociación entre variables.

    Recordando que a menor puntuación, mayor valoración y que puntuaciones por encima de tres indican desaprobación, la comparación de medias utilizando a las naciones como unidad de análisis, muestran que el estilo de amor erótico es el más valorado (M=2.38) y es significativamente más valorado que los otros estilos (todas los contrastes que se mencionan como significativos se basan en pruebas apareadas de t(13) mayores 2.8, p<0.02). Este estilo de amor no se correlacionaba con los otros, sólo negativamente a Manía, r(13)=-0.50.,p<0.072. El estilo amistoso o Storge es el segundo en valoración (M=2.75), significativamente más que el estilo Pragma y se asociaba a este último estilo positivamente, r(14)=0.90,p<0.001,y negativamente a Manía, r=-0.51,p<0.064. La Manía es el tercer estilo de amor más valorado (M=2.85), de forma similar a Storge y Ludus, significativamente menos valorado que Eros y más que el estilo pragmático. Ludus y Pragma son los estilos menos valorados (M=3.3 los dos).

    En síntesis, utilizando las medias nacionales se confirma que el estilo Erótico es el más valorado, seguido del estilo Storge y Manía. Las culturas que enfatizan el estilo amistoso y de compañero de amor también valoran los aspectos prácticos y le otorgan menos importancia a la posesión, los celos y la fuerte activación emocional. Sin embargo, las culturas que enfatizan el amor pasional desenfatizan el amor maníaco.

Tabla 1
Puntuaciones medias de la importancia otorgada a los estilos de amor en 16 países y grupos étnicos*

 

Estilos de Amor

Países

EROS

LUDUS

STORGE

PRAGMA

MANIA

AGAPE

Argentina

2.38

3.49

3.41

3.78

2.88

2.58

Angola

2.30

3.11

1.79

2.25

2.74

2.41

Bélgica

2.44

3.70

3.05

3.92

2.49

2.52

Brasil

2.30

3.30

2.45

2.87

3.12

2.67

Cabo Verde

2.34

3.45

2.12

2.92

3.03

2.47

España

2.04

3.67

2.67

3.75

2.91

2.34

Francia

2.15

3.73

3.29

4.00

2.70

2.57

Mozambique

2.32

2.99

2.35

2.93

3.11

2.50

Portugal

2.23

3.70

2.71

3.48

3.05

2.66

Suiza

2.43

3.53

3.01

4.05

2.92

2.65

USA

2.30

3.35

2.55

2.90

3.05

2.35

USA-asiáticos

2.6

3.2

2.3

2.4

2.8

2,3

USA-latinos

2.26

3,3

2.43

2.83

3,01

2.3

Japón

2.77

3.8

2.89

3.52

2.79

 

Rusia

2.34

3.11

2.96

3.59

2.71

 

*Fuente: USA, USA asiáticos y latinos, Escala del amor de Hendrick y Hendrick (1986), Rusia y Japón, Sprecher et al,(1994), Macao Neto et al,(2000).
** Rango de la escala: de 1=muy de acuerdo a 5=muy en desacuerdo

 

    Para utilizar al máximo la información utilizamos a las medias de los grupos étnicos (orientales o asiáticos y latinos) de EEUU así como los datos de Macao. Hemos dicotomizado los datos culturales a partir de la mediana de Hofstede para los otros países :menores de 63 puntos en IDV =21 más de 63 =1, menores de 70 en PDI Distancia jerárquica =1, mayores de 73, alto PDI=2, menores de 50 en MAS o Femeninos = 1 y mayores de 50 =2, menores de 68 en UAI, Evitación baja=1, más de 68, Evitación alta=2. Dado que no habían indicadores culturales precisos sobre estos grupos étnicos inmigrantes en EEUU y sobre Macao a estos grupos le hemos asignado una puntuación de 1 en IDV o colectivista y de 2 en PDI o alta distancia jerárquica, a los hispanos una puntuación de Masculinidad alta o de 2 dado que Méjico y el Caribe puntúan masculino en Hofstede. A los asiáticos también le hemos otorgado un 2 ya que muchas culturas asiáticas (China, Japón, aunque no Filipinas) puntúan por encima de la media en masculinidad. Finalmente, asiáticos de EEUU y Macao recibieron una puntuación de baja evitación de la incertidumbre y latinos en EEUU alta, en concordancia con el hecho que la mayoría de las puntuaciones latinas son de alta y las asiáticas son de baja en Hofstede. Dado que es imposible otorgarles puntuaciones socio-económicas a Macao y los grupos étnicos de EEUU no los utilizaremos en las regresiones múltiples, ya que el objetivo de estas es constatar la influencia de las dimensiones culturales controlando los aspectos sociales.

    Teniendo en cuenta que a menor puntuación, más importancia se le da al tipo de amor evaluado y empezando con el estilo más valorado, el estilo de amor eros se asocia con la feminidad cultural [r(11)=,601, p<.025]. Tomando en cuenta las puntuaciones de Japón y Rusia, esta asociación se refuerza, r(13)=,87,p<0,001. La regresión múltiple utilizando todas las dimensiones culturales y el IDH como predictores confirma que la feminidad cultural se asocia específicamente al estilo erótico, B= 1.03,p<0.0002, aunque también lo hacían la baja evitación de la incertidumbre, B=0.46,p<0.02 y en menor medida el alto desarrollo social, B=-0.33,p<0.08, F(5,7)=14.87,p<0.002, R ajustada 0.85. Integrando los datos de los inmigrantes de EEUU y Macao se confirma que el amor Eros se asocia a la feminidad cultural [r(16)=,65, p<.004].

    El estilo de amor storge o amor amistoso se asocia con el menor desarrollo socio-económico [r(10)=,738, p<.007], la baja evitación a la incertidumbre [r(11)=,588, p<.028] , al colectivismo [r(11)=,599, p<.026] y a una alta distancia jerárquica [r(11)=-,507, p<.056]. Integrando las puntuaciones de Rusia y Japón, se mantienen las asociaciones entre amor amistoso y menor Índice de Desarrollo Humano, r(13)=,75,p<0,003, Storge y baja evitación de la incertidumbre, r(13=,66,p<0,009, Storge y colectivismo, r(13)=,59,p<0,02. Una regresión múltiple de la media colectiva de Storge sobre estas tres últimas variables como predictoras, es significativa, F(9,3)=10,65, p<0,003, R ajustada 0,71. La baja evitación de la incertidumbre (B=0,88,p<0,02) y el colectivismo (B=0,85,p<0,03) son los predictores especificos de la valoración del estilo de amor amistoso. Integrando los datos de los inmigrantes de EEUU y Macao se confirma que el amor Storge se asocia a la baja evitación a la incertidumbre [r(16)=,63, p<.004], a la feminidad cultural [r(16)=,37, p<.022] y a una alta distancia jerárquica [r(16)=-,49, p<.026].

    El estilo de amor pragma se asocia con el menor desarrollo socio-económico [r(10)=,734, p<.008], con la baja evitación a la incertidumbre [r(11)=,609, p<.023]), el colectivismo [r(11)=,535, p<.045] y con la mayor distancia jerárquica [r(11)=-,458, p<.078]. Utilizando los datos de Rusia y Japón, el amor práctico se sigue asociando con menor desarrollo social, r(13)=,75,p<0,003, con baja evitación de la incertidumbre, r(13)=,69,p<0,005 y con colectivismo, r(13)=,50,p<0,05. Una regresión múltiple de la media colectiva de Pragma sobre estas tres últimas variables como predictoras, es significativa, F(9,3)=7,0p<0,02, R ajustada 0,60. La baja evitación de la incertidumbre (B=0,69,p<0,08) era el predictor especifico de la valoración del estilo de amor pragmático. Integrando los datos de los inmigrantes de EEUU y Macao se confirma que el amor Pragma se asocia a la baja evitación a la incertidumbre [r(16)=,67, p<.003] y a una alta distancia jerárquica [r(16)=-,53, p<.02.

    El estilo de amor manía se asocia a la alta evitación de la incertidumbre, aunque sólo cuando se toman en cuenta las puntuaciones de Rusia y Japón, r(13)=-,43,p<0.075. Una regresión múltiple utilizando como predictores las dimensiones culturales más asociadas (IDV,PDI) a la manía además de la evitación de la incertidumbre y del IDH, confirmó que la evitación de la incertidumbre se asociaba a la manía (B=-.94,p<0.07) y sobre todo al individualismo (B=-1.15,p<0.05, F(4,8)=2.78,p<0.10, R ajustada 0.37. Integrando los datos de los inmigrantes de EEUU y Macao se confirma que la manía se asocia al individualismo [r(16)=,37, p<.08].

    Por último el estilo de amor lúdico se asocia con el menor desarrollo social [r(10)=,863, p<.001], así como con la baja evitación a la incertidumbre [r(11)=,745, p<.004] y al colectivismo [r(11)=,432, p<.092]. Específicamente en el caso de los hombres, el amor lúdico se relaciona con el menor desarrollo socio-económico [r(10)=,514, p<.064]. Integrando las puntuaciones de Rusia y Japón, se mantiene el perfil de las correlaciones, aunque estas dejan de ser significativas (p.e. IDH y Ludus, r(13)=0,31,p<0,16). Una regresión múltiple utilizando el IDH, UAI e IDV como predictores confirmó que el estilo de amor lúdico se asocia al bajo desarrollo económico (B=1.84,<p<0.02), el colectivismo (B=-1.3,p<0.03) y en menor medida la baja evitación de la incertidumbre (B=-0.97,p<0.06, F(3,9)=2.94,p<0.092, R Ajustada 0.33. Con los datos de grupos étnicos y Macao estas asociaciones no tienen significación.

    Concluyendo, si tomamos en cuenta únicamente los coeficientes multivariados de influencia, el amor erótico es más valorado en las culturas poco competitivas, que valoran la calidad de vida, en las sociedades más desarrolladas y en las culturas menos normativas y ansiógenas. Tomando en cuenta el análisis con el máximo de países y grupos se puede afirmar que la feminidad cultural se asocia a la mayor valoración del amor erótico. Ahora bien, al mismo tiempo el amor amistoso es más valorado en las culturas colectivistas y de baja evitación de la incertidumbre. El amor tipo Storge es más valorado en culturas colectivistas, en las que las relaciones íntimas se basan en mayor medida en las obligaciones y deberes familiares, así como en las culturas tolerantes, que son menos emocionales y que valoran más el amor paulatino y calmado. En las culturas de menor evitación de la incertidumbre también se valoraban más los aspectos prácticos del amor. Tomando en cuenta el máximo de información, podemos afirmar que los aspectos prácticos y amistosos del amor son más valorados en culturas de alta distancia jerárquica y de baja evitación de la incertidumbre. En las culturas que valoran más al individuo, que son normativas y emocionales, se da más intensamente el estilo maníaco –asociado a la posesión y alta activación afectiva. Aunque este último resultado sólo se produce al integrar las muestras con escala corta o los grupos étnicos y Macao, por lo que lo estimamos menos consistente. Finalmente, el amor lúdico es más valorado en culturas colectivistas, de bajo desarrollo y de baja evitación de la incertidumbre. En estas culturas (africanas en nuestra muestra) tanto por la ausencia de parejas masculinas con recursos, como por una cierta mayor tolerancia al sexo casual, es más frecuente la sexualidad extra-marital y es comprensible que se tenga una actitud más aceptante de este.

 

Estilos de apego, Tipos de amor y factores socio-culturales.

Tabla 2
Porcentajes de personas identificadas con los estilos de apego en 13 países*

 

Estilos de Apego

Hombres Mujeres

Países

Seguro-H

Evitante-H

Ansioso-H

Seguro-M

Evitante-M

Ansioso-M

Argentina

58

13

29

49

8

28

Angola

46

37

17

33

36

17

Bélgica

38

31

31

45

5

29

Brasil

57

18

25

42

17

24

Cabo Verde

57

20

23

32

56

28

España

63

10

27

49

5

25

Francia

61

11

28

56

4

24

Mozambique

36

40

24

42

38

23

Portugal

60

23

17

54

22

13

Suiza

61

19

19

52

29

16

USA

47

37

16

50

37

12

Rusia

39

36

25

31

57

12

Japón

25

53

23

49

43

9

*Fuente: USA, Rusia y Japón, Sprecher et al,(1994).

 

    Como se esperaba, el estilo de apego seguro se asoció a valorar menos al estilo ludus, r(13)=,49,p<0.05 y a valorar más el estilo eros, r(13)=-,47,p<0.06. El estilo de apego evitante se asoció al estilo de amor práctico, r(13)=-,51,p<0.04, y al estilo de amor compañero, r(13)=-,47,p<0.055. El estilo evitante se asoció negativamente al amor erótico, r(13)=,43,p<0.07, como se esperaba.

    La asociación entre Manía y apego ansioso fue la esperada, aunque no significativa, r(13)=-,23,p<0.23- recordemos que a menor puntuación, mayor importancia del estilo amoroso.

    Un análisis factorial ecológico sobre los trece países a partir de los estilos de apego seguro, evitante y de los estilos de amor eros,pragma,storge y ludus, encontró dos factores. El primer factor explicaba el 45.1% de la varianza y reunía a los estilos pragma, storge y al apego evitante – a mayor puntuación factorial, menor importancia del apego evitante y de los estilos prácticos y amistosos. El segundo factor explicaba el 23.6% de la varianza y reunía al apego seguro, al estilo eros y de forma invertida al apego evitante. A mayor puntuación factorial, menos apego seguro, menor importancia del amor erótico, mayor importancia del apego evitante. El tercer factor explicaba el 18.8% de la varianza y reunía el apego seguro y la baja valoración del amor lúdico – a mayor puntuación factorial, más apego seguro y menos estilo lúdico. El primer factor se asociaba significativamente al individualismo, r(13)=,55,p<0.03, a la evitación de la incertidumbre, r=,69,p<0.006 y al desarrollo social, r=,76,p<002. Es decir, a mayor colectivismo, menor evitación de la incertidumbre y menor desarrollo social, mas apego evitante y más importancia del amor amistoso y práctico. El estilo de apego evitante, era más típico de culturas menos desarrollada y jerárquicas. El apego evitante se asocia al amor práctico y de compañero. Aunque lo que predecía el amor amistoso eran el colectivismo y la baja evitación de la incertidumbre. Esto es comprensible si se entiende al apego evitante como un resultado de la alta distancia jerárquica y de las dificultades de sobrevida en sociedades menos desarrolladas, que a su vez son colectivistas. El menor desarrollo social y la importancia de las decisiones familiares en las relaciones íntimas típicas de las culturas colectivistas redundarían en una mayor importancia de los aspectos prácticos y de apego amistoso del amor. La segunda puntuación factorial se asociaba a la feminidad cultural, r(13)=,74,p<0.003. A menor masculinidad cultural, más apego seguro, menos evitante, mayor importancia del amor erótico. Esto es coherente con los resultados previos, en los cuales se constataba que las culturas que enfatizan un apego seguro, son más desarrolladas y más cooperativas. Las culturas más desarrolladas y cooperativas enfatizan más el amor erótico, que se asociaba a su vez al apego seguro.

 

Tipos de amor, estilos de amor, diferencias de género y factores socio-culturales:

    Para contrastar las diferencias de género en dimensiones del amor utilizamos las medias nacionales. Los resultados muestran que los hombres, comparados con las mujeres, están menos de acuerdo con el amor eros {t(10)=1,962, p<.039}, el amor pragmático {t(10)=2,120, p<.030} y el amor storge o amor amistoso {t(10)=1,395, p<.096}. Mientras que las mujeres valoran más negativamente el amor ludus {t(10)=-4,757, p<.0001} y el amor ágape {t(10)=-2,716, p<.011}. Integrando los datos rusos y japoneses, se mantiene una ligera tendencia a que los hombres valoren menos el amor amistoso (M=2,77 de hombres frente a 2,72 de mujeres), t(12)=1.63,p<0.07. Sólo la menor valoración por los hombres del estilo pragmático se mantiene significativa (M=3,44 de hombres frente a M=3,34 de mujeres), t(12)=2.04,p<.04. También se mantiene significativa la menor valoración por las mujeres (M=3.47) que por los hombres (M=3.21) del amor lúdico, t(12)=3.98,p<.001.

    El apego seguro de hombres se asocia a eros, r(13)=-.58,p<0.02. Al igual que en el caso general, a mayor apego seguro, mayor importancia del amor erótico. Además, de forma coherente con la teoría, a mayor apego ansioso masculino, mayor importancia al estilo de amor maniaco, r(13)=-,46,p<0.055, y menor importancia al amor práctico, r(13)=,56,p<0.03 y de compañero, r=,61,p<0.02. También de forma coherente, a mayor apego evitante, menor estilo erótico, r(13)=,45,p<0.062.

    El apego seguro de mujeres se asocia a una menor importancia del estilo práctico, r(13)=,50,p<0.05, amistoso del amor, r=,52,p<0.04, lúdico r=,43,p<0.074 y maniaco,r=,41,p<0.084. El apego evitante se asociaba en mujeres a la mayor importancia del amor práctico,r/13)=-,51,p<0.04, y amistoso, r=-,61,p<0.02.

    La asociación entre apego ansioso y manía se confirmaba únicamente para los hombres – recordemos que los hombres mostraban un porcentaje ligeramente superior de apego ansioso-ambivalente que las mujeres. El apego ansioso se asociaba a la evitación de la incertidumbre en el caso masculino, r(13)=0.42,p<0.08. Coherentemente, la evitación de la incertidumbre se asociaba a la mayor importancia de la manía masculina, r(13)=-0.56,p<0.03 – así como a la menor importancia del amor práctico y amistoso masculino. La feminidad se asociaba a un mayor acuerdo masculino con el amor erótico y lúdico.

    Concluyendo, un mayor predominio colectivo del apego seguro se asocia a una menor valoración del amor lúdico en el caso masculino, mientras que en el caso femenino se asocia a una menor importancia del amor práctico y amistoso. El refuerzo cultural del apego seguro disminuye las supuestas tendencias innatas de los sexos. Las sociedades desarrolladas refuerzan el apego seguro y debilitan el apego evitante en las mujeres. A menor apego seguro y más evitante femenino, típico de culturas colectivistas, mayor importancia de los aspectos prácticos y amistosos del amor. En cambio, estas relaciones no se dan el caso del sexo masculino.

    Una puntuación de diferencia entre la media femenina y masculina de cada muestra se correlacionó con los factores socio-culturales para constatar que variables explicaban las diferencias entre géneros. La diferencia en Ludus se asociaba a la feminidad cultural, r(13)=0.48,p<.05. En las culturas femeninas había más diferencias entre mujeres y hombres en estilo lúdico (M mujeres= 3.51, M hombres=3.16, diferencia de 0.35) que en las culturas masculinas (M mujeres=3.4, M hombres=3.27, diferencia 0.13). Una regresión múltiple utilizando todas las dimensiones culturales y el Índice de Desarrollo Humano como predictores confirma que la feminidad cultural se asocia a mayores diferencias entre sexos en valoración del amor lúdico (B=-.68,p<0.05).

    La diferencia en Storge se asociaba a individualismo, r(13)=0.65,p<0.009 y a desarrollo socio-económico, r(13)=0.68,p<0.006. Comparando los países de bajo frente a los de alto individualismo según las puntuaciones de Hofstede, se constata que los colectivistas muestran una mayor diferencia entre mujeres y hombres en Storge (M mujeres=2,54; M hombres=2,61, diferencia de .063) que los países individualistas (M mujeres 3.1, M hombres=3.15, diferencia de .05). Si bien en todas las culturas las mujeres manifiestan más acuerdo con el estilo amistoso que los hombres, esta mayor valoración es más fuerte en los países colectivistas. El perfil de resultados era similar para el desarrollo social – las diferencias en valoración del estilo amistoso eran mayores entre los géneros en los países menos desarrollados. Una regresión múltiple utilizando estas dos dimensiones culturales (IDV y MAS) y el IDH como predictores mostró que solo el desarrollo social influenciaba la diferencia de géneros en valoración del amor amistoso (B=1.00,p<0.02, F(3,9)=3,92,p<0.05, R ajustada 0.42).

    Finalmente, la diferencia en Pragma se asociaba a colectivismo, r(13)=-0.62,p<0.02 y a feminidad cultural, r(13)=-0.55,p<0.03. Comparando los países de bajo frente a los de alto individualismo según las puntuaciones de Hofstede, se constata que los individualistas muestran una mayor diferencia entre mujeres y hombres en Pragma (M mujeres=3,6; M hombres=3,86, diferencia de .263) que los países colectivistas (M mujeres 3.22, M hombres=3.25, diferencia de .03). Las mujeres manifiestan más acuerdo con el estilo práctico que los hombres en las culturas individualistas, mientras que se da una esta mayor valoración común a ambos sexos en los países colectivistas. El perfil de resultados era similar para la masculinidad cultural. Las diferencias entre hombres y mujeres en Pragma eran mayores en las culturas masculinas (Mmujeres=3.52, M hombres=3.77, diferencia de .244) que en las culturas femeninas (M mujeres=3.22, M hombres=3.23, diferencia de .013). Una regresión múltiple utilizando como predictores estas dos dimensiones culturales y el IDH para controlar las variables socio-estructurales, confirmó que únicamente el colectivismo predecía tendencialmente las fuertes diferencias de género en valoración del amor práctico (B=-0.63,p<0.09, F(3,9)=3.47,p<0.07, R ajustada 0.38.

Tabla 3
Puntuaciones medias de la importancia otorgada a los estilos de amor por hombres y mujeres de 13 países*

 

Estilos de Amor

 

EROS

LUDUS

STORGE

PRAGMA

MANIA

AGAPE

Países

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

Argentina

2.42

2.41

3.31

3.58

3.45

3.40

3.90

3.76

2.81

2.90

2.29

2.74

Angola

2.28

2.33

2.96

3.22

1.89

1.72

2.28

2.26

2.84

2.66

2.38

2.42

Bélgica

2.65

2.41

2.65

2.41

3.59

3.71

4.17

3.87

2.61

2.48

2.19

2.57

Brasil

2.29

2.33

3.05

3.56

2.40

2.48

2.99

2.72

3.19

3.07

2.40

2.91

Cabo Verde

2.44

2.13

3.33

3.72

2.17

2.00

2.86

3.07

3.13

2.81

2.46

2.50

España

2.34

2.25

3.36

3.55

2.54

2.65

3.67

3.71

2.82

3.08

2.18

2.76

Francia

2.27

2.09

3.38

3.87

3.38

3.24

4.14

3.96

2.57

2.72

2.65

2.53

Mozambique

2.33

2.31

2.79

3.16

2.50

2.17

2.99

2.88

3.18

3.05

2.57

2.44

Portugal

2.29

2.20

3.36

3.91

2.66

2.73

3.41

3.50

3.03

3.04

2.58

2.72

Suiza

2.39

2.44

3.41

3.65

3.05

2.97

4.15

3.78

2.93

2.88

2.52

2.76

USA

2.30

2.30

3.10

3.60

2.60

2.50

3.00

2.80

3.10

3.00

2.30

2.40

Japón

2.84

2.77

3.83

3.77

2.93

2.84

3.63

3.42

2.64

2.92

   

Rusia

2.27

2.41

3.08

3.13

2.97

2.95

3.52

3.66

2.85

2.56

   

*Escala del amor de Hendrick y Hendrick (1986).
** Rango de la escala: de 1=muy de acuerdo a 5=muy en desacuerdo.

 

    Las mujeres valoran más el amor práctico y amistoso – este último con menos consistencia. El amor amistoso era enfatizado más por las mujeres que por los hombres de sociedades menos desarrolladas. El amor pragmático era más enfatizado por las mujeres que por los hombres en las culturas colectivistas y sociedades que enfatizan las diferencias de género – aunque era el colectivismo el que predecía específicamente estas diferencias. Los hombres valoran más el amor lúdico y en particular son los hombres de culturas femeninas los que valoran más que las mujeres el amor de juego.

 

Criterios para elegir la pareja íntima y factores socio-culturales:

    Con el fin de analizar las relaciones entre las dimensiones socio-culturales y los criterios para la elección de una pareja íntima, se correlacionó el rango que hombres y mujeres de cada nación asignaron a 18 criterios según su importancia para elegir una pareja con los indicadores culturales de Hofstede y el índice de desarrollo humano. Recordemos que los atributos valorados como los más importantes son los que presentan rangos menores. Por ende, una correlación positiva indica que los países con mayores puntuaciones en las dimensiones culturales y en el índice de desarrollo humano, atribuyen un mayor rango, es decir, un menor acuerdo con las características que debe tener la pareja íntima. Al contrario, una asociación negativa indica que a menor puntuación en las dimensiones culturales e índice de desarrollo humano, se atribuye un menor rango, es decir un mayor acuerdo con los atributos que debe tener la pareja.

    Recordando que el rango uno significa la máxima valoración y el 18 la mínima, el amor y atracción mutua como criterio es el más valorado de todos (M=1.5) y significativamente más valorado que los otros criterios centrales para nuestros análisis – atractivo físico, buena salud, status social, ser buena ama/o de casa y la castidad, todas las t(32)mayores que 10,p<0.001. A mayor valoración del amor como criterio de elección de pareja, menor importancia de la buena salud, de ser buen amo de casa y de la castidad, respectivamente r(33)=-0.46,p<0.009, r=-0.41,p<0.02 y r=-0.58,p<0.001. En cambio a mayor valoración del amor, también mayor valoración del atractivo físico, r(33)=0.37,p<0.04. La buena salud ocupa un rango secundario importante (M=6.3), también significativamente más importante que el atractivo físico, el status social,el ser buen ama/ o de casa y la castidad. Correlaciona con el ser buen amo de casa, r(33)=40,p<0.03, y con la castidad, r=0.48,p<0.005, El atractivo físico es mucho menos valorado, rango medio de 11.48, aunque más valorado que el ser buen ama/o de casa y que la castidad. Además el atractivo se asocia negativamente a la valoración de la castidad, r(33)=-0.46,p<0.002. El ser buen amo/a de casa también se valora como un criterio secundario (M=12.81), aunque significativamente más que la castidad y el buen status social. El buen status social tiene un rango bajo(M=13.53) aunque significativamente más alto que la castidad (M=15.9).

    Podemos constatar que el amor y el atractivo físico se asocian entre ellos y se oponen a un conglomerado de criterios como la buena salud, el ser buen ama/o de casa y la castidad.

    Los resultados señalan que el individualismo (IDV) y el desarrollo socio-económico (IDH), tanto en el caso de los hombres como en el de las mujeres, se asocia negativamente con el amor [IDV/Hombres: r(32)=-,462, p<.004 y IDV/Mujeres: r(32)=-,426, p<.008; IDH/Hombres: r(30)=-,595, p<.0001 y IDH/Mujeres: r(30)=-,661, p<.0001], el atractivo físico [IDV/H: r(32)=-,475, p<.003 y IDV/M: r(32)=-,267, p<.070; IDH/H: r(30)=-,381, p<.019 y IDH/M: r(30)=-,304, p<.051], ser agradable [IDV/H: r(32)=-,363, p<.021 y IDV/M: r(32)=-,344, p<.027; IDH/H: r(30)=-,502, p<.002 y IDH/M: r(30)=-,420, p<.010], tener una actitud política similar [IDV/H: r(32)=-,271, p<.067 y IDV/M: r(32)=-,254, p<.080; IDH/H: r(30)=-,364, p<.024 y IDH/M: r(30)=-,355, p<.027] y positivamente con la castidad [IDV/H: r(32)=,365, p<.020 y IDV/M: r(32)=,345, p<.027; IDH/H: r(30)=,635, p<.0001 y IDH/M: r(32)=,607, p<.0001], la disposición a formar una familia e hijos [IDV/H: r(32)=,671, p<.0001 y IDV/M: r(32)=,371, p<.018; IDH/H: r(30)=,560, p<.001 y IDH/M: r(30)=,534, p<.001], la buena salud [IDV/H: r(32)=,416, p<.009 y IDV/M: r(32)=,237, p<.096; IDH/H: r(30)=,615, p<.0001 y IDH/M: r(30)=,263, p<.081], ser una persona ordenada [IDV/H: r(32)=,297, p<.049 y IDV/M: r(32)=,284, p<.057; IDH/H: r(30)=,307, p<.050 y IDH/M: r(30)=,546, p<.001. Es decir, el individualismo y el desarrollo socio-económico se asocian con una mayor importancia otorgada al amor, atractivo físico, ser agradable y tener una actitud política similar como criterios para elegir a la pareja. Mientras que el colectivismo y el menor desarrollo social se asocian con la valoración de la castidad, la disposición a formar una familia, la buena salud y el ser una persona ordenada.

Tabla 3a
Rango medio de la importancia otorgada a 18 criterios para elegir pareja íntima en 32 países *

 

Alemania

Argentina**

Australia

Bélgica

Brasil

Bulgaria

Canadá

Chile**

China

Colombia

España

Finlandia

Atributos de la pareja íntima

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

Amor

1

1

1

1

1

1

1

1

1

1

2

2

1

1

1

1

4

8

3

3

1

1

1

1

Atractivo Físico

7

13

10

12

8

17

9

13

10

13

5

11

9

13

6

11

11

15

15

16

9

14

8

14

Castidad

18

18

18

18

17

18

18

18

16

18

17

18

17

18

18

17

3

6

16

18

18

18

18

18

Buena situación económica

14

10

12

13

18

12

16

12

14

12

16

14

15

10

17

14

16

14

14

12

15

12

14

11

Buen estatus social

16

14

15

15

16

14

14

14

15

15

15

15

14

14

15

15

14

13

13

13

16

13

13

13

Buena salud

6

6

7

6

7

9

6

7

8

8

3

4

5

5

11

9

1

3

6

8

7

6

7

8

Actitud política similar

15

15

16

16

15

16

17

17

18

16

13

13

18

17

16

16

17

17

18

17

14

16

17

15

Nivel educativo similar

10

8

11

10

10

8

11

11

9

9

14

16

13

11

7

7

15

12

11

7

8

7

11

10

Creencias religiosas similares

17

17

17

17

14

15

15

16

17

17

18

17

16

16

13

18

18

18

17

15

17

17

16

16

Ambiciosos/Trabajador

13

11

9

8

13

10

10

8

12

10

12

9

10

7

10

10

10

5

9

11

10

11

10

9

Educación e Inteligencia

5

5

4

4

5

5

3

5

8

8

8

5

6

8

3

4

8

4

4

4

7

6

6

5

Ordenado

9

12

14

11

12

11

8

9

11

11

6

7

11

12

12

12

7

10

5

6

6

8

15

17

Sociable

8

7

6

9

6

6

7

4

7

6

10

10

7

6

9

8

12

9

8

5

3

5

5

6

Agradable

2

3

5

5

4

3

5

6

3

4

11

8

4

4

5

5

13

16

10

10

5

4

2

3

Estable y maduro emocionalmente

4

4

2

3

2

2

4

3

4

3

9

3

2

2

4

3

5

1

1

1

12

9

4

4

Persona de confianza

3

2

3

2

3

4

2

2

2

2

1

1

3

3

2

2

6

7

   

4

3

3

2

Formar familia e hijos

11

9

8

7

9

7

13

10

6

7

4

6

8

9

8

6

2

2

3

8

11

10

9

7

Buen cocinero y ama de casa

12

16

13

14

11

13

12

15

13

14

7

12

12

15

14

13

9

11

12

14

13

15

12

12

Tabla 3b
Rango medio de la importancia otorgada a 18 criterios para elegir pareja íntima en 32 países *

 

Francia

Grecia

Holanda

India

Indonesia

Inglaterra

Irán

Irlanda

Israel

Italia

Japón

Nigeria

Atributos de la pareja íntima

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

Amor

1

2

1

1

1

1

1

3

1

2

1

1

3

3

1

1

1

1

1

1

1

1

4

4

Atractivo Físico

8

11

7

11

9

12

10

13

14

17

7

11

14

17

9

15

13

15

8

12

12

14

11

15

Castidad

17

18

17

18

18

18

4

8

12

14

18

18

8

11

10

12

17

18

17

18

13

17

17

18

Buena situación económica

13

12

15

12

16

15

17

12

16

9

17

13

18

14

17

10

16

13

16

13

14

8

16

10

Buen estatus social

15

16

16

15

15

16

13

11

17

15

16

17

17

15

15

17

14

14

18

17

15

11

13

13

Buena salud

6

7

3

4

6

7

2

2

3

7

8

7

5

10

5

7

9

11

9

8

4

3

1

7

Actitud política similar

14

14

14

14

12

13

18

18

18

16

14

12

16

16

18

18

18

17

15

14

16

15

18

17

Nivel educativo similar

16

15

10

6

11

11

15

14

15

13

9

9

13

18

14

13

11

16

7

7

17

13

14

9

Creencias religiosas similares

18

17

18

17

17

17

16

15

12

14

15

15

12

13

16

11

15

12

14

16

18

18

15

14

Ambiciosos/Trabajador

11

9

12

9

10

10

14

4

13

11

12

10

14

17

11

9

10

7

12

9

9

6

10

6

Educación e Inteligencia

7

6

5

3

7

6

3

1

10

8

5

5

5

10

8

8

6

5

6

3

10

7

2

8

Ordenado

10

10

6

10

8

8

12

6

11

12

13

16

1

1

12

14

8

10

10

10

11

12

3

2

Sociable

4

3

9

5

4

4

11

7

8

10

6

6

11

8

7

6

5

9

5

4

8

10

12

12

Agradable

3

4

4

8

3

3

7

9

5

5

2

2

4

2

4

4

4

4

2

2

6

9

7

5

Estable y maduro emocionalmente

5

5

2

2

5

5

6

10

2

1

4

3

2

5

3

2

2

3

3

5

5

5

8

1

Persona de confianza

2

1

8

7

2

2

8

16

9

4

3

4

10

6

2

3

3

2

4

6

3

2

9

11

Formar familia e hijos

9

8

11

13

14

14

5

5

4

6

10

8

6

9

6

5

7

6

11

11

2

4

6

3

Buen cocinero y ama de casa

12

13

13

16

13

9

9

17

7

18

11

14

13

18

13

16

11

16

13

15

7

16

5

16

Tabla 3c
Rango medio de la importancia otorgada a 18 criterios para elegir pareja íntima en 32 países *

 

Noruega

Nueva Zelanda

Polonia

Suecia

Taiwan

Usa

Venezuela

Yugoslavia

Atributos de la pareja íntima

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

Amor

1

2

1

1

1

1

1

2

1

2

1

1

1

1

1

1

Atractivo Físico

6

13

9

13

10

12

9

12

11

15

7

13

12

14

8

12

Castidad

18

18

17

17

15

18

18

18

3

6

17

18

17

18

18

18

Buena situación económica

13

10

14

11

16

13

13

10

16

14

16

11

14

10

14

13

Buen estatus social

15

14

15

15

18

16

17

17

14

13

14

14

15

13

15

14

Buena salud

5

5

5

5

9

10

7

6

1

3

6

9

5

5

5

7

Actitud política similar

17

15

18

18

17

17

14

14

17

17

18

17

18

17

17

17

Nivel educativo similar

14

12

13

14

14

11

15

16

15

12

12

10

13

12

12

11

Creencias religiosas similares

16

17

16

16

13

14

16

15

18

18

15

15

16

15

16

16

Ambiciosos/Trabajador

9

8

12

9

11

8

8

7

10

5

11

6

10

9

11

8

Educación e Inteligencia

5

5

6

6

7

7

6

8

8

4

5

5

8

6

6

5

Ordenado

10

16

8

10

4

4

10

11

7

10

10

12

9

11

9

9

Sociable

8

9

7

7

12

9

5

5

12

9

8

8

   

7

6

Agradable

3

3

4

4

3

5

3

3

13

16

4

4

   

4

4

Estable y maduro emocionalmente

4

4

2

2

6

3

4

4

5

1

2

2

6

3

2

2

Persona de confianza

2

1

3

3

2

2

2

1

6

7

3

3

   

3

3

Formar familia e hijos

11

6

10

8

5

6

11

9

2

2

9

7

3

8

10

10

Buen cocinero y ama de casa

12

11

11

12

8

15

12

13

9

11

13

16

11

16

13

15

* Fuente: Buss et al., 1990
** Datos obtenidos por los autores del artículo.

 

    Además, el desarrollo socio-económico se asocia negativamente en ambos sexos con ser una persona en la que se pueda confiar [Hombres: r(30)=-,618, p<.0001; Mujeres: r(30)=-,735, p<.0001] y ser sociable [H: r(30)=-,522, p<.002 y M: r(30)=-,371, p<.022] y positivamente con el estatus social [H: r(30)=,252, p<.089 y M: r(30)=,382, p<.019]. Es decir, a mayor desarrollo social, mayor valoración de criterios psicológicos como ser una persona de confianza, sociable y menor valoración del status social como criterios para elegir pareja intima.

    Asimismo, la distancia jerárquica se asocia positivamente con el amor [H: r(32)=,396, p<.012 y M: r(32)=,429, p<.007], ser agradable [H: r(32)=,309, p<.043 y M: r(32)=,311, p<.042], y ser una persona en la que se puede confiar [H: r(32)=,278, p<.062 y M: r(32)=,301, p<.047], y negativamente con la castidad [H: r(32)=-,321, p<.037 y M: r(32)=-,267, p<.070], la buena salud [H: r(32)=-,396, p<.012 y M: r(32)=-,252, p<.082] y ser ordenado [H: r(32)=-,303, p<.046 y M: r(32)=-,464, p<.01]. La castidad, la buena salud y el ser ordenado son criterios más valorados en culturas de alta distancia jerárquica. En culturas más igualitarias se valoran más el amor y criterios psicológicos como ser una persona de confianza.

    La evitación de la incertidumbre se asocia negativamente con el amor, r(33)=-0.30,p<0.05 y positivamente con la castidad, r(33)=0.38,p<0.02. Es decir en culturas de alta evitación de la incertidumbre se valora más el amor y menos la castidad. Finalmente, las culturas femeninas enfatizan la importancia del atractivo tendencialmente, r(33)=0.26,p<0.075.

    Una regresión múltiple utilizando las dimensiones culturales IDV, UAI y el IDH como predictores confirmó que la evitación de la incertidumbre (B=-0.36,p<0.04) y el individualismo (B=-0.43,p<0.09) se asociaban a la fuerte valoración del amor como criterio de elección de pareja, F(3,28)=9.71,p<0.002, R ajustada 0.46.

    La regresión múltiple sobre el atractivo físico confirmó que la femineidad cultural (B=0.33,p<.042) y el individualismo (B=-0.63,p<0.01) se asociaban específicamente a la mayor valoración del atractivo, F(5,26)=3.67, p<0.02, R ajustada 0.30. Con respecto a la castidad, la regresión múltiple mostró que los países de baja evitación de la incertidumbre valoraban más la castidad (B=0.46,p<0.03, F(4,27)=5.39, p<0.003. R ajustada 0.36. Finalmente, sólo el bajo desarrollo social predijo la valoración de la buena salud (B=0.39,p<0.03) y del status social(B=-0.52,p<0.097).

    Concluyendo, las culturas de baja evitación de la incertidumbre valoran más la castidad y menos el amor como criterio de elección de pareja. Esto es comprensible si se toma en cuenta que las culturas asiáticas confucianas que no comparten una religión trascendente y africanas con una ideología religiosa sincrética puntúan bajo en evitación de la incertidumbre y valoran la castidad. El amor y el atractivo físico son más valorados como criterio de elección de pareja en las culturas individualistas que enfatizan los sentimientos y decisiones personales para las relaciones íntimas – el atractivo físico es también más valorado en culturas femeninas. Finalmente, la valoración del status social y de la buena salud es más importante en sociedades con menos recursos y de menor desarrollo social.

 

Criterios de elección de pareja, diferencias de género y factores socio-culturales:

    Se compararon los rangos atribuidos por ambos géneros a los atributos más centrales para las predicciones socio-biológicas. Los hombres le daban más importancia, es decir, atribuían un rango más cercano a uno, al amor (M mujeres =1.66 y M hombres= 1.33, t(32)=2.35,p<0.03, a la buena salud de la pareja (M hombres=5.81, M mujeres=6.79, t(32)=3.14,p<0.005, al atractivo físico (M hombres= 9.5 y M mujeres=13.45, t(32)=13.98,p<.001, a la castidad (M hombres=15.3 y M mujeres=16.51, t(32)=5.19,p<0.001 y a ser una buena ama/o de casa (M hombres= 11.15 y M mujeres=14.48, t(32)=5.78,p<0.001. En cambio, las mujeres le daban más importancia al status social de la pareja (M mujeres=11.88 y M hombres=15.18, t(32)=9.53,p<0.001. La valoración de la buena salud, de la castidad, del atractivo físico y del amor de hombres y mujeres se asociaban entre sí significativamente– rango de las r’s entre 0.70 y 0.84- sugiriendo que había un consenso cultural entre géneros sobre la importancia d estos criterios. En cambio, no había asociación en el caso de los atributos de ser buen ama/o de casa y status social.

    Las diferencias de rango entre hombres y mujeres (la resta se hizo siempre poniendo primero al sexo que le otorgaba menor importancia o rango más alejado de uno al atributo) se asociaban negativamente al desarrollo social en amor, r(32)=-0.45,p<0.006, en salud, r=-0.49,p<0.003, en ser buen ama/ o de casa, r=-0.61,p<0.001, en castidad, r=-0.51,p<0.002, enbuen status social, r=-0.33,p<0.04. En las sociedades más desarrolladas, las diferencias de género en valoración del amor eran menores (M de Mujeres=1.14 y M de hombres=1.0, diferencia de 0.14) que en las sociedades menos desarrolladas (M de mujeres=2.8 y M de hombres=2.1, diferencia de 0.9). En las sociedades de menor desarrollo social las diferencias de género son más fuertes en la valoración de la buena salud (M de mujeres=6.9 y M de hombres=4.7, diferencia de 2.1) que en las sociedades de mayor desarrollo social (M de mujeres=6.77 y M de hombres=6.4, diferencia de 0.36). En las sociedades de menor desarrollo social las diferencias de género son más fuertes en la valoración del status social (M de hombres=16.1 y M de mujeres=12.2, diferencia de 3.9) que en las sociedades de mayor desarrollo social (M de hombres=14.77 y M de mujeres=11.82, diferencia de 2.96).El perfil de diferencias para ama de casa y castidad era idéntico al del individualismo, por lo que no repetiremos aquí las medias y diferencias.

    El individualismo se asociaba también negativamente a las diferencias entre sexos en importancia atribuida a ser buen ama/ o de casa, r=-0.41,p<0.01, a la castidad, r=-0.33,p<0.04 y tendencialmente a las diferencias en buena salud, r=-0.27, p<0.07 y con respecto al amor, r=-0.24,p<0.09. Las culturas colectivistas tenían mayores diferencias de género en la valoración de ser buen amo de casa (M de mujeres=14.54 y M de hombres=10.18, diferencia de 4.36) que las culturas individualistas (M de mujeres=14.45 y M de hombres=11.64, diferencia de 2.18). En el caso de la castidad ocurría algo similar: las diferencias de género eran mayores en las culturas colectivistas (M de mujeres=15.82 y M de hombres=14.36, diferencia de 1.46) que en las individualistas (M de mujeres=15.77 y M de hombres=14.36, diferencia de 1.09). El individualismo se asociaba positivamente a las diferencias entre sexos en valoración del atractivo físico, r=0.41, p<0.02. Las culturas individualistas mostraban diferencias mayores en el caso del atractivo físico (M mujeres=13.18 y M hombres=9.18, diferencia de 4.14) que las culturas colectivistas (M mujeres=13.73 y M hombres=10.18, diferencia de 3.5). En síntesis, en las culturas colectivistas los hombres valoraban más que las mujeres la castidad y el ser buen ama de casa con mayor intensidad que en las culturas individualistas. En estas últimas los hombres valoraban más que las mujeres el atractivo físico con mayor intensidad que en las culturas colectivistas. El perfil de resultados para el desarrollo social era similar: en las sociedades menos desarrolladas habían diferencias de género más marcadas – los hombres valoraban más intensamente que las mujeres la buena salud y las mujeres más que los hombres el status social.

    La distancia jerárquica se asociaba a las diferencias entre sexos en importancia atribuida a ser buen ama/ o de casa, r=0.40,p<0.01, al atractivo físico, r=-0.34, p<0.02, a la castidad, r=0.37,p<0.02, con respecto al amor, r=0.31,p<0.04 y tendencialmente a las diferencias en buena salud, r=-0.23, p<0.10. En las culturas jerárquicas los hombres valoran más que las mujeres el ser buen ama/o de casa (M de mujeres=14.54 y M de hombres=10.15, diferencia de 4.39) con más intensidad que en las culturas igualitarias (M de mujeres=14.45 y M de hombres=11.8, diferencia de 2.65). El atractivo físico es más valorado por hombres que por mujeres en las culturas de alta distancia al poder (M de mujeres=13.3 y M de hombres=9.92, diferencia de 3.38) con menor intensidad que en las culturas menos jerárquicas (M de mujeres=13.55 y M de hombres=9.25, diferencia de 4.3). Lo mismo ocurre con la castidad: hay mas diferencias entre hombres y mujeres en culturas de alta distancia jerárquica (M de mujeres=15.92 y M de hombres=14.46, diferencia de 1.46) que en las culturas de baja distancia al poder (M de mujeres=16.9 y M de hombres=15.85, diferencia de 1.05). En las culturas jerárquicas los hombres valoraban más que las mujeres el amor (M mujeres=2.3 y M hombres=1.69, diferencia de 0.62) con mayor intensidad que en las culturas de baja distancia jerárquica (M de mujeres 1.25 y M de hombres=1.1, diferencia de 0.15). En síntesis, en las culturas más igualitarias hay menos diferencias entre géneros en la valoración de la castidad, de ser buen ama/ o de casa, y del amor como criterio para elegir pareja. Sin embargo, hay más diferencias de género en las culturas de baja distancia jerárquica en el atractivo físico.

    La masculinidad cultural se asociaba a las diferencias entre sexos en valoración de la castidad, r(33)=0.47,p<0.004, de ser buen amo/a de casa, r=0.45,p<0.005 y del status social, r=0.34,p<0.03. En las culturas competitivas y que enfatizan las diferencias de género, los hombres valoran más que las mujeres (M de mujeres=16.33 y M de hombres=14.89, diferencia de 1.44) con mas intensidad la castidad, que en las culturas cooperativas y que enfatizan menos las diferencias de sexo (M=16.73 y M de hombres=15.8, diferencia de 0.93). En las culturas masculinas los hombres enfatizan más que las mujeres, con mayor intensidad, el atributo de ser buen ama de casa (M de mujeres=14.89 y M de hombres=11.28, diferencia de 3.61) que en las culturas femeninas (M de mujeres=14.0 y M de hombres=11.0, diferencia de 3). En las culturas masculinas las mujeres enfatizan con mayor intensidad que los hombres el status social (M de hombres=15.39 y M de mujeres=11.78, diferencia de 3.6) que en las culturas femeninas (M de hombres=14.93 y M de mujeres=12.0, diferencia de2.93).

    La evitación de la incertidumbre se asociaba a las diferencias entre sexos en valoración del amor, r(33)=-0.42,p<0.008, del atractivo, r=-0.28,p<0.057 y del status social, r=-0.32,p<0.04. En las culturas de baja evitación de la incertidumbre, los hombres valoran más que las mujeres, con más intensidad el amor (M de mujeres=2.0 y M de hombres=1.4, diferencia de 0.56) que en las culturas de alta evitación de la incertidumbre (M de mujeres=1.27 y M de hombres=1.2, diferencia de 0.07). En las culturas de baja evitación de la incertidumbre los hombres enfatizan más que las mujeres, con mayor intensidad, el atractivo (M de mujeres=14.06 y M de hombres=9.56, diferencia de 4.5) que en las culturas alta evitación de la incertidumbre (M de mujeres=12.73 y M de hombres=9.47, diferencia de 3.27). En las culturas de baja evitación de la incertidumbre las mujeres enfatizan con mayor intensidad que los hombres el status social (M de hombres=15.44 y M de mujeres=11.44, diferencia de 4) que en las culturas de alta evitación de la incertidumbre (M de hombres=14.87 y M de mujeres=12.4, diferencia de 2.47).

    Una regresión múltiple utilizando las dimensiones culturales y el IDH como predictores confirmó que la evitación de la incertidumbre (B=-0.65,p<0.007) y tendencialmente la distancia jerárquica (B=0.47,p<0.084) se asociaban a las diferencias de género en la valoración del amor, F(5,26)=3.69,p<0.012, R ajustada 0.30. En las culturas de baja evitación de la incertidumbre, en las que se valora en general menos el amor, son los hombres los que lo valoran más que las mujeres.

    Una regresión múltiple con MAS, IDV y UAI – PDI quedó excluido – confirmó que solo el individualismo predice tendencialmente las diferencias de género en valoración del atractivo (B=0.35,p<0.06, F(3,28)=2.58,p<0.074, R ajustada .13. Las diferencias en valoración del atractivo entre hombres y mujeres eran mayores en las culturas individualistas que en las colectivistas, aunque el atractivo físico era más valorado en general en las culturas individualistas.

    La regresión múltiple utilizando IDH, IDV y PDI como predictores muestra que sólo el desarrollo social se asocia a las diferencias de genero en valoración de la salud (B=-0.54,p<0.075, F(3,28)=3.15,p<0.041, R ajustada 0.17).

    La regresión múltiple confirmó que la masculinidad (B=0.41,p<0.005) y el desarrollo social (B=-0.68,p<0.004) se asociaban a las diferencias de género en valoración de ser buen amo/a de casa,F(5,26)=6.94,p<0.0004,R ajustada 0.49. Otra regresión múltiple mostró que solo la masculinidad se asociaba a las diferencias de género en valoración de la castidad (B=0.49,p<0.01, F(5,26)=5.43,p<0.002, R ajustada 0.42. De forma similar, la masculinidad predecía específicamente las diferencias entre sexos en la valoración del status social (B=0.38,p<0.04, F(5,26)=2.51,p<0.06, R ajustada 0.20. Los hombres valoraban más intensamente que las mujeres la castidad y el ser buena ama de casa y estas últimas más el status social que los hombres en las culturas que enfatizan más las diferencias de género o masculinas. En las sociedades menos desarrolladas, los hombres enfatizaban más que las mujeres la buena salud y que las mujeres sean buenas amas de casa.

 

Opinión sobre el amor como pre-requisito del matrimonio y factores socio-culturales

    Con el objetivo de examinar las relaciones entre los valores culturales y económicos y la opinión sobre el amor como pre-requisito del matrimonio, se correlacionaron los porcentajes medios que cada nación asignó a la importancia del amor para casarse con los valores culturales de Hofstede y el índice de desarrollo humano.

    La mayoría rechazaba casarse con alguien que poseía todos los requisitos sin estar enamorado de el/ ella (M=66%) y sólo una minoría lo aceptaba (M=13%). Los porcentajes eran significativamente diferentes según t-test apareado. Restando las personas que aceptaban de las que rechazaban se creó un indicador de importancia del amor como pre-requisito – a mayor puntuación, mayor importancia relativa en cada nación. Recordando que a menor puntuación, mayor importancia del estilo de amor y mayor valoración del criterio de elección depareja, este indicador se asociaba negativamente de forma tendencial a los estilos de amor Pragma y Storge, r(13)=0.47,p<0.054 y r=0.39,p<0.093, se asociaba positivamente al estilo de apego seguro, r(14)=0.68,p<0.004, negativamente al apego evitante, r(14)=-0.72,p<0.003, y se asociaba positivamente al amor como criterio de elección de pareja, r(10)=-0.88,p<0.001 y negativamente a la valoración de la buena salud, r=0.86,p<0.002.

    Aunque sólo habían entre 10 y 13 países que tenían información para poder comparar los tres indicadores de amor, estos confirman su validez de criterio colectiva: las culturas que valoran más el amor como pre-requisito para casarse, también lo valoran como criterio de elección de pareja, se caracterizan por un estilo de apego más seguro y menos evitante, así como valoran menos los aspectos de compañero y prácticos del amor– como la buena salud de la pareja.

    Los resultados indican que el desarrollo socio-económico se asocia negativamente con el porcentaje de personas que estarían dispuestas a casarse sin amor [r(20)=-,595, p<.003]. El perfil es similar pero no significativo con los datos de Rusia incluidos. Mientras que el desarrollo socio-económico (IDH) y el individualismo (IDV) se asocian negativamente con el porcentaje de personas que se manifiestan indecisas ante el hecho de casarse sin amor [IDH: r(20)=-,574, p<.004; IDV: r(21)=-,447, p<.021]. Al mismo tiempo, que se asocian positivamente con el porcentaje de personas que no estarían dispuestas a casarse sin estar enamoradas [IDH: r(20)=,836, p<.0001; IDV: r(21)=,516, p<.008]. Es decir, a mayor desarrollo social e individualismo, menos acuerdo de casarse con una persona que reúne todas las cualidades, pero de la cual no se está enamorado. El perfil de resultados no cambia al integrar los datos de Rusia.

    Por el contrario, la distancia jerárquica se asocia negativamente con el porcentaje de personas que afirman que no se casarían sin estar enamoradas [r(21)=-,414, p<.031] y positivamente con el porcentaje de personas que se manifiestan indecisas a la hora de casarse con alguien del que no están enamorados [r(21)=,450, p<.020]. Este último resultado se mantiene al integrar los datos de Rusia. Las culturas de mayor distancia jerárquica se asocian a una mayor indecisión y menor rechazo a casarse sin estar enamorado de una persona que reúne las cualidades deseables.

    Una puntuación de diferencia entre el porcentaje de personas que no aceptan casarse menos las que si aceptan se construyó como indicador relativo de la importancia del amor como pre-requisito. Este indicador se asociaba al individualismo, r(22)=0.45,p<0.02, a la masculinidad cultural, r(22)=0.352,p<0.055, al alto desarrollo, r(22)=0.351,p<0.056 y a la baja distancia jerárquica, r(22)=-0.31,p<0.09. La regresión múltiple resultó tendencial, F(4,17)=2,70, p<0.07 y sólo la masculinidad (B=0.39,p<0.08) y el individualismo (B=0.34,p<.10) mostraron coeficientes marginalmente significativos.

Tabla 4
Porcentaje medio de respuestas obtenidas por 22 países a la pregunta: "Si un hombre ouna mujer tuviera todas las cualidades que tú deseas, te casarías con esta persona si no estuvieras enamorado".

 

Porcentajes medios

Países

Si

No

Indecisos

Angola**

6.20

34

56.70

Argentina**

3

80

17

Australia

4.80

80

15.20

Bélgica**

2.90

71.40

25.70

Brasil

4.30

85.70

10

Cabo Verde**

8

47.30

44.60

Chile**

8

82

10

España**

8.30

79

13

Filipinas

11.40

63.60

25

Francia**

7.50

77.60

14.90

Hong-Kong

5.80

77.60

16.70

India

49

24

26.90

Inglaterra

7.30

83.60

9.10

Japón

2.30

62

35.70

Méjico

10.20

80.50

9.30

Mozambique**

13.90

44.60

41.60

Pakistán

50.40

39.10

10.40

Portugal**

3.60

74.90

21.50

Suiza**

18.10

79.90

0

Tailandia

18.80

33.80

47.50

USA

3.50

85.90

10.60

Rusia ```

19.0

81.0

--

* Fuente: Levine et al., 1995
** Datos obtenidos por los autores del artículo.
*** Datos de Sprecher et al.1994

 

DISCUSIÓN

    Como se ha constatado, las personas de países individualistas manifiestan estar menos de acuerdo con el hecho de casarse o crear una pareja estable sin estar enamorados. Aunque en la mayoría de las muestras la mayoría se muestra de acuerdo con que el amor es un pre-requisito para casarse, esta mayoría es menos fuerte en los países más colectivistas. En el mismo sentido, el amor de compañero, que nace progresivamente de la convivencia y no tiene matices tan pasionales, es más valorado en culturas colectivistas, en las que las relaciones íntimas se basan en mayor medida en las obligaciones y deberes familiares, así como en las culturas tolerantes, que son menos emocionales. La menor importancia concedida al amor como pre-requisito para formar una pareja estable, la mayor importancia del amor amistoso y pragmático en los países con menos recursos, colectivistas, que enfatizan el respeto a los padres, y que conciben las relaciones de pareja en cuanto compromiso entre dos familias, coincide con estudios previos. Coherentemente, el colectivismo y el menor desarrollo social se asocian con la valoración de la castidad, la disposición a formar una familia, la buena salud y el ser una persona ordenada como criterios para elegir una pareja íntima. Específicamente, controlando los otros factores socio-culturales, el bajo desarrollo socio-económico se asociaba a valorar más como criterio para elegir a la pareja el status social, la buena salud y también la castidad. La mayor valoración de los aspectos más "materiales" y realistas del amor parece coherente con el contexto socio-cultural, dado que los componentes de sobrevida y adaptación social de las relaciones íntimas son más relevantes en estos contextos.

    Además, las culturas que valoran las diferencias de status valoran más el ser ordenado, la castidad y la buena salud, es decir, aspectos pragmáticos y de orden social, mientras que valoran menos aspectos subjetivos y emocionales como el amor, ser una persona agradable y de confianza – aunque esta dimensión cultural no muestra una influencia especifica, probablemente por su fuerte asociación con el individualismo.

    Mientras que en contextos sociales más individualistas, de valores post-materialistas y de desarrollo hedónico de la persona autónoma, los aspectos tierra a tierra de las relaciones íntimas se ven desplazados por los aspectos más sentimentales – el individualismo y el desarrollo socio-económico se asocian con una mayor importancia otorgada al amor y al atractivo físico –estos dos criterios de selección de la pareja íntima se asociaban específicamente al individualismo, controlando los otros factores socio-culturales relevantes. Los países con más recursos y que valoran más los sentimientos de la persona autónoma, ponen de relieve criterios más subjetivos y emocionales, como el ser una persona agradable, sociable y en la que se pueda confiar, y la similitud de actitudes - además del amor y el atractivo físico.

    Concluyendo, las culturas individualistas y de menor distancia jerárquica tienen una concepción del amor menos pragmática y menos de amor amistoso, valoran más el amor y atributos físicos y psicológicos como criterios para elegir pareja y rechazan más casarse sin estar enamorados. En su conjunto, los datos confirman que los aspectos pragmáticos y los atributos de recursos sociales son más valorados en culturas menos desarrolladas, colectivistas y jerárquicas.

    Sin embargo, como hemos visto los aspectos eróticos del amor no se evalúan como más importantes en culturas individualistas que colectivistas. Las investigaciones previas que han encontrado esta diferencia han comparado culturas anglosajonas con asiáticas (Goodwin, 1999). Nuestro estudio sugiere que estos resultados se ven cuestionados cuando se integran muestras de colectivistas americanos y africanos – que muestran un perfil de mayor expresividad de emociones, al menos positivas, que los asiáticos - (Páez y Casullo, 2000). Además se pueden considerar que los resultados confirman el carácter universal del amor pasional – que tampoco se asociaba a diferencias de género.

    El amor pragmático es también más valorado en las culturas de baja evitación de la incertidumbre. Esto se puede explicar porque estas culturas son poco emocionales y poco normativas. Además, las culturas de baja evitación de la incertidumbre valoran más la castidad y menos el amor como criterio de elección de pareja. Esto es comprensible si se toma en cuenta que las culturas asiáticas (India) confucianas (Honkong, China) que no comparten una religión trascendente o con una ideología religiosa sincrética puntúan bajo en evitación de la incertidumbre y valoran la castidad.

    El amor erótico es más valorado en las culturas femeninas, poco competitivas, que valoran la calidad de vida. Además en estas culturas se valora más el atractivo como criterio para elegir la pareja. Todo sugiere que las culturas cooperativas, que desenfatizan las diferencias de género, son erotofilicas. Sin embargo, el amor como pre-requisito de la pareja es enfatizado en las culturas masculinas- aunque se valora menos el estilo erótico y más la castidad, sugiriendo el predominio de una ideología romántica tradicional.

 

CONCLUSIÓN GENERAL

Estilos de apego y estilos de amor

    Los resultados confirman que el estilo de apego seguro se asocia positivamente como se ha encontrado en los estudios individuales al amor erótico y negativamente al amor lúdico. El estilo evitante se asocia a la mayor valoración del estilo amistoso y práctico. Lo primero puede ser parcialmente interpretado mostrando que una imagen positiva del mundo social facilita la implicación amorosa. En cambio, en culturas donde predomina una visión negativa del mundo social, se enfatizará los aspectos materiales y concretos, así como se tendrá una visión cautelosa, paulatina, de la implicación amorosa.

    Sin embargo, el estilo de apego ansioso no correlaciona en general con la manía, aunque esto ocurre en el caso de los hombres (véase más abajo las diferencias de sexo).

 

Factores socio-estructurales y relaciones íntimas

    Los resultados bi-variados confirman la perspectiva socio-estructural: el desarrollo social de la nación, evaluado por el IDH, se asocia a una menor valoración de los estilos pragmáticos y amistosos del amor, es decir, a un menor enfásis en los aspectos prácticos y materiales, así como en el amor evolutivo que nace de la convivencia. Coherentemente, los países más desarrollados enfatizan el amor como pre-requisito y como criterio de elección de pareja, así como el atractivo físico y desvalorizan el status social, la buena salud y la castidad. Además, el desarrollo social se asociaba al apego seguro positivamente, que a su vez se vinculaba a la menor valoración del amor lúdico y mayor del erótico – aunque el desarrollo social no se asociaba directamente a eros ni ludus. El desarrollo social se asociaba negativamente al apego evitante, relacionado positivamente con el amor práctico y de compañero, así como el desarrollo social se asociaba directamente a la menor importancia del amor compañero y amistoso. Esto es coherente con la idea que mejores condiciones de vida facilitan un cuidado más reactivo a las necesidades del niño, así como que refuerza una visión más positiva y menos negativa de sí mismos y de los otros. Ahora bien, sólo en el 25% de los contrastes el indicador socio-estructural tenía una influencia relevante, mostrando que las influencias de valores culturales eran importantes.

    Fundamentalmente el bajo desarrollo socio-económico se asociaba a una mayor valoración del status social y de la buena salud como criterios de elección de la pareja. De forma menos consistente el bajo desarrollo se asociaba a la mayor valoración del amor casual y descomprometido o lúdico. La mayor prevalencia de la familia mono-parental, el ausentismo paternos y la "escasez" demográfica de parejas con recursos pueden explicar este resultado.

 

Factores culturales y relaciones íntimas

    Las culturas individualistas valoraban menos el estilo de amor práctico, amistoso, valoraban más el amor como pre-requisito de la pareja y como criterio para elegirla, junto con el atractivo físico. Esto es coherente con la valoración del hedonismo, la búsqueda de la felicidad y la realización individual. Estas culturas, con mejores condiciones de vida y menos tradicionales, en cambio, enfatizaban menos la buena salud y la castidad. Sin embargo, el individualismo no se asociaba al estilo erótico. Ahora bien, sólo en el 25% de los contrastes se mantenía la influencia de los valores individualistas-colectivistas. La menor valoración del amor amistoso y la mayor importancia del amor como criterio de elección de pareja eran los dos aspectos en los que el individualismo explicaba una parte específica del fenómeno – junto con la menor valoración del amor lúdico, lo que es contradictorio con una ideología hedonista, aunque comprensible si recordamos el énfasis cristiano en la monogamia y la fuerte valoración del amor y de la fidelidad en los países individualistas (Hendrick y Hendrick, 1992).

    Las culturas de alta distancia compartían con el colectivismo una visión tradicional y patriarcal del amor, la castidad y buena salud como criterio de elección de pareja. Simultáneamente, le daban menor importancia al amor como pre-requisito y criterio de elección de pareja. En el caso de las mujeres, la alta distancia jerárquica se asociaba al mayor apego evitante y este último a una mayor valoración del amor práctico y de compañero. Es decir, la mayor distancia jerárquica inculcaría una visión más negativa de sí y de los otros, lo que a su vez mediaría y reforzaría la valoración de los aspectos prácticos y del amor cauteloso en el caso femenino. Ahora bien, en ninguno de los tres aspectos de creencias sobre el amor los valores de distancia al poder ejercían una influencia específica, lo que sugiere que controlando los factores estructurales y el individualismo, la influencia de esta dimensión cultural desaparecía.

    Desde el punto vista cultural, la baja evitación de la incertidumbre se asociaba al estilo de amor práctico, amistoso, y la alta evitación de la incertidumbre se asociaba al amor manía – aunque no se asociaba al apego ansioso como era esperable y se asociaba negativamente al apego evitante en el caso de los hombres. Una interpretación sería que las culturas tolerantes, menos emotivas y normativas tienen una aproximación más relajada, amistosa, práctica, aunque también menos posesiva y preocupada del amor. Sin embargo, contradictoriamente con esto, la baja evitación de la incertidumbre se asocia a la mayor importancia de la castidad y la menor importancia del amor como criterio de elección de pareja. En el caso de nuestra muestra de naciones la evitación de la incertidumbre se asocia tanto a culturas protestantes desarrolladas relativamente menos normativas, como a sociedades menos desarrolladas que por la ausencia de religión de verdad única son caracterizadas como bajas en evitación de la incertidumbre, pero, que al mismo tiempo son naciones no-occidentales y más tradicionales. Ahora bien, este indicador tenía influencia específica en el 50% de los contrastes, sugiriendo que esta dimensión es relevante – aunque probablemente debe ser reinterpretada como oponiendo culturas protestantes y católicas "románticas", así como culturas cristianas a culturas no-cristianas tradicionales y más pragmáticas en asuntos amorosos.

    Finalmente, las culturas "duras" y competitivas, que enfatizan las diferencias de género, se asociaban a una mayor valoración del amor como pre-requisito de la pareja, así como a una menor valoración del estilo erótico y del atractivo físico – y de la buena salud. También se asociaba a un estilo de apego seguro aunque sólo en el caso de las mujeres. Esto sugiere que en las culturas femeninas, en particular en el caso de las mujeres, hay una visión más positiva de sí y de otros lo que seasocia indirectamente a un menor énfasis en los aspectos prácticos y más eróticos. En las culturas masculinas predomina una concepción romántica no erótica del amor. Otra interpretación razonable es que en las culturas cooperativas y que enfatizan menos las diferencias de género, se valora más el amor erótico sin componentes de celos y posesión, desde una perspectiva de obtención de placer.

    En general las culturas masculinas refuerzan las diferencias de género en creencias sobre el amor. En estas culturas las mujeres enfatizan más el status social y los hombres enfatizan más la castidad y ser buena de ama de casa, que sus equivalentes de culturas femeninas. Es decir, el buen status social de los hombres es mucho más valorado como criterio que la posición de las mujeres. En cambio, la castidad y las habilidades domésticas de las mujeres son importantes mientras que las de los hombres no lo son tanto, confirmando que en estas culturas predomina más fuertemente el doble standard de evaluación de la actividad sexual. De hecho se ha sugerido que las culturas masculinas son culturas del honor, en las que predomina tanto una visión romántica del amor como un doble standard de sexualidad, en el que la castidad femenina es central para la reputación familiar (Hofstede, 2001).

 

Diferencias de género, socio-biología, cultura y relaciones íntimas

    Los resultados confirman que, en general las mujeres le otorgan más importancia a las dimensiones pragmáticas, de compañerismo y valoran menos las dimensiones lúdicas del amor que los hombres. Los hombres de culturas de menor desarrollo informaban de mayor estilo lúdico y tanto los hombres de sociedades de menor desarrollo como colectivistas valoraban más los estilos amistosos y prácticos. Sólo la alta evitación de la incertidumbre se asociaba a una mayor importancia del apego ansioso, que a su vez mediaba disminuyendo la importancia de los aspectos prácticos y amistosos del amor.

    Los hombres presentan un perfil de mayor apego ansioso, mayor estilo lúdico y menor estilo amistoso y compañero, a su vez asociado negativamente al apego ansioso en los hombres. El estilo lúdico se asociaba al apego seguro.

    Las mujeres informan de menos apego ansioso, valoran más el amor práctico y amistoso – este último con menos consistencia- y a mayor apego seguro y menos evitante, enfatizan menos el amor amistoso y pragmático. Además, valoran más el status social como criterio de elección de la pareja. Esto es consistente con la perspectiva socio-biológica, que postulaba que las mujeres, dado la mayor inversión parental y el esfuerzo necesario para sacar adelante unos pocos descendientes, tenderán a valorar más el amor pragmático y amistoso, así como los criterios de poder social y status para elegir su pareja (Buss, 1990). También es consistente con esta perspectiva que los hombres valorarán más el amor lúdico, y los criterios de elección de pareja como el atractivo físico y la atracción mutua y el amor, coherentemente con su menor inversión parental y su orientación positiva hacia el sexo casual y la obtención del máximo de parejas posibles. La mayor valoración de la buena salud, la castidad y el ser buena ama de casa por los hombres se explica por la mayor importancia para el hombre de asegurar la capacidad reproductiva de su pareja y la paternidad de sus hijos (Buss, 1990).

    Ahora bien, este mismo conjunto de resultados se puede esperar desde una perspectiva socio-histórica, en la que se postula que las mujeres han sido socializadas en roles subordinados, familiares y orientadas a obtener una pareja yproveedor masculino, mientras que los hombres han sido socializados en roles activos, públicos, orientados a obtener una satisfactoria amante y madre de familia (Hendrick y Hendrick, 1992).

    Coherentemente con los estudios previos, no habían diferencias entre géneros en estilo de amor Eros (Hendrick y Hendrick, 1992). Sin embargo, a diferencia de estudios basados en muestras occidentales anglosajonas, no se generaliza que las mujeres valoren más la manía, ni que los hombres conceden más importancia a la dimensión erótica o de activación pasional, más general y menos vinculada a la preocupación con la posesión del amado. Estudios con rusos y japoneses tampoco han replicado que las mujeres sean más maníacas (Goodwin, 1999).

    Recordemos que desde la perspectiva socio-biológica, las diferencias entre géneros en valoración del amor lúdico, pragmático y amistoso, así como en los criterios de status social y atractivo físico para elegir la pareja, deberían reforzarse en las culturas que impongan menos constricciones sociales, es decir, desarrolladas, individualistas, igualitarias y femeninas o cooperativas. En lo referente a la modulación de las diferencias de género por las dimensiones culturales, se ha encontrado los hombres valoran más el amor lúdico y en particular son los hombres de culturas femeninas los que valoran más que las mujeres el amor lúdico. Esto va en el sentido de la perspectiva sociobiológica, que postula que en las sociedades con menos constricciones, las diferencias de sexo se amplifican.

    Sin embargo la mayoría de los resultados cuestionan la perspectiva socio-biológica, que predecía mayores diferencias de género en las sociedades con menos constricciones sociales. Al contrario de esto, en sociedades y culturas con constricciones y que valoraban más ciertos tipos de amor y criterios de elección de pareja, se daban diferencias de sexos más fuertes.

    El amor amistoso era enfatizado más por las mujeres que por los hombres de sociedades menos desarrolladas. El amor pragmático era más enfatizado por las mujeres que por los hombres en las culturas colectivistas y sociedades que enfatizan las diferencias de género – aunque era el colectivismo el que predecía específicamente estas diferencias. Había más diferencias entre hombres y mujeres en las sociedades menos desarrolladas y colectivistas con respecto al criterio de elección de pareja de buena salud – enfatizado más por los hombres. Había más diferencias entre hombres y mujeres con respecto a la valoración del criterio de castidad y atractivo físico, ambos más aprobados por los hombres, en las culturas colectivistas. Lo mismo ocurría con respecto a la castidad en las culturas de mayor distancia jerárquica. En todas estas culturas y sociedades, los estilos de amor y criterios que eran más normativas al mismo tiempo eran aprobados de forma diferencial por los sexos más fuertemente. Evidentemente, también se puede decir que las tendencias "innatas" de cada sexo se refuerzan en un sentido adaptativo según el nicho socio-cultural. Así en contextos de menores recursos es adaptativo que las mujeres enfaticen el criterio de status social y el amor amistoso, producto de la convivencia planificada y del progresivo conocimiento mutuo, más que de la pasión erótica, ya que esto asegura la supervivencia social y física de la pareja, la familia y los descendientes. Lo mismo puede argumentarse de la mayor valoración por los hombres de la buena salud, más enfatizada en culturas colectvistas en las que la descendencia es fundamental y los recursos son escasos. El hincapié en la castidad femenina era mucho mayor en hombres que en mujeres en sociedades asimétricas en las que hay que respetar las normas de status y en las que el respeto al honor familiar es mayor por su colectivismo.

    La mayoría de los resultados van más bien en elsentido de la perspectiva socio-cultural y normativa. Las diferencias de sexos se refuerzan en las culturas y sociedades cuyas normas enfatizan diferencias de status y poder fuerte entre los sexos, así como que imponen constricciones sociales por tradicionalismo y menores recursos. Por ejemplo, la castidad es más valorada por hombres que por mujeres en culturas que enfatizan las diferencias de status que en culturas que no enfatizan tanto las diferencias de status, además de las culturas masculinas. En las culturas masculinas las mujeres enfatizan también más que los hombres el status social como criterio de elección de pareja – como hemos comentado previamente.

    Ahora bien, en las culturas que más valoraban el amor y la atracción mutua como criterio de elección de pareja, también se manifestaban las diferencias entre sexos más fuertes. Es decir, era en las naciones desarrolladas, de baja distancia jerárquica y alta evitación de la incertidumbre, en las que se valoraba más el amor como criterio de elección de pareja, en el que había más diferencias – los hombres valoraban más fuertemente que las mujeres este criterio que en las culturas menos desarrolladas, de alta distancia jerárquica y de baja evitación de la incertidumbre (africanas y asiáticas esencialmente). Este resultado confirma en parte la perspectiva sociocultural (hay más diferencias de sexos en criterios más valorados o normativos) aunque también la perspectiva socio-biológica: el amor y atracción mutua, supuestamente más asociados al sexo masculino, es más valorado por estos en las culturas con menos constricciones sociales.

    En su conjunto, la perspectiva socio-cultural y normativa da cuenta mejor de los datos – en nueve contrastes las fuertes diferencias de sexos se dan en criterios valorados y en dos en criterios neutros.

 

Limitaciones y perspectivas

    Los resultados de este estudio en su conjunto confirman y matizan las conclusiones previas de Levine y cols. (1995), así como explican las diferencias constatadas por Neto et al. (2000). Las conclusiones sobre los criterios de elección de pareja y sobre el amor como pre-requisito para formar una pareja estable se apoyan en 33 y 22 naciones, en las que predominan las culturas americanas y europeas, lo que constituye una limitación evidente. Además, en todos los casos se trata de muestras de tamaño mediano de estudiantes universitarios. Esta limitación de muestreo es mucho más clara en el caso de los estilos de amor que se apoyan en 11 o 13 países. Aunque hay evidencia que confirma la validez transcultural de la escala de estilos de amor de Hendrick y Hendrick, esto no niega que otras concepciones y aspectos del amor y las relaciones íntimas no integradas en esta escala puedan ser muy relevantes.

    Integrar otros aspectos "emic" en las escalas de amor y obtener indicadores conductuales nos parece esencial para entender mejor las frecuencias y significados que varían entre culturas. Menos relevantes nos parecen las diferencias en tendencia de respuesta, ya que buena parte de los resultados se basan en rangos relativos o en puntuaciones de diferencia relativas, que controlan estos sesgos. Finalmente, hay que decir que los resultados aquí reseñados son válidos para las colectividades o naciones y no necesariamente para los individuos. En otras palabras, hemos trabajado sobre las características macro-psicológicas y su relación con variables contextuales, es decir, entre medias de actitudes y creencias nacionales con las características sociales y culturales de estas sociedades. Un trabajo pendiente es confirmar que estas relaciones se replican a nivel propiamente individual.

 


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