VOLUMEN: 5 NÚMERO: 10

TEMPERAMENTO, EMOCIONALIDAD Y DISTINCIÓN ENTRE OBJETOS SOCIALES Y FÍSICOS EN EL PRIMER AÑO DE VIDA

 

Díaz-Herrero, Ángela
Pérez-López
, Julio
Carranza-Carnicero
, José Antonio

Universidad de Murcia (Spain)
Universidad de Murcia (Spain)
Universidad
de Murcia (Spain)

 


INTRODUCCIÓN

 

    El recién nacido viene al mundo equipado con un amplio conjunto de capacidades que le convierten, desde el primer momento, en miembro activo de la especie humana. (Mehler y Dupoux, 1990/1992). Tal como sostenía Brazelton (1998), el neonato, lejos de ser una criatura desvalida e indefensa, es un ser competente y organizado de forma compleja.

    Estas tesis se ven respaldas por algunos estudios que han mostrado que los bebés poseen un conocimiento precoz tanto acerca de los objetos y sus propiedades físicas como sobre las personas y sus interacciones sociales. Por ejemplo, y con respecto al mundo físico, los bebés, con tan sólo un mes de edad, pueden reconocer visualmente objetos que sólo han explorado con su boca (Walker-Andrews y Gibson, 1986). Posteriormente, entre 3 y 4 meses de edad, son capaces de percibir relaciones entre objetos y sonidos novedosos en ausencia de indicadores espaciales (por ej., Bahrick, 1988). A partir de los 4 meses de edad, además de la coordinación sensorial, los niños perciben los objetos como entidades permanentes, limitadas, unitarias y sólidas (por ej., Baillargeon, 1991; Spelke, 1994), y comienzan a comprender las relaciones de causalidad entre los objetos (Mandler, 1992).

    Asimismo, los bebés también muestran un conocimiento extraordinariamente temprano acerca de las personas. En este sentido, los bebés parecen manifestar una imitación precoz de gestos faciales (Meltzoff y Moore, 1994), reconocen el rostro de sus congéneres y el rostro materno (Johnson y Morton, 1991; Olson, 1981) y poseen un esquema prototípico del cuerpo humano (Bertenthal, Proffitt y Cutting, 1984). Aparte del reconocimiento visual de las otras personas, los bebés también atienden de modo preferente a las entradas de estímulos auditivos humanos (por ej., Ecklund-Flores y Turkewitz, 1996), y a partir de los 4 meses de edad son capaces de discriminar expresiones faciales y vocálicas (por ej., Serrano, Iglesias y Loeches, 1993). Así pues, y según señala Schaffer (1984/1989), desde el momento del nacimiento, los bebés parecen estar dotados de un patrón de respuestas orientado específicamente a iniciar y mantener el contacto con las demás personas.

    Estos hallazgos han llevado a algunos investigadores, entre ellos Karmiloff-Smith (1992/1994), a afirmar que los bebés poseen "predisposiciones innatas" que guiarán su representación de los entornos físico y social como dominios de conocimiento separados. En consonancia con estas afirmaciones, algunos estudiosos del desarrollo se han propuesto comparar el comportamiento de los bebés ante los objetos sociales y los objetos físicos. Así, desde esta perspectiva, algunos estudios (por ej., Brazelton, Koslowski y Main, 1974; Ellsworth, Muir y Hains, 1993; Legerstee, Anderson y Schaffer, 1998; Legerstee, Pomerleau, Malcuit y Feider, 1987; Ricard y Décarie, 1989) han encontrado que los bebés muestran un modo particular de interacción con los congéneres y un conjunto de respuestas específicas hacia los objetos físicos. Dentro de estos estudios, uno de los comportamientos o conductas que la mayoría de investigadores han tenido presente a la hora de estudiar esta sensibilidad diferencial hacia las personas y los objetos ha sido la emocionalidad o el afecto. A este respecto normalmente se ha observado que los niños muestran más respuestas emocionales de carácter positivo, como por ejemplo sonrisas, en presencia de personas que ante objetos inanimados (por ej., Cossette, Duhamel, Leveille y Gaudreau, 1999; Ellsworth et al., 1993; Legerstee et al., 1987).

    No obstante, los resultados alcanzados en estos trabajos, que examinan las conductas de los bebés ante el mundo físico y social, han de ser considerados con cierta cautela debido, principalmente, a dos cuestiones. Por una parte, aunque muchos investigadores (por ej., Legerstee et al., 1987; Ricard y Décarie, 1989) han encontrado diferencias en el comportamiento de los niños hacia ambos tipos de estímulos (sociales versus físicos), otros como por ejemplo Rheingold (1961) no han hallado diferencias en las respuestas de los niños. Por otra parte, algunos de estos estudios (Brazelton et al., 1974; Rheingold, 1961) carecen de control metodológico. Más específicamente, en estos trabajos (por ej., Brazelton et al., 1974; Richards, 1974; Trevarthen, 1974) algunas variables que podrían estar interviniendo en los resultados, como por ejemplo la novedad versus familiaridad de los estímulos, no siempre han sido controladas, y a veces se ha utilizado en ellos un tamaño muestral relativamente pequeño (Brazelton et al., 1974; Legerstee, et al., 1987; Rheingold, 1961).

    Por otro lado, desde otra perspectiva de investigación, sabemos que los bebés poseen, desde los primeros días de vida, un conjunto de rasgos o disposiciones temperamentales que caracterizan sus modos de enfrentarse y responder al medio que les rodea (Bates, 1989). Estas disposiciones endógenas han sido agrupadas bajo la rúbrica de temperamento. En este sentido este constructo, tal como señala Bates (1989, p. 4), "…está formado por las diferencias individuales en las tendencias de conducta, constituidas biológicamente, que se presentan de forma temprana en la vida y que son relativamente estables en las distintas situaciones y a lo largo de la vida".

    A su vez, este constructo según los teóricos del temperamento comprende diversas dimensiones de conducta (por ejemplo, duración de la orientación, nivel de actividad, tono emocional…). Dentro de estas dimensiones del temperamento, el tono emocional ocupa un lugar primordial. Así la mayor parte de investigadores del temperamento (Bates, 1980; Buss y Plomin, 1984; Goldsmitn y Campos, 1982; Rothbart y Derryberry, 1981; Thomas y Chess, 1986) sostienen que los bebés muestran un estado emocional positivo y/o negativo cuando se enfrentan a la estimulación procedente del entorno.

    No obstante, estas disposiciones temperamentales, pese a tener un origen biológico, no son estáticas e inmutables sino que se adaptan a las demandas ambientales (Rohbart y Ahadi, 1994; Rothbart y Bates, 1998). En esta línea, Rothbart (1989) señala algunas características de la estimulación que podrían estar influyendo en las reacciones temperamentales del niño. Éstas son, entre otras: la intensidad y el grado de novedad de los estímulos. De estas afirmaciones, podemos entresacar que la cuestión del contexto parece crucial a la hora de estudiar el temperamento. Así, a la hora de describir el temperamento del niño hemos de tener en cuenta las reacciones mostradas ante las distintas situaciones o estímulos que se le pueden presentar.

    Las reacciones temperamentales también están determinadas por la etapa del desarrollo en que se encuentre el niño (Rothbart y Bates, 1998). El temperamento no es algo que se da en el vacío sino que hemos de estudiarlo dentro de un marco evolutivo. Así pues, el desarrollo cognitivo y social del niño podría modular la comprensión del niño de las situaciones y debería ser tomado en consideración a la hora de examinar sus reacciones ante distintas situaciones o estímulos.

    En síntesis, si tenemos en cuenta, por un lado, que los niños desde muy pequeños presentan inicialmente diferencias en la sintonización y sincronización con las personas y los objetos físicos, y por otro consideramos las características que definen al temperamento; resulta de gran interés la influencia que la naturaleza distinta de los estímulos (sociales versus físicos) puede tener en el tono emocional de los niños. Tal como señalan Rothbart y Derryberry (1981), el temperamento podría proporcionar una "restricción" en los modos en los que el individuo está influido e influye en los mundos físico y social. En este sentido, las interacciones tempranas que mantiene el bebé tanto con las personas como con los objetos, estímulos omnipresentes en el entorno cotidiano del bebé, podrían estar determinadas y/o moduladas por el tono emocional del niño.

    En consonancia con estas afirmaciones, el propósito de la presente investigación será estudiar la emocionalidad que los niños muestran desde los tres hasta los doce meses de edad tanto hacia estímulos sociales como hacia objetos físicos, de intensidad moderada y relativamente novedosos. Más específicamente los objetivos de este trabajo serán estudiar, por un lado, si los niños muestran un tono emocional diferente ante los objetos físicos y sociales y, por otro lado, examinar si existe estabilidad normativa en la evolución de estas reacciones diferenciales a lo largo del primer año de vida.

 

MÉTODO

Sujetos

    La muestra de esta investigación fue seleccionada de los 60 niños que participaron en un estudio subvencionado sobre el temperamento denominado "Convergencia entre la percepción del adulto del temperamento infantil y el análisis de las dimensiones del temperamento en el laboratorio: Un estudio longitudinal de cero a dos años" (Ref.: PB90-0309). Este estudio se realizó desde 1990 hasta 1994 por el Grupo GIPSE del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Murcia. Dicha muestra fue seleccionada entre las futuras madres que asistían a las aulas de preparación al parto de la Escuela Maternal de la Ciudad Sanitaria "Virgen de la Arrixaca", de Murcia, que se brindaron a colaborar de forma voluntaria en la citada investigación.

    Debido a la imposibilidad de llevar a cabo la evaluación del niño en algún nivel de edad, la muestra inicial quedó reducida a 51 niños para el presente estudio. De estos 51 niños, 26 son mujeres y 25 son varones, nacidos a término (rango de 39 a 41 semanas de gestación), sin complicaciones pre ni postnatales y con peso y talla normal al nacer (rango de 3.100 a 4.150 kg. y de 48 a 53 cm., respectivamente). Todos ellos obtuvieron una puntuación en el test Apgar de 9 ó 10 a los cinco minutos de nacer.

    Estos niños pertenecían a familias intactas, residentes en la Comunidad Autónoma de Murcia y con un nivel socioeconómico medio. Sus madres tenían una edad media de 27 años (rango de 21 a 42 años).


Evaluación de laboratorio del tono emocional del niño

· PROCEDIMIENTO

    La expresión del tono emocional ante objetos físicos y sociales fue evaluada en el laboratorio trimestralmente desde los tres hasta los doce meses de edad, a partir de una selección de la batería de situaciones propuesta por Matheny y Wilson (1981; Matheny, 1991) para la evaluación del temperamento infantil en el laboratorio. Todas estas situaciones o tareas son novedosas, más o menos placenteras e intentan no provocar ira, miedo o frustración en el niño.

    En las "Tareas evolutivas y escalas de puntuación para la evaluación del temperamento infantil en el laboratorio" (Matheny, 1991; Matheny y Wilson, 1981) se evalúa el temperamento del niño en las siguientes dimensiones: atención, actividad, tono emocional, vocalizaciones y orientación social. No obstante, en este trabajo, como ya hemos apuntado, nos centraremos en la dimensión de tono emocional.

    Un requisito que se controló en el momento de aplicación de la prueba es que los niños se encontraran en estado de alerta, no sólo por ser el momento más idóneo para realizar la exploración, sino porque la actividad del niño en este estado es espontánea y natural. Todas las situaciones fueron pasadas en el mismo orden y por una única experimentadora. La madre se encontraba presente durante la administración de toda la prueba y se le pidió que no participase a menos que la examinadora se lo solicitase. Las tareas evolutivas de Matheny y Wilson (1981; Matheny, 1991) administradas a los 3 y 6 meses fueron distintas de las aplicadas a los 9 y 12 meses de edad dado que, como su propio nombre indica, se trata de escalas evolutivas. Las tareas seleccionadas son las que a continuación se describen:

A). Descripción de las situaciones con objetos físicos:

-TAREAS PARA LAS EDADES DE TRES Y SEIS MESES:

Móvil: Durante esta tarea el niño es colocado en posición supina sobre un cambiador. Situado sobre la cabeza del niño, a una distancia de 40 cm., se instala un juguete móvil compuesto por una caja de música, accionada por un mecanismo de cuerda, y unos muñecos colgantes. La tarea consta de tres fases: a) caja de música sin muñecos colgados; b) muñecos sin caja de música, y c) caja de música y muñecos. La duración total de esta situación son 6 minutos, 2 para cada fase. La codificación de la conducta del niño se realizó en intervalos de dos minutos de duración coincidiendo con cada una de las fases. Finalmente, se obtuvo la puntuación media.

Mordedor/sonajero: El niño se coloca en posición supina en un cambiador. Se agita o se sacude el mordedor frente al niño y se le pone en una mano. Una vez que han transcurrido 30 segundos o cuando el niño suelta el mordedor, se le pone en la otra mano. Se realiza el mismo proceso con el sonajero. El tiempo total para esta tarea es de 2 minutos.

Anillas para tirar: El niño yace en posición supina sobre un cambiador. Se le presentan dos anillas para tirar a una distancia que le permita al niño tocarlas. Si el niño no atiende a las anillas, se agitan intermitentemente hasta que el niño muestre alguna atención. El tiempo asignado para esta situación son también 2 minutos.

-TAREAS PARA LAS EDADES DE NUEVE Y DOCE MESES:

Caja de actividad: Durante esta tarea el niño está sentado en el suelo cerca de una caja de actividad. La experimentadora llama la atención del niño activando cualquiera de los sonidos incorporados en el juguete (por ej., una barra deslizante que produce un ruido chirriante). Mientras el niño observa, la experimentadora enseña al niño las características del aparato, e incita al niño a participar. El tiempo asignado para esta tarea son 6 minutos. La codificación de la conducta del niño se realizó en intervalos de dos minutos de duración, obteniendo finalmente la puntuación media.

Juego de pelota: Al niño, sentado en el suelo, se le da una pelota de plástico transparente que contiene un reloj de arena. El reloj de arena tiene dentro gránulos de plástico de colores vivos que pasan a través del vértice del reloj de arena. La experimentadora rueda la pelota, agitándola para que el niño vea cómo caen los gránulos por el reloj de arena e incita al niño a jugar con la pelota. En esta situación no se pretende introducir al niño en un juego participativo con la experimentadora. La duración de esta tarea son 2 minutos.

Muñeco infantil: Se le enseña al niño un juguete (animal u otro objeto reconocible) que pita cuando se le aprieta. La experimentadora hace pitar al juguete presionándolo o golpeándolo y le da el juguete al niño. La experimentadora puede repetir esta demostración tantas veces como sean necesarias para interesar al niño con el juguete. El tiempo asignado para esta situación es también de dos minutos.
 

B). Descripción de las situaciones con objetos sociales:

-TAREAS PARA LAS EDADES DE TRES Y SEIS MESES:

Movimiento: La experimentadora coge al niño, y se sienta en una silla, poniéndole sobre sus rodillas y de cara a ella. Primero se le hace trotar suavemente, después se le mueve de derecha a izquierda. Tras una pausa, el procedimiento se repite por completo. La experimentadora sonríe y habla al niño durante todas las actividades. La duración de esta tarea son 2 minutos.

Risa/sonrisa: La experimentadora intenta el juego del "cucú", hacerle cosquillas o emitir sonidos para provocar la risa o sonrisa en el niño, quien está sentado en sus rodillas y de frente a ella. La duración de esta situación es de 2 minutos.

Actividad verbal: El niño es colocado en posición supina sobre el cambiador y la experimentadora habla, sonríe y se inclina hacia la cara del niño. El tiempo asignado para esta situación son también 2 minutos.

-TAREAS PARA LAS EDADES DE NUEVE Y DOCE MESES:

Cosquillas o juego imitativo: La experimentadora propone al niño un juego en el que combina gestos con expresiones animadas y vocalizaciones (por ej., cosquillas, decir adiós, el cucú). El ritmo de las actividades se repite para que el niño pueda anticipar, imitar o promover las secuencias del juego. Una vez que el niño participa, la secuencia gestual de la propia experimentadora cesa para permitir que el niño muestre la suficiente iniciativa para que el juego continúe. La experimentadora también puede continuar la secuencia a través de peticiones habladas no acompañadas de gestos. La duración de esta situación es de dos minutos.

Movilidad: La experimentadora, sentada en una silla, coloca al niño sobre sus rodillas, de cara a ella, y realiza un movimiento mediante el cual balancea al niño. A continuación se detiene, permitiendo al niño actuar de modo que la incite a moverlo otra vez. Una vez que la contingencia se ha establecido, la experimentadora puede variar la secuencia o el tipo de movimientos, de modo que la respuesta anticipatoria del niño no esté siempre seguida por el movimiento por parte de la experimentadora. El tiempo asignado para esta tarea es de 2 minutos.

El orden de aplicación a los tres y seis meses de edad fue el siguiente: movimiento, risa/sonrisa, móvil, actividad verbal, mordedor/sonajero y anillas para tirar. Posteriormente, a los nueve y doce meses de edad se administraron las tareas pertinentes en este orden: caja de actividad, movilidad, cosquillas o juego imitativo, juego de pelota y muñeco infantil.
 

· CODIFICACIÓN

    Todas las sesiones de laboratorio fueron grabadas en vídeo para su posterior codificación por observadores entrenados. La dimensión temperamental de tono emocional se puntuó, como ya se ha señalado, en cada intervalo de dos minutos de duración, siguiendo los criterios propuestos por los autores (Matheny y Wilson, 1981) y que a continuación se especifican:

Tono emocional, se refiere al estado emocional manifestado por el niño durante el intervalo.

1. Extremadamente molesto: gemidos, protestas.

2. Molesto, pero no sobreexcitado.

3. Malestar momentáneo: pucheros, breves protestas verbales, aparición de movimientos de escape.

4. Leve indicación de perturbación: inquietud, recelo, postura cautelosa o evitativa.

5. Indiferente; afable; emocionalidad indiferenciada.

6. Leve reconocimiento de cambio: ligera sonrisa, agitación, saludo (aunque pueda considerarse como un vago conocimiento).

7. Momentáneo: sonrisa sostenida, aproximativo y reactivo.

8. Excitado.

9. Altamente excitado: alegre, expresivo, animado.

    Esta dimensión temperamental fue evaluada en la escala de 1 a 9 puntos por tres parejas de observadores independientes, obteniendo un coeficiente de fiabilidad interobservadores de Pearson r = 0.98.

 

RESULTADOS

    Todos los análisis se efectuaron con los programas de software estadístico SYSTAT 6.0 (Wilkinson, 1993) y SPSS 9.0 (1999).

    Para una primera aproximación y con el fin de comprobar si los niños mostraban un tono emocional diferente ante los objetos físicos y sociales, y si estas diferencias eran evidentes a los 3, 6, 9 y 12 meses de edad, realizamos un ANOVA factorial de dos factores con medidas totalmente repetidas (2 x 4) x 51, siendo los dos factores intra-sujeto el tipo de objeto, social versus físico, ante el que los niños tenían que interactuar y la edad a la que se efectuaron las mediciones (a los 3, 6, 9 y 12 meses de edad), con un tamaño muestral n = 51 niños. La Tabla 1 presenta las medias obtenidas para cada combinación de edad y tipo de objeto y la Figura 1 representa gráficamente el perfil de tales medias.

Tabla 1
Medias (y desviaciones típicas) en los niveles de tono emocional para los dos tipos de objetos y las cuatro edades

 

EDAD (en meses)

 

OBJETO

3

6

9

12

Totales

Social

5,461

(0,783)

5,546

(0,857)

5,873

(1,131)

5,794

(1,192)

5,668

Físico

5,321

(0,829)

5,216

(1,038)

5,750

(0,702)

6,015

(0,813)

5,575

Totales

5,391

5,381

5,811

5,904

5,621

 

Figura 1
Puntuaciones medias mostradas por los niños en la dimensión temperamental de tono emocional ante objetos sociales y físicos a los 3, 6, 9 y 12 meses de edad

    En la Tabla 2 se presentan los resultados del ANOVA. Estos resultados pusieron de manifiesto que no había diferencias significativas en función del tipo de objeto [F(1, 50) = 1,690, p > .05], si bien en la Figura 1 se observa cómo las medias en tono emocional para objetos sociales son superiores a las de objetos físicos en todas las edades, a excepción de a los 12 meses, donde se produce una inversión. Como complemento a los ANOVAS realizados en este estudio, se aplicó el procedimiento de Tukey de comparaciones post-hoc entre medias. En este caso, las pruebas de comparaciones de Tukey entre las medias para objetos físicos y sociales resultaron todas ellas no significativas para los cuatro niveles de edad (p > .05), corroborando la ausencia de diferencias significativas en cuanto a tono emocional entre los dos tipos de objeto.

Tabla 2
Resultados del ANOVA factorial de medidas repetidas para el nivel de tono emocional

F.V.

SC

GL

MC

F

 

Objeto

Error

 

Edad

Error

 

Objeto x Edada

Error

 

0.880

26.038

 

23.204

132.157

 

4.030

65.795

 

 

1

50

 

3

150

 

3

150

 

0.880

0.521

 

7.735

0.881

 

1.343

0.439

 

1.690

 

 

8.779***

 

 

3.063*

 

    La edad sí alcanzó un efecto significativo sobre el nivel de tono emocional de los niños [F(3, 150) = 8,779, p < .001] observándose un incremento de dichos niveles con la edad, a excepción del paso de los 3 a los 6 meses, donde se produjo una leve disminución. Así mismo, se produjo un efecto de interacción significativo entre la edad y el tipo de objetos [F(3, 150) = 3,063, p < .05]. Como puede observarse en la Figura 1, el perfil a lo largo de las edades del tono emocional ante objetos físicos y ante objetos sociales fue diferente. Este resultado queda confirmado por los análisis de tendencias (lineal, cuadrática y cúbica) que se efectuaron para determinar el perfil de las medias a lo largo de los niveles del factor edad. Los resultados de estos análisis se presentan en las Tablas 3 y 4.

    Así, para objetos sociales vemos en la Tabla 3 que tan sólo la tendencia lineal resultó estadísticamente significativa [F(1, 50) = 5,581, p < .05]. Como puede apreciarse en la Figura 1, dicha tendencia fue claramente ascendente, a excepción del paso de los 9 a los 12 meses, donde se produce un ligero descenso de la media. No obstante, las comparaciones por el procedimiento de Tukey de cada edad con la edad contigua siguiente no reflejaron diferencias significativas en ningún caso: ni del paso de los 3 a los 6 meses, ni de los 6 a los 9, ni de los 9 a los 12 meses (p > .05). Ello sugiere que el incremento de las medias se produjo de forma suave y no brusca.

Tabla 3
Resultados del análisis de tendencias para la edad sobre el nivel de tono emocional hacia objetos sociales
 

TENDENCIA

SC

GL

MC

F

 

LINEAL

Edad

Error

CUADRÁTICA

Edad

Error

CÚBICA

Edad

Error

 

 

4.489

40.219

 

0.340

44.479

 

1.068

38.585

 

 

 

1

50

 

1

50

 

1

50

 

 

4.489

0.804

 

0.340

0.890

 

1.068

0.772

 

 

5.581*

 

 

0.383

 

 

1.383

    Por el contrario, el análisis de tendencias para objetos físicos no reveló un patrón claro y definido, ya que las tres tendencias contrastadas (lineal, cuadrática y cúbica) resultaron estadísticamente significativas (Tabla 4), si bien la tendencia lineal fue la que alcanzó mayor valor de significación [F(1, 50) = 24,460, p < .001]. Por tanto, y como puede observarse en la Figura 1, el patrón ascendente para objetos físicos es bastante irregular. Así mismo, cabe destacar que las comparaciones por el procedimiento de Tukey entre la media a cada edad con la edad contigua superior reveló una diferencia estadísticamente significativa sólo para el cambio de los 6 a los 9 meses de edad (p < .05), no resultando significativos los cambios de los 3 a los 6 meses ni de los 9 a los 12 meses (p > .05). En consecuencia, y a diferencia del perfil para objetos sociales, el incremento en el tono emocional para objetos físicos fue significativo en el cambio de los 6 a los 9 meses.

Tabla 4
Resultados del análisis de tendencias para la edad sobre el nivel de tono emocional hacia objetos físicos
 

TENDENCIA

SC

GL

MC

F

 

LINEAL

Edad

Error

CUADRÁTICA

Edad

Error

CÚBICA

Edad

Error

 

 

17.486

35.744

 

1.748

15.848

 

2.103

23.077

 

 

 

1

50

 

1

50

 

1

50

 

 

17.486

0.715

 

1.748

0.317

 

2.103

0.462

 

 

24.460***

 

 

5.515*

 

 

4.557*

    Por último, y con el fin de estudiar en qué medida los niños muestran estabilidad normativa en sus puntuaciones en esta dimensión, tanto en presencia de personas como ante objetos físicos, calculamos los coeficientes de correlación intraclase respectivos para esta variable dependiente mediante la aplicación de dos ANOVAs de un factor de medidas repetidas (4 x 51), uno para cada tipo de objeto, actuando la edad como factor intra-sujeto. Siguiendo el criterio de Cohen (1988), los resultados mostraron correlaciones intraclase altas y estadísticamente significativas [Objetos sociales: F(50, 150) = 1,925, p < .001; objetos físicos: F(50, 150) = 2,861, p < .001], tanto para el tono emocional en presencia de personas (r = 0,48) como para el tono emocional hacia objetos físicos (r = 0,65). En este sentido, tanto durante la interacción con personas como con objetos inanimados, los niños parecen manifestar una buena estabilidad en su emocionalidad.

 

DISCUSIÓN

    En general, los resultados obtenidos mediante estos análisis estadísticos no nos permiten confirmar los supuestos de este estudio, puesto que, como ya hemos podido comprobar, no existen diferencias en el tono emocional mostrado por los niños ante las personas y los objetos físicos a los 3, 6, 9 y 12 meses de edad. No obstante, esta dimensión de temperamento, tanto ante objetos sociales como físicos, muestra una tendencia lineal creciente, así como una estabilidad durante el período evaluado. Así, en esta dimensión del temperamento, pese a ser identificada por la mayoría de los estudiosos del temperamento (véase Buss y Plomin, 1984; Goldsmith y Campos, 1982; Rothbart y Derryberry, 1981, por ejemplo) como uno de los principales componentes de este constructo, en nuestro estudio, los resultados no son concluyentes. Más específicamente, aunque los bebés a los tres, seis y nueve meses de edad, muestran un tono emocional más positivo en presencia de personas, y a los doce meses de edad, por el contrario, manifiestan un mejor tono emocional ante objetos físicos, estas diferencias no alcanzan la significación estadística.

    No obstante, aunque este patrón distintivo de respuesta no sea significativo, sí sería interesante analizarlo desde un marco evolutivo, dado que las distintas reacciones emocionales hacia los objetos sociales y físicos parecen estar condicionadas por el momento de desarrollo en que se encuentre el niño. En esta línea, aprovecharemos los datos que nos aporta la psicología evolutiva sobre el desarrollo del niño para explicar esta sensibilidad diferencial de los bebés hacia el mundo social y el mundo físico.

    Los bebés de nuestra investigación, a los tres, seis y nueve meses de edad, exhiben un tono emocional más positivo ante las personas que en presencia de objetos físicos. La interpretación de estos resultados podemos efectuarla destacando que sabemos que desde los primeros días de vida, los bebés poseen numerosas capacidades o habilidades que les inclinan a interactuar con las personas. Entre ellas, podemos señalar por ejemplo su atención preferente hacia los rostros humanos (Johnson y Morton, 1991), su reconocimiento temprano de expresiones emocionales (Barrera y Maurer, 1981) y su imitación de gestos faciales (Meltzoff y Moore, 1994). Pero, en estas primeras interacciones sociales no es únicamente el niño el que muestra una predisposición a interactuar con los adultos sino que además los adultos muestran unos comportamientos muy específicos que parecen tener la finalidad de establecer un diálogo afectivo con los bebés. Así en los primeros encuentros entre el bebé y las personas se observa que los gestos, las sonrisas y las vocalizaciones del niño se entrelazan con los gestos, las sonrisas y las vocalizaciones de los adultos (Schaffer, 1984/1989). En este sentido, cada individuo influye en la conducta del otro, se ajusta y transacciona con ella, produciéndose una regulación mutua (Kaye, 1982/1986). Todas estas aptitudes sesgan al bebé a no mostrarse indiferente ante la presencia de otras personas y, en consecuencia, a manifestar un estado emocional más positivo ante los objetos sociales que en presencia de objetos físicos.

    Estos resultados obtenidos en nuestro trabajo están en la línea de los obtenidos por otras investigaciones (Brazelton et al., 1974; Bronson, 1972; Cossette et al., 1999; Eckerman y Rheingold, 1974; Ellsworth et al., 1993; Klein y Jennings, 1979; Legerstee et al., 1987; Ricard y Décarie, 1989), si bien en esos estudios sí que se obtuvieron diferencias significativas respecto a esta conducta desde los primeros meses de vida. Es decir, en las investigaciones citadas se observa de manera significativa que los niños reservan la mayoría de sus respuestas afectivas de carácter positivo para las personas.

    A los doce meses de edad, en cambio, los niños de nuestra muestra parecen prestar y mostrar un mayor interés por los estímulos físicos de su entorno como se aprecia, aunque no de forma significativa, en su exteriorización de un mejor tono emocional hacia los objetos físicos que hacia las personas. Así, tal como señala Schaffer (1984/1989), parece que los niños tras centrarse y familiarizarse con el mundo de las personas en los primeros meses de vida se vuelven posteriormente hacia el mundo de los objetos; de ahí que manifiesten un mejor tono emocional a esta edad ante los objetos físicos, objetos en su mayor parte novedosos e inexplorados por ellos.

    A su vez, este hallazgo de nuestra investigación debería interpretarse teniendo en cuenta el desarrollo socioafectivo del niño durante el primer año de vida. Así, aproximadamente en torno al tercer trimestre del primer año, se establece el vínculo de apego y aparece el miedo a los extraños. En este momento, los bebés manifiestan una clara preferencia por las figuras de apego, a la vez que rechazan a los desconocidos. Situándonos en esta perspectiva es de suponer que a los doce meses de edad, los niños puedan manifestar un mejor tono emocional ante los objetos físicos novedosos que ante personas "desconocidas", puesto que los objetos nuevos provocan un menor "miedo" en el niño que las personas que suelen ser más intrusivas, y además, como ya hemos señalado, en este momento los objetos también captan más su atención.

    En cuanto a la estabilidad de estas reacciones diferenciales hacia los objetos físicos y sociales, comprobamos que los niños muestran una mayor estabilidad en las puntuaciones obtenidas en el tono emocional cuando están interactuando con objetos físicos que cuando lo hacen con personas. Este resultado sugiere dos cuestiones a tener en cuenta para la interpretación: En primer lugar, que las reglas o principios que explican el mundo físico difieren de las aplicadas al mundo social. Así, por ejemplo, el movimiento de los objetos es más predecible, desde un conocimiento de las fuerzas físicas que actúan sobre ellos, que el comportamiento de las personas: las personas tienen emociones, sentimientos y se mueven por sí mismas (Gelman y Spelke, 1981; Hoffman, 1981). Dadas estas diferencias en las características que definen a ambos dominios cabría esperar, y de hecho así sucede en nuestro trabajo, que el niño perciba y razone acerca del mundo social y físico como dominios de conocimiento independientes, mostrando una mayor estabilidad en el mundo físico que en el social, debido quizá, como ya hemos apuntado, a que en el mundo físico es mayor la predictibilidad de los acontecimientos.

    En segundo lugar, no podemos olvidar el hecho de que los bebés se desarrollan, desde el momento de su nacimiento, en un ambiente social y en un contexto familiar concreto que sin lugar a dudas modulará sus reacciones biológicas a través de los procesos transaccionales. En este sentido, algunos estudios (por ej. Díaz-Herrero, Pérez-López, Martínez-Fuentes, Herrera-Gutiérrez, y Brito de la Nuez, 2000; Fish, 1998; Scher y Mayseless, 1997) han encontrado que determinados rasgos de personalidad de la madre y comportamientos de los adultos que rodean al niño parecen estar implicados en las interacciones tempranas del niño con el entorno.

    También estos hallazgos se ajustan de alguna manera al "modelo de bondad de ajuste" propuesto por Thomas y Chess (1984), según el cual las interacciones del niño con su entorno están determinadas tanto por sus disposiciones temperamentales como por la forma en que sus cuidadores hayan abordado la crianza del bebé en los primeros meses de vida. En este sentido, podemos afirmar, en base a nuestros resultados, que durante los primeros meses de vida, las tendencias temperamentales iniciales pueden verse moduladas con mayor o menor intensidad por las formas de actuación que tengan los adultos encargados del cuidado y de la crianza del niño. De ahí, que pueda suceder que los niños en las interacciones sociales tempranas muestren una menor estabilidad en comparación con sus interacciones con los objetos físicos, dependiendo de los rasgos de personalidad y las prácticas de crianza del cuidador principal.

    Basándonos en nuestros resultados parece evidente que el niño en su interacción con el mundo exterior, dista mucho de ser pasivo. Es decir, los bebés desde los primeros meses de vida entran a formar parte activa de un mundo físico y social, mostrando un tono emocional diferente en función de los estímulos con los que están interactuando.

    En consecuencia, nuestros datos parecen alinearse con la perspectiva de Rothbart y Ahadi (1994). Estos autores en su teoría sobre el temperamento vinculan la expresión de las dimensiones temperamentales con las circunstancias ambientales. Es decir, desde esta perspectiva, de la que nosotros también participamos, el temperamento no es solamente organísmico sino que también está relacionado con el mundo social y físico con el que transacciona la persona.

    Para concluir, queremos señalar, teniendo en cuenta que este comportamiento diferencial no alcanzó la significación estadística, que son necesarias nuevas investigaciones sobre este tema de estudio. Así, quizá el temperamento, controlando tanto los instrumentos de medida como la novedad de los objetos, pueda ser un constructo que sirva para introducir una mayor información sobre la forma de construir el conocimiento físico y social por los niños.

 



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