VOLUMEN: 4 NÚMERO: 8-9

CONFLICTO DE MENTALIDADES: CULTURA DEL HONOR FRENTE A LIBERACIÓN DE LA MUJER

 

Juan A. Pérez
Darío Páez
Esperanza Navarro-Pertusa
Universidad de Valencia (Spain)
Universidad del País Vasco (Spain)
Universidad de Alicante (Spain)


PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN

    La dimensión de la violencia doméstica no cesa de aparecer en los "mass media", sobre todo estos últimos años. Estadística en mano, algunos no dudan en afirmar que el hogar se ha convertido en menos seguro que la calle. Así, por ejemplo, en occidente los homicidios de la pareja sentimental llegan a suponer un 25% del total de homicidios. Se ha estimado que en un 15% de los hogares se da violencia doméstica (algunos elevan esta estimación al 30% de los hogares).

    Relacionado con este tema, en este artículo nos vamos a interesar por una modalidad particular de violencia de género: el uxoricidio. Aunque etimológicamente significa el marido que mata a su esposa, le daremos un significado más amplio, en tanto que parricidio de la pareja sentimental, incluyendo también los casos en los que la mujer mata a su esposo o pareja. La hipótesis general es que, aunque en algunos casos el uxoricidio puede no ser sino el último escalón de prácticas continuas de violencia doméstica, sin embargo, también puede ser signo de otros procesos psicosociales. Se plantea, en concreto, que parte del uxoricidio puede explicarse por un confito de mentalidades, entre la extinta -pero aún vigente- cultura el honor y la creciente liberación de la mujer.

    Se ha partido de dos observaciones, que a nuestro modo de ver plasman de entrada las limitaciones de las teorías de la agresión interpersonal como marco interpretativo del uxoricidio, o al menos de una parte significativa de éstos. Por un lado un script, el marido que nunca se le había oído, que visiblemente nunca había agredido a su esposa, pero el día que ésta decide que se va a separar de él, la mata, y a continuación se suicida. La teoría de la agresión o la noción a la que se recurra para dar cuenta de un fenómeno como el uxoricidio deberá, pues, no sólo explicar la agresión interpersonal sino también el posible comportamiento de autoinmolación, que como veremos no es algo infrecuente.

    La segunda observación está más limitada al contexto de España. Aquí la ley del divorcio fue aprobada en julio de 1981. Desde entonces la tasa de separaciones y divorcios no ha cesado de incrementar, prácticamente año tras año: de 39.993 casos en 1983 se ha llegado a 102.403 en 2000. Si se toma como criterio, por ejemplo, el total de matrimonios celebrados durante el año 2000 (209.854), la tasa de separaciones y divorcios durante ese mismo año supone un 48,8%. Haciendo una estimación acumulada, se puede calcular que alrededor de millón y medio de matrimonios se ha disuelto durante estas dos últimas décadas, lo que sobre el total de la población española viene a suponer aproximadamente que por término medio por cada 13 españoles uno ha experimentado directamente el divorcio o la separación. Tomando como ejemplo de unidad familiar una en la que cada pareja tenga dos hijos, y que vivan las tres generaciones (abuelos, padres, nietos) esta familia se compondría al menos de 12 personas (4 abuelos, 2 padres, 2 hermanos, 2 tíos y 2 primos). Se puede así decir que teóricamente en España casi todas las familias se han visto ya "tocadas" por un divorcio o una separación de uno o varios de sus miembros. La separación matrimonial ya no escandaliza prácticamente a nadie en nuestro entorno; forma ya parte de lo común, de la ecología social. Predomina un contexto de tolerancia hacia la separación matrimonial, y la liberación de la mujer.

    Se plantea esta referencia porque se ha apuntado reiteradas veces que el uxoricidio está incrementando estos últimos años, en España. De hecho, el objetivo del primer estudio que vamos a presentar es examinar la evolución del uxoricidio entre 1980 y 1999. De confirmarse ese incremento, llamaría la atención que, al mismo tiempo que la separación matrimonial va dejando de ser algo estigmatizante, determinados individuos opten por matar a su pareja, en lugar de optar por una separación civilizada. En España, desde el año 1995 las separaciones con acuerdo mutuo entre los cónyuges superan a las contenciosas (61,3% frente a 38,7%, en el año 2000). De igual modo, desde 1999 los divorcios por acuerdo mutuo ya han superado a los contenciosos (52,6% frente a 47,4%, en el año 2000). Ese posible incremento del uxoricidio chocaría, pues, con la tendencia que se observa a la pacificación en las rupturas.

 

Cultura del honor frente a liberación de la mujer

    La hipótesis de la que se parte es que buena parte de los uxoricidios se producen por un conflicto entre dos mentalidades: la de la liberación de la mujer y la de la cultura del honor. Si desde principios del siglo XX las feministas han luchando consistentemente por la igualdad entre el hombre y la mujer, se puede decir que no es hasta pasada la segunda guerra mundial cuando se asiste a la desarticulación de la ideología sexista según la cual el varón sería superior a la mujer. Pese a lo cual, hasta los años 70 no se ha empezado a entrar de lleno en una igualdad entre sexos en derechos civiles, y es por esta época cuando se puede decir que este movimiento ha comenzado a ver su influencia traducida en prácticas como acceso de la mujer a la universidad, al mercado laboral, difusión de la píldora anticonceptiva, etc. Esta liberación ha transformado también las relaciones de pareja y la situación de la mujer en el ámbito doméstico. Cada vez van quedando más lejanos los tiempos en los que la mujer vivía en sumisión, dependencia y protectoría del varón (padre, hermano, marido) (p. ej., carecer del derecho para abrir una cuenta corriente personal en un banco). En el plano simbólico, algo fundamental de esta liberación es que la mujer ha dejado de ser un supuesto objeto de propiedad del varón. Aunque sin duda queda mucho camino por andar, cabe decir que hoy por hoy en occidente la liberación de la mujer es un hecho social indiscutible.

    Como gran parte del control de la mujer ha respondido al control de su sexualidad (Foucault, 1976), al mismo tiempo que emerge esta liberación de la mujer, se han producido también cambios muy notables en las relaciones sexuales: una mayor tolerancia de las relaciones sexuales fuera del matrimonio, mayor expresividad de diversas formas de sexualidad, menor pudor a manifestar en público comportamientos sexuales, pérdida de valor de cuestiones como la virginidad y la pureza sexual, etc. En definitiva, una ruptura con la mentalidad victoriana y una apertura hacia la sexualidad como placer y no sólo como reproducción, un cambio progresivo de mentalidad sobre la mujer, su posición en la sociedad y del control de su sexualidad.

    Pese a todo, esta liberación de la mujer puede todavía verse confrontada a la cultura del honor. De acuerdo con el antropólogo Pitt-Rivers (1977), la cultura del honor hace referencia al funcionamiento de una presión normativa en la que se articulan expectativas de una sociedad y el comportamiento del individuo. Este ajuste entre lo que se espera del individuo en un contexto dado y el comportamiento que manifieste, suele aportar a ese individuo reputación y reconocimiento social. El honor es tanto el valor que una persona tiene para sí misma como lo que vale para los que constituyen su sociedad. Se trata, pues, de un complejo cultural que influye en la conciencia del individuo según la sensibilidad directa de éste al-qué-dirán.

    Pitt-Rivers señala que la noción de la pureza sexual introducida por el cristianismo ha sido clave en la difusión de la cultura del honor por todo el mediterráneo. Sostiene que potencia sexual y pureza sexual parecen componer las expectativas en las que reposa el sistema del honor. Ahora bien, se observa una expectativa social diferente para la mujer y para el varón; aparecen marcados distintos roles para la mujer y para el varón. De las mujeres se espera la pureza sexual, a menudo objetivado en no haber perdido el himen. Ser reservada, evitar el contacto y coqueteo con los hombres son tenidos por comportamientos propios de la pureza sexual femenina. De los varones se espera la protección de mujer, la defensa del honor de las mujeres, la hombría. Dentro de este complejo de la cultura del honor, el honor de un hombre depende de la pureza sexual de su madre, de su mujer, de su hija y de su hermana. Así, por ejemplo, el adulterio, la calumnia o difamación, sobre todo en materia sexual, de alguna mujer de su familia, suponen una pérdida de honor para el varón. Bajo el supuesto de que el varón debe ser el protector, dominar a la mujer, esas desviaciones sexuales de la mujer representan el varón que ha fracasado en el cumplimiento de su deber, ha traicionado los valores de la familia, traído el deshonor a todos los grupos sociales implicados a través de él (su familia, su comunidad). Como precisa Pitt-Rivers, es el marido complaciente y no el libertino el que constituye el prototipo del deshonor masculino. Y, por ejemplo, en los diccionarios "cabrón" figura como el hombre que tolera el adulterio de su mujer. En definitiva, por más que ha incrementado la liberación de la mujer y se tolera una mayor diversidad de relaciones sexuales, se plantea la posible vigencia de esta cultura del honor. Una mujer que tenga relaciones sexuales fuera del contexto de la pareja estable sigue siendo más desaprobada que un varón, y esto incluso entre adolescentes (Navarro-Pertusa, 2002).

    En la cultura del honor figura también la obligación del hombre de vengar su deshonor sexual. Pitt-Rivers acusó a Hume de que hubiera ignorado éste que "el honor ha matado más hombres que la peste". No obstante, de una época en la que la el duelo y la venganza era concebidos como un deber en caso de ataque al honor, hoy, además de estar castigados por la ley, son considerados como propios de gente poco refinada y bestial.

    Ahora bien, mientras la libertad de la mujer, sobre todo sexual, siga simbolizando la profanación del padre, hermano o marido, un deshonor para éstos, les producirá sentimientos de vergüenza. Estos pueden manifestarse de forma que no tenga que ver con el honor: mediante timidez, sonrojo o reserva, como reflejo de una inhibición emocional o del miedo a ser objeto de comentarios y críticas. Pero cabe esperar también que en determinados individuos la libertad sexual de la mujer "que tenía que proteger" desencadene otros comportamientos históricamente asociados con la recuperación del honor perdido, que en los casos más extremos supone una respuesta directa que acaba en uxoricidio y/o suicidio. Teniendo en cuenta, además, el papel que juega la imagen pública en este complejo de la cultura del honor, la separación, el divorcio y todos los procesos legales o que hagan público ese deshonor, no harán sino agravar el deshonor. Así, aunque la cultura del honor haya perdido vigencia, esto no supone automáticamente que los mecanismos psicosociales que implica se hayan modificado. Según nuestra hipótesis, estos mecanismos se pondrán en juego cuando se experimente un conflicto entre la liberación de la mujer y la cultura del honor, y prime esta última.

 

ESTUDIO ESTADÍSTICO

    El objetivo de este primer estudio es ver la evolución de la tasa de uxoricidios desde 1980 hasta 1999, prestando una atención particular a aspectos que puedan sugerir las secuelas de la cultura del honor. La tasa de uxoricidios se contrasta con la evolución durante ese mismo periodo de la tasa de parricidios (asesinar a un miembro de la familia), así como las características de éstos.

Método

Procedimiento y variables

    Se ha codificado el número de parricidios y de uxoricidios publicados por la prensa española entre 1980 y 1999. Los datos han sido extraídos de dos periódicos de tirada nacional (El País y ABC), ambos existentes a lo largo del periodo examinado. De forma aleatoria, la mitad del total de los 240 meses correspondientes a los 20 años estudiados, han sido revisados a través de un periódico y la otra mitad a través del otro. Este periodo de 20 años será divido en dos décadas, la de los 80 (entre 1980 y 1989 ambos inclusive) y la de los 90 con los años restantes. Adelantamos ya que no se ha encontrado ninguna diferencia significativa (p>0,28) entre el número, tipo y parámetros de los casos publicados en uno u otro periódico, ni en conjunto, ni analizadas estas dos décadas por separado.

    Se ha contado como caso de parricidio cuando autor y víctima son miembros de la misma familia, consanguínea o política, hasta el grado de primo. En cuanto al uxoricidio, aunque como hemos mencionado etimológicamente se refiere al esposo que mata a su esposa, se ha incluido también los casos en los que la víctima es la pareja, la exnovia/o, amante. Por comodidad con el lenguaje, se referirá del mismo modo los casos en los que es la esposa la que mata a su esposo, pareja, novio, amante. Cuando se encuentra más de una víctima y corresponde una a un parricidio y otra a un uxoricidio, ha sido codificado sólo dentro del uxoricidio.

    Para cada caso se ha codificado los parámetros siguientes: edad y sexo tanto del autor como de la víctima; localidad del suceso; si el homicida se autodeclara inmediatamente autor del suceso; si se suicida o lo intenta; método del homicidio (arma de fuego, blanca, estrangulamiento, etc.).

Muestra

    Entre parricidios y uxoricidios hemos encontrado 565 casos, 254 parricidios (45%) y 311 uxoricidios (55%). No obstante, en este total de uxoricidios están incluidos 34 casos en los que además de la pareja (uxoricidio) también fue asesinado algún otro miembro de la familia (parricidio), con lo que una y otra tasa resultan similares.

 

RESULTADOS

    En la tabla 1 se presenta la distribución de los uxoricidios y parricidios según el sexo del autor y su identidad en relación a la víctima. Como puede verse, en el 85,7% de los uxoricidios el autor es un varón y sólo en un 14,3% es una mujer. Entre las víctimas predomina el cónyuge o la pareja (88% de los casos).

Tabla 1. Distribución de los uxoricidios. Entre paréntesis % sobre el total de casos.

 

cónyuge

pareja

amante

ex-novio/a

amante

del otro

ex-cónyuge

total

varones

196

(62%)

40

(12,7%)

16

(5%)

14

(4,4%)

3

(1%)

2

(0,6%)

270

(85,7%)

mujeres

40

(12,7%)

2

(0,6%)

2

(0,6%)

1

(0,3%)

0

0

45

(14,3%)

total

236

(74,7%)

42

(13,3%)

18

(5,7%)

15

(4,8%)

3

(1%)

2

(0,6%)

316

Nota: en cinco casos de uxoricidio se produjo más de una víctima (p. ej., la mujer y el amante), por lo que el total de víctimas es 316.

 

    En cuanto a los parricidios (véase tabla 2), un 79,1% han sido cometidos por un varón y un 20,9% por una mujer. Los parricidios cometidos por mujeres se concentran específicamente en su hijo/a, ya que un 81,1% de las parricidas (43 de las 53) lo son por haber asesinado a su hijo; los casos en los que el padre ha asesinado a su hijo/a suponen un 18,9% de los parricidios (38 de los 201) cometidos por un varón. Por lo demás, el 76,3% de los parricidios corresponde a un miembro de la familia consanguínea más próxima (hijos, padres, hermanos y abuelos) y sólo un 16,6% a un miembro de la familia política (hijastros, cuñados, suegros, etc.).

Tabla 2. Distribución de los parricidios. Entre paréntesis figura el porcentaje sobre el total de casos.

 

varones

mujeres

total

hijo

38 (14,8%)

43 (16,9%)

81 (31,9%)

madre

36 (14,2%)

2 (0,8%)

38 (14,8%)

padre

27 (10,6%)

4 (1,6%)

31 (12,2%)

hermano

36 (14,2%)

0

36 (14,2%)

hijastro

11 (4,3%)

0

11 (4,3%9)

cuñado

10 (3,9%)

1 (0,4%)

11 (4,3%)

abuelo

7 (2,8%)

1 (0,4%)

8 (3,1%)

sobrino

6 (2,4%)

0

6 (2,4%)

suegra

5 (2,0%)

0

5 (2,0%)

suegro

5 (2,0%)

0

5 (2,0%)

tía política

4 (1,6%)

1 (0,4%)

5 (2,0%)

yerno

3 (1,2%)

0

3 (1,2%)

padrastro

2 (0,8%)

0

2 (0,8%)

otro familiar (nietos,primos)

11 (4,3%)

1 (0,4%)

12 (4,7%)

total

201 (79,1%)

53 (20,9%)

254

Nota: 14 casos intervienen dos parricidas, un hombre y una mujer, y en 11 casos hay más de una víctima.

 

 

Evolución del parricidio y del uxoricidio

    Se ha realizado diversos análisis de regresión (lineal, cuadrático y cúbico), introduciendo el año como predictor del número de casos de uxoricidio, por un lado, y de parricidio, por otro. Como puede verse en la figura 1, entre el año y el número de parricidios se obtiene una R2 de 0,52 (F(2,17)=9,06; p<0,003). Resultan significativas la tendencia lineal (p<0,01) y la cuadrática (p<0,02), pero no la cúbica (p>0,55). Según la tendencia lineal, entre 1980 y 1999 se observa un decrecimiento del número de parricidios, pero la función cuadrática indica que este decrecimiento se dio a lo largo de la década de los 80, encontrándose más o menos estabilizado durante los 90.

 

Figura 1. Distribución del número de parricidios y uxoricidios entre 1980 y 1999

 

    La relación entre el año y el número de uxoricidios da lugar a una R2 de 0,41 (F(2,17)=5,95; p<0,02). La tendencia lineal no es significativa (p>0,78), la cuadrática sí (p<0,004), pero ésta deja de serlo (p>0,08) si se tiene en cuenta la relación cúbica (p<0,004), que resulta ser la que mejor se ajusta a los datos. Como puede verse en la figura 1, durante la década de los 80 (más precisamente desde 1983) se observa que el número de uxoricidios tiende a decrecer hasta principios de los 90, que es cuando más o menos se estabiliza hasta mediados de los 90, para empezar a incrementar a finales de los 90 (más precisamente desde 1996) con una intensidad superior a todo el periodo anterior.

Evolución del parricidio y del uxoricidio según la edad

    Se ha examinado mediante análisis de regresión (lineal, cuadrática y cúbica) la variación de la media de edad de los implicados en el parricidio y en el uxoricidio, durante el periodo 1980-1999 considerado. Tan sólo se ha podido encontrar la edad del autor y de la víctima en 388 casos (68,67%). Tras unos primeros análisis exploratorios, considerando la edad del autor y de la víctima por separado, se podido comprobar que la edad media del autor y de la víctima arroja prácticamente los mismos resultados que el análisis de esas edades por separado. De hecho, la correlación entre la edad del autor y de la víctima es positiva y significativa tanto en el uxoricidio (r=+0,88; p<0,0001) como en el parricidio (r=+0,22; p<0,003), siendo en conjunto la correlación de +0,51 (p<0,0001).

    Cabe señalar en primer lugar que la edad media de los implicados en un caso de parricidio es menor (m=33,20) que la de los implicados en un caso de uxoricidio (m=39,58; F(1,386)=14,57; p<0,0002). En cuanto a la evolución, de modo global se encuentra una relación lineal según la cual entre 1980 y 1999 ha incrementado la edad media del parricida y del uxoricida (R2=0,04; Beta= 0,20; p<0,0001). Ni el efecto cuadrático, ni cúbico resultan significativos (p>0,25).

    Ahora bien, análisis más detallados en función del sexo del autor del parricidio o del uxoricidio (véase figura 3), indican que cuando se trata de un parricidio y el autor es un varón, la edad media no varía significativamente durante este periodo de 1980 a 1999 (R2=0,016; Beta = 0,13; p>0,16). Sin embargo, cuando se trata de un uxoricidio se observa que desde 1980 a 1999 se ha producido un incremento significativo de la media de edad de la pareja en el que acontece (R2=0,04; Beta = 0,20; p<0,005).

    En los parricidios y "uxoricidios" cometidos por una mujer se observa lo inverso. En los parricidios la media de edad de la autora y la víctima ha incrementado significativamente a lo largo de este periodo (R2=0,25; Beta=0,50; p>0,003), mientras que la edad media de la pareja en la que se da el "uxoricidio" no ha variado significativamente (R2=0,05; Beta 0,23; p>0,30).

 

Figura 2. Variaciones de la media de edad del autor y víctima implicados en el parricidio y el "uxoricidio", entre 1980 y 1999, separado según el sexo del autor.

cometido por un varón                 cometido por una mujer

 

 

    Un análisis detallado indica que los parricidios cometidos por mujeres se concentran principalmente en el infanticidio, ya que el 81,1% de las parricidas lo son por haber cometido el homicidio sobre su hijo; los casos en los que el padre ha asesinado al hijo suponen un 20,3%. Decimos que en las mujeres el parricidio es sobre todo un infanticidio, ya que la edad media del hijo asesinado es de 4,24 años cuando es la madre la autora y de 17,47 años (p<0,001) cuando es el padre el que lo ha asesinado. Hay 13 casos en los que el hijo es asesinado entre ambos padres, la media de edad de esos hijos es de 3,41 años.

    El análisis de regresión sobre la evolución del infanticio durante este periodo de 1980 a 1999, indica que la tasa de infanticidio cometido por el padre permanece estable (R2=0,01; Beta=0,05; p>0,46), mientras que el cometido por la madre ha ido decreciendo (R2=0,12; Beta=-0,34; p<0,02). Como puede verse en la figura 3, en los años 80 se dieron más infanticios cometidos por la madre que por el padre, mientras que en los 90 desaparece esa diferencia.

Figura 3. Evolución del infanticidio cometido por el padre o la madre, de 1980 a 1999.

 

 

Suicidio, parricidio y uxoricidio

    En cuanto al número de suicidios o intentos de suicidio se ha encontrado un 20,9% de casos. Por tipo de homicidio se observa un 13,8% de los parricidas frente a un 26,4% de los uxoricidas (c 2/1=11,76; p<0,0006). Por décadas no se observa diferencias significativas. Por sexos no se observa diferencias en el parricidio, entre los cometidos por un varón (13,9%) y los cometidos por una mujer (13,2%; p>0,89). Sin embargo, si se observa una diferencia significativa entre sexos en los uxoricidios (c 2/1=13,02; p<0,0004): un 30,1% de los varones se suicidan o lo intentan, frente a un 4,4% de las mujeres.

 

Tabla 3. Distribución de los suicidios o intentos de suicidio por tipo de homicidio, sexo y década.

 

parricidio

uxoricidio

total

 

cometido por un varón

cometido por una mujer

cometido por un varón

cometido por una mujer

 

década de los 80

12.8%

(14/109)

16.1%

(5/31)

24.3%

(34/140)

7.1%

(2/28)

17.86%

(55/308)

década de los 90

15.4%

(12/78)

9.1%

(2/22)

36.5%

(46/126)

0%

(0/17)

24.69%

(60/243)

total

13.4%

(26/187)

13.2%

(7/53)

30.1%

(80/266)

4.4%

(2/45)

20.9%

(115/551)

 

 

DISCUSIÓN

    Resumiendo los resultados de este estudio estadístico, se ha visto en primer lugar que tanto el parricidio como el uxoricidio es más probable que lo cometa un varón que una mujer. Sobre este aspecto tanto el uxoricidio como el parricidio parecen similares.

    En cuanto a la evolución en el periodo de 1980 al 1999 considerado, se observa una clara disminución de los parricidios a lo largo de la década de los 80 para estabilizarse durante la década de los 90. Por el contrario, la evolución del uxoricidio es marcadamente diferente durante la década de los 90: si durante toda la década de los 80 decreció al mismo compás que el parricidio, y como el parricidio también se estabilizó a lo largo del primer lustro de los 90, sin embargo, durante el último lustro de la década de los 90 se asiste a un incremento significativo del uxoricidio. Para explicar este incremento recurriremos a la hipótesis del conflicto de mentalidades entre la cultura del honor y la liberación de la mujer.

    Un resultado importante se encuentra en la evolución de la media de edad de los implicados (autor y víctima/s) en el parricidio y en el uxoricidio. En primer lugar, la media de edad en el uxoricidio es más alta que en el parricidio. En segundo lugar merece tenerse en cuenta la diferencia entre varones y mujeres. En el caso del parricidio cometido por un varón la edad no varía significativamente a lo largo de los veinte años estudiados, mientras que en el caso de la mujer tiende a incrementar significativamente. Se vio que este efecto de la mujer se puede deber al decrecimiento significativo del infanticidio, que es con mucho el tipo de parricidio que más frecuentemente ha cometido la mujer. En tercer lugar, el dato más significativo es el incremento de la edad en el uxoricidio cuando el autor es un varón. Por tanto no sólo está incrementando el número de uxoricidios desde mediados de los 90 para acá sino que la edad media de la pareja en la que acontece también está incrementando significativamente.

    Otro indicador de diferencias es que la tasa de suicidios o intentos de suicidio por parte de los autores del homicidio es mucho mayor en el caso de los uxoricidios que de los parricidios. Esta diferencia se da tanto en la década de los 80 como en la de los 90.

    Para interpretar este conjunto de resultados proponemos la idea de un conflicto de mentalidades entre la cultura del honor, por una parte, y la liberación de la mujer, por otra. Estas dos mentalidades parecen coexistir como marcos culturales de referencia en las relaciones sexuales. Por un lado, el divorcio y la separación se ha hecho algo más aceptable y ecológico (frecuente) y ha terminado por calar más o menos en todo tipo de parejas. El que la ruptura del matrimonio haya dejado de ser visto como un estigma social, ha dado quizá pie a que mujeres que en una época inicial no hubieran dado este paso ("si me separo, el mío me mata", comentaba una mujer ), hoy el contexto social está ya sirviendo de apoyo, cuando no de ánimo, para que mujeres oprimidas por su pareja tomen la decisión de la separación. Hoy la separación y el divorcio puede estar calando en gente mayor que hasta ahora había sido menos propensa a separarse o divorciarse.

    Por otra parte, habría dos rasgos de cultura del honor que pasan a configurar el conflicto de mentalidades. Por un lado, cabe suponer que aquellas parejas en las que esta cultura haya sido más premiante no han sido las primeras en iniciar su separación, con los albores de la ley del divorcio. Posiblemente esas parejas no han dado este paso hasta que la separación se ha hecho más usual. Por esto posiblemente estamos asistiendo en España al momento álgido de este conflicto de mentalidades donde la liberación de la mujer está calando en grupos o clases que más se habían resistido a esta liberación o que más se guían aún por la cultura del honor. Por otro lado, la cultura del honor implica una definición pública del yo, mediada además por el comportamiento de la pareja. O por decirlo de modo más concreto, en el ámbito sexual la cultura del honor atañe al varón y el honor de éste reposa en la conducta "recta" de las mujeres de su familia (esposa, hija, madre, hermana). Diversos factores han ido contribuyendo a su debilitamiento, pero posiblemente no a su aniquilación total. Así, entre esas cuatro figuras de mujer quizá ya sólo la esposa conserva capacidad para activar este complejo cultural. En cualquier caso, aunque sea cierto que esta cultura del honor va progresivamente desapareciendo, se puede hacer la hipótesis de que de estar vigente lo estará más en las personas mayores que en las más jóvenes. Este supuesto resulta imprescindible para explicar en términos de este conflicto de mentalidades el incremento de la edad de la pareja en la que acontece el uxoricidio.

    Antes de pasar a presentar el siguiente estudio en el que se examina este supuesto, no cabe la menor duda que estas conclusiones no pueden establecerse fuera de una serie de consideraciones metodológicas sobre este estudio estadístico. Es evidente que no trabajamos con "todos" los casos reales de parricidio o de uxoricidio. Se trabaja con lo que los periódicos han decidido publicar según un criterio cualquiera, el cual podría sesgar nuestras conclusiones sobre la evolución del uxoricidio y parricidio. Se podría así decir que la disminución del parricidio entre los 80 y los 90 puede no ser mas que un interés menor de la prensa por estos casos. O que el incremento de los uxoricidios durante el último lustro no se deba mas que a un incremento del interés de los medios de comunicación por esta cuestión. Sin duda caben estas explicaciones. Pese a todo, el que no se haya observado ninguna diferencia entre los casos publicados por El País y el ABC en cuanto al número, tipo de casos publicados o incluso en el tipo de informaciones sobre cada caso, es ya una indicación de que al menos el sesgo en la selección de casos no opera de modo programado (salvo si se supusiera la existencia de acuerdos mensuales entre esos dos periódicos, cosa que parece poco probable).

    Nos parece más parsimonioso pensar que los datos, relativamente considerados, son una muestra del número de casos reales. Decimos bien relativamente, porque es evidente que todos los casos que se han publicado no son todos los casos que se han producido. A parte de los casos en los que queda sin esclarecer su autor (y por tanto no se puede saber de qué tipo de homicidio se trata), está también la propensión de la prensa a difundir un caso más bien el día que se produce la muerte que el día que se realiza el juicio en el que se esclarecen los hechos. Se trata, por tanto, de cualificar bien estos datos y anotar que se trata de casos en los que en el acto, o en un plazo récord, se desvela el autor del homicidio.


 

ESTUDIO II

    El objetivo de este segundo estudio es contrastar dos hipótesis. Por un lado que la cultura del honor va progresivamente desapareciendo, lo que se debería reflejar en una relación positiva entre la edad y la aceptación de rasgos propios de la cultura del honor. Pero por otro lado, que esta cultura aún no ha desaparecido del todo, lo que se debería traducir en valoraciones diferentes según sea una mujer o un varón quien haya manifestado un mismo comportamiento sexual desviado, que clásicamente ha sido signo de pérdida del honor para el padre, hermano o esposo.

 

MÉTODO

Muestra

    El estudio ha sido realizado con 310 alumnos universitarios (62 varones y 248 mujeres) y uno de los padres de éstos, en varias comunidades autónomas (País Vasco: 76; Castilla y León: 80; Andalucía: 78; Murcia: 9; Galicia: 37; otras: 30). Por sexos se dispone de 53 cuestionarios sobre el padre (9 aplicados por su hijo varón y 44 por su hija mujer) y de 257 cuestionarios aplicados a la madre (53 por su hijo varón y 204 por su hija mujer). Las edades de los hijos van de 17 a 41 años, siendo la media de 21,0 (dt= 4,04) y la de sus padres va de 36 a 82 años, siendo la media de 49,89 (dt=7,44).

Procedimiento y variables

    Se aplicó a los participantes un cuestionario amplio sobre creencias, opiniones y costumbres de la localidad de residencia cuando la persona era joven, de cuando tenía entre 10 y 20 años. Dentro de este cuestionario figuraba la escala titulada "imagen ideal de los hombres y mujeres", pensada para medir la importancia dada a diversos rasgos propios de la cultura del honor.

    Esta escala se componía de los 8 ítems siguientes: ser honrado; defender la honra familia; ser formal (autocontrolarse, no emborracharse); ser sociable (gracioso, divertido); saber hablar bien; la honra sexual de la mujer (castidad, llegar virgen al matrimonio, no tener amantes); la honra sexual del hombre (castidad, llegar virgen al matrimonio, no tener amantes); la maternidad de la mujer (ser esposa, tener hijos).

    Para cada ítem los encuestados tenían que indicar en una escala de 7 intervalos si se trata de algo positivo, importante (7) o, por el contrario, de algo no tan positivo y de poca importancia (1). Se insistía a los encuestados que indicaran no tanto su opinión personal sino lo que consideraban que era la opinión dominante en su localidad en la época en la que ellos tenían entre 10 y 20 años.

    Como variables independientes se tiene en cuenta el sexo del encuestado y si se trata del progenitor o del hijo. Se antepone así la identidad de progenitor o hijo a la variable edad, lo que permite un control de múltiples variables que de otro modo podrían covariar con muestras de dos edades diferentes.

 

RESULTADOS

    Como puede verse en la tabla 4, en todos los ítems menos uno se dan diferencias significativas entre el progenitor y el hijo. Así los progenitores dan más importancia (p<0.001) que sus hijos a ser honrado, la honra sexual de la mujer, defender la honra familiar, la maternidad de la mujer, ser formal y la honra sexual del varón. Los hijos dan más importancia a ser sociable. El ítem saber hablar bien no da lugar a diferencias significativas.

Tabla 4. Medias de los padres e hijos, correlación r entre ambos y diferencia de medias, t. (7=muy importante; 1=poco importante)

 

padres

hijos

r

p(r)<

t

p(t)<

Ser honrado

6.61

5.77

.08

n.s.

11.16

.001

Honra sexual de la mujer

6.57

3.31

-.02

n.s.

26.21

.001

Defender la honra familiar

6.37

5.07

.20

.001

13.38

.001

Maternidad de la mujer

6.35

4.81

.09

n.s.

15.17

.001

Ser formal

5.77

4.70

.25

.001

9.98

.001

Saber hablar bien

5.56

5.56

.09

n.s.

.06

n.s.

Ser sociable

5.20

5.59

.14

.02

-4.12

.001

Honra sexual del varón

3.74

2.14

.17

.002

13.20

.001

 

    En segundo lugar, se observa una correlación positiva entre padres e hijos en los ítems siguientes: defender la honra familiar, ser formal, ser sociable. Merece un comentario aparte que la importancia -escasa- dada a la honra sexual del varón se transmite de padres a hijos (r=+0,17; p<0.002), mientras que la importancia de la honra sexual de la mujer no (r= -0,02). En este sentido, ordenados los ocho ítems de la escala, se puede ver que la honra sexual de la mujer (m=6,57) figura el segundo lugar en el caso de los padres y la honra sexual del varón en el último (m=3,74). En los hijos, la honra sexual del varón (m=2,14) figura igualmente en última posición, seguida ahora de la honra sexual de la mujer (m=3,31). Por tanto, los hijos han cambiado muy significativamente de lugar la importancia relativa dada a la honra sexual de la mujer. Otro detalle relevante es ver cómo la honra sexual de la mujer es tenida por más importante que la honra sexual del varón tanto por los padres (m=6,57 frente a 3,74; t/311=25,54; p<0.001) como por los hijos (3.31 frente a 2.14; t/338=13.74; p<0.001). Otros análisis indican además que estas diferencias se reproducen de modo idéntico en las madres, los padres, las hijas y los hijos. En síntesis, mientras que la importancia de la honra sexual (castidad, llegar virgen al matrimonio, no tener amantes) en conjunto ha decrecido de padres a hijos, sin embargo se sigue reproduciendo (en padres e hijos) que la honra sexual de la mujer sigue siendo más importante que la del varón.

    Para examinar la estructura de la escala, se han realizado dos análisis factoriales (CP, rotación Varimax), uno para las respuestas de los padres y otro para las respuestas de los hijos (véase tabla 5).

 

Tabla 5. Saturaciones del análisis factorial (CP, rotación Varimax), independiente para padres e hijos.

PADRES

 

HIJOS

 

I

II

   

I

II

III

Defender la honra familiar

.78

.12

 

Defender la honra familiar

.78

-.02

-11

Honra sexual de la mujer

.75

.02

 

Ser honrado

.75

.14

.13

Maternidad de la mujer

.73

.20

 

Maternidad de la mujer

.58

.37

-.12

Ser honrado

.66

.29

 

Ser formal

.53

.36

.19

Saber hablar bien

-.07

.78

 

Honra sexual del varón

.06

.89

.08

Ser sociable

.15

.78

 

Honra sexual de la mujer

.30

.81

-.14

Ser formal

.24

.56

 

Ser sociable

-.03

-.09

.84

Honra sexual del varón

.19

.42

 

Saber hablar bien

.05

.07

.83

 

 

    En el análisis de los padres aparecen dos factores. En el primero (35,1% de la varianza) saturan los ítems defender la honra familiar, la honra sexual de la mujer, la maternidad de la mujer y ser honrado. En el segundo factor (16,3% de la varianza) figuran los ítems ser sociable, saber hablar bien, ser formal y la honra sexual del varón. Se trata, pues, de dos anclajes normativos opuestos de la honra sexual de la mujer y de la honra sexual del varón. En el primer factor figura la mujer y la honra y en el segundo el varón y la educación. Podemos decir que se trata de dos sistemas normativos sobre la regulación del comportamiento sexual: en el aplicado a la mujer lo importante corresponde a la cultura del honor, mientras que en el aplicado al varón lo importante es la educación.

    Las puntuaciones factoriales no indican diferencias entre hombres y mujeres en ninguno de los dos factores. La correlación con la edad es significativa tanto para el factor I (r=+0.14; p<0.02) como para el factor II (r=+0.15; p<0.009), indicando que, dentro del propio grupo de padres, a mayor edad más se acepta la relación honra sexual de la mujer y honra familiar o honra sexual del varón y educación. El nivel de estudios sólo correlaciona significativamente con el factor I (r= -0.23; p<0.001) de modo que a mayor nivel de estudios menos importancia se da a esa relación entre la honra sexual de la mujer y la honra familiar.

    En el análisis de los hijos aparecen tres factores. En el primer factor (32,8% de la varianza) aparece la honra de la familia, ser honrado, la maternidad de la mujer, ser formal; este factor parece que corresponde a una imagen de la familia. El segundo factor (18,8% de la varianza) corresponde a los ítems honra sexual de la mujer y honra sexual del varón, a los que se puede añadir ser formal y la maternidad; este factor parece que corresponde con una imagen del matrimonio. El tercer factor (12,9%; de la varianza) satura ser sociable y saber hablar bien y parece que corresponde con la educación. Sólo en este último factor aparecen diferencias entre varones y mujeres (p<0.003) según el cual las mujeres están más de acuerdo con que la educación es importante.

    Por tanto, la estructura factorial de los padres y de los hijos es claramente diferente. La de los padres parece articulada por dos marcos interpretativos de la importancia de la honra sexual de la mujer, por un lado, y de la honra sexual del varón, por otro. Para los padres la honra sexual de la mujer va junto con el honor familiar, mientras que la honra sexual del varón se relaciona con el nivel de educación. En los hijos, la estructura factorial parece más bien articulada por entidades como la familia, el matrimonio y la educación. Así, maternidad, honra, formalidad van relacionados dando a pensar que se está pensando en la familia como entidad social. En el segundo factor se agrupa la honra de la mujer y la del varón al que se añade también los mismos aspectos de maternidad y ser formal. En el tercer factor se incluye lo relacionado con la educación, que ya no parece tener que ver con la des/honra.

 

DISCUSIÓN

    Este segundo estudio muestra que efectivamente comparados los progenitores de unos 50 años y sus hijos de unos 21 años se ven notables diferencias en las creencias sobre el honor familiar, la honra sexual, la maternidad, la educación. Se puede hablar de dos generaciones claramente diferenciadas en sus creencias sobre la importancia del honor y la honra. Constituye una confirmación de la hipótesis de que la cultura del honor está más arraigada en la gente mayor que en la gente joven. En segundo lugar se ha visto que la mentalidad de los padres sobre la honra de la mujer y del varón se estructura mediante una diferencia entre géneros, la de la mujer está incluida en un marco normativo de la honra familiar y de la maternidad, mientras que la del varón está relacionada con la educación. Esta representación de la honra no corresponde con la de los hijos los cuales ya no la organizan por el género sino por instituciones como la familia, el matrimonio y la educación.

    Finalmente, pese a esas diferencias entre la generación de padres e hijos indicando una menor vigencia de la cultura del honor en éstos, sin embargo, también en los hijos se sigue observando que la honra sexual de la mujer sigue resultando más importante que la de del varón, lo que indica lo arraigado de esta creencia, que es capaz de reproducirse dentro de diferentes estructuras de creencias que se han visto.


 

ESTUDIO EXPERIMENTAL

    Los resultados de los dos estudios vistos nos han llevado al razonamiento siguiente: ante una separación o divorcio el varón puede reaccionar guiado por la lógica normativa de la cultura del honor y esto será tanto más probable cuanto mayor sea su edad. Estos dos primeros estudios confirman la hipótesis de que en el uxoricidio puede ser el resultado de un conflicto entre la mentalidad de la cultura del honor y la liberación de la mujer. Pero se trata de dos estudios observacionales. En este tercer estudio se ha tratado de poner a prueba esta hipótesis de modo experimental.

    No obstante, se trabaja con la variable cultura del honor no a título de variable independiente manipulada (en realidad no vemos cómo se puede manipular tal complejo cultural), sino como variable dependiente. Los estudios anteriores nos permiten plantear una serie de predicciones sobre en qué condiciones los sujetos deberían referirse a tal cultura del honor ante una situación dada, pensada para activar tal conflicto de mentalidades.

    De este modo hemos desarrollado una escala que debería medir el acuerdo con aspectos propios de la cultura del honor (véase más adelante). El razonamiento seguido es que si se presenta a varones y mujeres la posición de una minoría de mujeres que incita a la liberación de la mujer, esta minoría debería hacer variar las respuestas de los sujetos sobre la escala de la cultura del honor. Pero como en esta materia de las relaciones sexuales, el complejo de la cultura del honor parece guiar más bien los comportamientos de los hombre que los de las mujeres, se predice que esta minoría debería provocar sobre todo ese efecto en los varones más que en las mujeres.

    Finalmente se ha visto en el estudio estadístico que la edad media del uxoricidio está incrementando y que la cultura del honor parece organizar la representación de los padres más que de los hijos. Por tanto se debería observar que la reacción en términos de la cultura del honor sea más visible cuanto mayor sea la persona implicada. En esta fase de la investigación no vemos más que un efecto acumulativo de esos dos factores, siendo, pues, la predicción que los hombres mayores deberían estar más de acuerdo con el complejo de la cultura del honor como reacción a una minoría feminista que promulga la liberación de la mujer, sobre todo cuando esto concierne a "su" mujer.

 

MÉTODO

Muestra

    El experimento ha sido realizado con 146 personas, que en realidad son 73 matrimonios. No se trata, pues, de una muestra de estudiantes. Las edades van de 23 a 85 años (media: 43,88; desviación típica: 12,01). El tiempo que llevan viviendo en matrimonio va desde un año hasta 56 años (m= 18,86; dt = 11,65). Están representadas muy diversas profesiones. En términos del grado de estudios, un 60,3% tiene estudios de primaria, un 24% hasta el grado de bachiller y un 15,8% ha realizado estudios universitarios.

Procedimiento y diseño

    El experimento ha sido realizado a través de un cuestionario de tres páginas. Los cuestionarios han sido aplicados por una cincuentena de encuestadores. La mayor parte de los encuestados son gente de su familia (37%), amigos (27,4%), conocidos (9,6%), vecinos (9,6%); en un 16,4% no se dispone de esta información. Hubo tres modalidades de aplicación: en un 17,8% el encuestador leía las preguntas al encuestado, en un 13% de los casos, aunque no le leía las preguntas el encuestador, estaba presente mientras rellenaba el cuestionario y en un 63,7% el encuestado rellenaba el cuestionario estando sólo; no se dispone de esta información de 5,5% de los casos. Adelantamos que la modalidad de aplicación del cuestionario no produce ningún efecto reseñable.

Manipulación experimental

    Los encuestados comenzaban indicando datos sociodemográficos tales como sexo, edad, profesión, grado de estudios, tiempo viviendo con su pareja, número de hijos. A continuación se introducía la única variable independiente manipulada sobre la liberación de la mujer, proponiendo a los encuestados que leyeran el siguiente texto:

    "En una revista del corazón, recientemente se decía que un grupo minoritario de mujeres separadas, entre 25 y 40 años, se había organizado para animar y ayudar a todas las mujeres de esta edad que quieran separarse o divorciarse y que no se atreven por el qué dirán. Sostienen que la mujer debe disfrutar de su cuerpo, sentir placer, y no dejarse guiar por costumbres del pasado".

    La variable manipulada hacía referencia a que en la mitad de los casos se precisaba que la edad de los miembros de ese grupo de mujeres iba de 25 a 40 años, mientras que para la otra mitad se decía que iba entre 50 y 65 años. El diseño se completa con otras dos variables no manipuladas; por una parte el sexo del encuestado y por otra la edad del encuestado.

Variables dependientes

Actitud hacia la minoría de mujeres

    Justo después de haber leído ese texto se planteaba dos preguntas sobre él: ¿Qué opinión le merece este grupo minoritario de mujeres separadas (entre 25 y 40 años vs. entre 50-65 años). Para responder se propuso una escala con cinco intervalos (1=muy buena, 5= muy mala). La segunda pregunta decía: ¿Haría usted algo, daría su ayuda, para que ese grupo se pudiera organizar y ayudar a todas la mujeres que quieran separarse? Para responder se daban tres opciones: 1=si, sin la menor duda; 2=no sabe, tendría que ver; 3=no, convencido ya que nada. El propósito de estas dos preguntas también era centrar la atención de los encuestados sobre esta minoría de mujeres y su reivindicación.

Escala de la cultura del honor

    Acto seguido se aplicaba la escala pensada para medir la cultura del honor, que se compone de diez ítems. Se comenzó presentando un caso ficticio que decía: "Imagínese que se comenta en el barrio que una hija suya de 16 años está manteniendo relaciones sexuales con chicos mayores". A continuación se le planteaba la pregunta siguiente: ¿Piensa que un hecho así sería deshonroso para su familia? (1= si, mucho; 5= no, en absoluto). Se le decía a continuación, "si posteriormente descubre que no era verdad, que se trataba de un bulo, de una falsa acusación para hacer daño a su familia", entonces ¿Cómo reaccionaría usted personalmente ante este bulo? (1=normal; 2=regular: tirando a mal; 3=bastante mal: pero sin agresividad; 4=mal: con violencia; 5=muy mal: podría matar). "Al enterarse de que se trataba de un bulo para hacer daño a su familia, ¿qué es lo que seguramente haría usted?" Hablar con todo el mundo del barrio para que se sepa que fue mentira (1=si; 2=no); emprender las acciones legales ante casos de difamación como éste (1=si; 2=no); llegaría a tomarse la justicia por su cuenta si descubre quién lanzó el bulo (1=si; 2=no). A continuación se le preguntaba ¿Considera que su cónyuge o pareja es una persona celosa? (1=muchísimo; 5=nada); ¿Y usted, se considera a sí mismo una persona celosa? (1=muchísimo; 5=nada). En general, ¿le parece una vergüenza para la familia que una chica soltera se quede embarazada? (1=muchísimo; 5=nada). ¿Qué opinión le merece una mujer que "pone los cuernos" al marido? (1=muy mal; 5=muy buena); y ¿Qué opinión le merece un hombre que "pone los cuernos" a la mujer? (1=muy mal; 5=muy buena). ¿Sería capaz de perdonar una infidelidad de su pareja? (1=totalmente seguro que sí; 5=totalmente seguro que no). En general, ¿qué opinión tiene sobre el divorcio? (1= totalmente a favor; 5=totalmente en contra).

    Las respuestas a todas estas cuestiones han sido transformadas en puntuaciones z y sumadas, con las inversiones pertinentes, de tal modo que una puntuación alta signifique una puntuación alta en el complejo de la cultura del honor. La escala presenta un alfa de Cronbach de 0.70.

 

RESULTADOS

Percepción de la minoría de mujeres jóvenes vs. mayores

    Un primer efecto principal que produce esta variable se encuentra en la pregunta sobre la mujer que pone los cuernos a su marido (p<0.01) y otro sobre el marido que pone los cuernos a su mujer (p<0.02). En ambos casos se observa que los sujetos que leyeron el texto pensando que provenía de mujeres mayores (entre 50 y 65 años) manifiestan opiniones más negativas hacia la infidelidad que cuando el texto fue atribuido a la minoría de mujeres más jóvenes. En ninguna otra variable se encuentra un efecto principal de la minoría. Esto ilustra que la infidelidad suscita mayor desaprobación cuando es promulgada por mujeres mayores en lugar de jóvenes.

    Por otra parte, como se recordará se plantearon dos preguntas sobre la opinión sobre la minoría y si se le prestaría ayuda. Estas preguntas han sido normalizadas y sumadas, dado que su correlación es bastante alta (r=0.57; p<0.001). Las respuestas a estas preguntas han sido analizadas mediante distintos análisis de regresión introduciendo como predictores la edad del encuestado, sexo del encuestado y edad de la minoría de mujeres promulgando la separación de la mujer. En primer lugar se han examinado los efectos principales de cada una de estas variables. A continuación las todas interacciones posibles de primer orden y finalmente la interacción de segundo orden entre las tres variables.

 

Figura 4. Percepción de la minoría (un signo positivo indica un mayor rechazo de la minoría).

respuestas de los varones            respuestas de las mujeres

    En primer lugar aparece que a mayor edad peor opinión de la minoría (p<0,001). También se observa que los hombres tienen peor opinión de la minoría que las mujeres (p<0,0004). Una interacción de la edad de la minoría con la edad del sujeto (p<0,02) indica que se ve peor a la minoría de su propia edad que a la minoría de la otra edad; y finalmente una interacción entre la edad de la minoría y el sexo del sujeto (p<0,03) indica que esas diferencias están sobre todo acentuadas en los varones, los cuales cuando son mayores ven mal a la minoría de mujeres de su misma edad que promulga la separación de la mujer, viendo mejor a la minoría de mujeres cuando ésta no es de su edad, mientras que sucede al revés cuando se trata de los varones más jóvenes.

Cultura del honor

    Se ha realizado distintos análisis de regresión introduciendo la puntuación en la cultura del honor como variable dependiente y la edad del encuestado, sexo del encuestado y edad de la minoría de mujeres promulgando la separación de la mujer. En primer lugar se han examinado los efectos principales de cada una de estas variables. A continuación las todas interacciones posibles de primer orden y finalmente la interacción de segundo orden entre las tres variables. En los efectos principales sólo la edad del encuestado presenta un efecto (Beta=0,40; t/142=5,15; p<0.001) de modo que a mayor edad, mayor puntuación en cultura del honor. Ni el sexo del encuestado (t<1), ni la edad de la minoría (p>0,13) producen un efecto principal significativo. En cuanto a las interacciones de primer orden sólo resulta significativa la interacción entre la edad y el sexo del encuestado (Beta=0,33; t/142=3,66; p<0,0004): los varones presentan puntuaciones más polarizadas en la cultura del honor: los mayores puntúan más alto que las mujeres de su edad y los varones jóvenes puntúan más bajo que las mujeres de su misma edad.

 

Figura 4. Puntuación en cultura del honor en varones y mujeres, según la edad del encuestado y la edad de la minoría de mujeres que promulgan la separación de mujeres. Una puntuación positiva indica mayor acuerdo con la cultura del honor.

 

varones                                       mujeres

 

 

    Finalmente se ha observado la interacción de segundo orden, entre las tres variables estudiadas (F(1,144)=8,23; p<0,005). Como puede verse en la figura 4, entre las mujeres el único efecto significativo que aparece es el de la edad (p<0,02): a mayor edad mayor puntuación en la puntuación en la cultura del honor. La interacción entre la edad de la minoría y la edad de la encuestada no llega a ser realmente significativa (F(1,71)=3,76; p<0,06), aunque las encuestadas de mayor edad puntúan más alto ante la minoría de jóvenes que ante la minoría de su propia edad. En los varones, además de un mismo efecto de la edad (p<0,0001), si se observa que es realmente significativa la interacción de la edad del encuestado con la edad de la minoría (F(1,71)=7,10; p<0,01). Los hombres mayores puntúan más alto en la cultura del honor ante la minoría de mujeres de su propia edad que ante la minoría de jóvenes, mientras que esta diferencia no aparece en los hombres más jóvenes.

 

DISCUSIÓN

    Los resultados de este estudio experimental confirman ampliamente la hipótesis de partida. En primer lugar los varones puntúan más alto que las mujeres en la escala referida a la cultura del honor. En segundo lugar, a mayor edad mayor puntuación en cultura del honor. La acumulación de ambos efectos da como resultados que sean los varones de mayor edad los que más alto puntúan en este complejo cultural de la cultura del honor.

    El resultado más importante de este experimento es que mediante una sencilla manipulación de un caso hipotético en el que una minoría de mujeres promueve la liberación de la mujer ("animan y ayudan a todas las mujeres que quieran separarse o divorciarse y que no se atreven por el qué dirán, y defienden que la mujer debe disfrutar de su cuerpo, sentir placer, y no dejarse guiar por costumbres del pasado"), se ha producido una variación en las puntuaciones de la escala de la cultura del honor. Estas variaciones resultan sobre todo significativas en el caso de los varones mayores. Como se predijo, son estos los que recurren en mayor grado a los rasgos de la cultura del honor para valorar la situación en la que se les plantea la liberación de "su" mujer.

    Aunque ese es el resultado fundamental, también merece no obviar otros detalles. Se ha visto que la valoración de la minoría que propone la liberación de la mujer es menos positiva cuanto más similar sea su edad con la del sujeto. El efecto es sobre todo significativo en los varones, que aceptan mucho mejor la liberación de la mujer mientras no se trate de "su" mujer. Aunque ese efecto apenas es significativo en el caso de las mujeres, no por ello deja de ser llamativo que las diferencias vayan en la misma dirección que las de los varones, lo que sugiere la convergencia entre sexos a la que se puede llegar en las reacciones ante la liberación de la mujer. Varones y mujeres coinciden en ver mejor esa liberación cuando se da lejos de sus propias edades.

 

CONCLUSIÓN

    A partir de la observación de que el número de uxoricidios no sólo no cesa sino que estaría incrementando en estos últimos años, que son sobre todo cometidos por el varón, que está incrementando la edad de las parejas en las que acontece y que se da una alta tasa de uxoricidas que se autoinmolan, se ha planteado que la mentalidad de la cultura del honor puede ser una variable pertinente para comprender tal fenómeno. Esta mentalidad parece estar desapareciendo. Como se ha visto en los dos últimos estudios presentados, en los que se ha intentado medir esa mentalidad de la cultura del honor, se ha observado su correlación positiva con la edad del encuestado.

    En el estudio experimental se ha mostrado que los varones mayores recurren más a la cultura del honor al plantearles que mujeres de su edad promulga la liberación de la mujer. Es así como creemos confirmada la hipótesis de que el uxoricidio no responde sin más a una cultura del honor, sino al conflicto que supone el confrontarse con esa otra mentalidad actual de la liberación de la mujer. El incremento del uxoricidio en las parejas mayores parece así originarse del conflicto que se está creando entre la creciente llegada de la liberación de la mujer a esas parejas y la aún arraigada en ellas de una mentalidad de la cultura del honor.

    Finalmente, este complejo cultural ilustra hasta qué punto las creencias en una sociedad o la presión normativa de una cultura puede llegar a regular hasta la vida misma del individuo. No cabe aquí pensar que en las relaciones sexuales siempre es el varón el blanco de esta presión. El fenómeno de las Satis en India ilustra un proceso similar, pero en la que es la mujer la que debe autoinmorlarse si el marido muere antes que ella.

 


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
 

Foucault, M. (1976/1987). La historia de la sexualidad. Madrid: Siglo XXI.

Navarro-Pertusa, E. (2002). Adolescencia y sexualidad. Diferencias de género en la iniciación sexual. Tesis doctoral: Universidad de Valencia.

Pitt-Rivers, J. (1977). The fate of shechem or the politics of sex. Essays in the anthropology of the mediterranean. Cambridge: Cambridge University Press.

 


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